Ortega Cano sale del hospital dando el pésame a la familia de la víctima
El torero pide a Dios que "tenga en buen lugar" a Carlos Parra, el fallecido en el siniestro en el que se vio implicado · "Éste ha sido el toro más difícil de mi vida", dice el diestro tras 43 días hospitalizado.
Muy delgado, con el pelo canoso y casi rapado, barba de tres días y aparentemente todavía muy débil, José Ortega Cano abandonó al mediodía de ayer el Hospital Virgen Macarena. Lo hizo sentado en una silla de ruedas que empujaba el personal médico que lo ha atendido durante los 43 días que ha permanecido ingresado, desde la madrugada del 29 de mayo hasta las dos y media de la tarde de ayer. Con voz baja pero audible, sin que se le notaran apenas los efectos de la traquetomía que le practicaron para mejorar su respiración, el torero se dirigió a los más de 50 periodistas que aguardaban su salida.
Lo primero que hizo Ortega fue agradecer a los médicos el trabajo que han hecho para salvarle la vida y a sus hermanos y sus hijos el apoyo que le han mostrado en estos momentos tan críticos. Acto seguido, sin que nadie le preguntara, el diestro quiso recordar a Carlos Parra, la persona de 48 años que perdió la vida en el accidente en el que se vio implicado la noche del 28 de mayo en la carretera A-8002, que conecta los municipios de Burguillos y Castilblanco de los Arroyos.
"Quiero expresar mi más sentido pésame a la familia del fallecido en el accidente. Quiero pedirle a Dios que de verdad lo tenga en buen lugar. Para mí, éste ha sido el toro más difícil de mi vida". Ortega Cano pronunció estas palabras ante una nube de cámaras de televisión y fotógrafos que literalmente se le caían encima y ante decenas de curiosos que aguantaban bajo el sol, pese a que la temperatura rozaba los cuarenta grados y apenas corría una leve brisa, para presenciar su salida del hospital y darle un apretón de manos.
Ante la insistencia de la prensa, que le preguntaba cómo se encontraba, el diestro quiso responder. "Estoy dolorido, dolorido...". Una doctora cortó su respuesta, temiendo por que la emoción, el agobio al verse rodeado de tanta gente y el intenso calor perjudicaran al paciente. "Se va a marear", dijo, y pidió a la prensa que abriera paso para llevarle hasta el coche de un familiar que le aguardaba en las inmediaciones del complejo sanitario.
Alrededor del torero se formó tal revuelo que los médicos tuvieron que retirar la silla de ruedas varias veces hacia atrás para evitar algún percance. Los empujones, pisotones y codazos entre los cámaras y reporteros para obtener la mejor imagen o el mejor corte sonoro -también para apartar del plano a los curiosos- provocaron momentos de tensión. Tanto que algún profesional de la prensa estuvo a punto de perder el equilibrio provocando una posible avalancha sobre el propio Ortega Cano y su equipo médico.
Finalmente fue necesaria la intervención de dos vigilantes de seguridad del hospital, que abrieron camino al torero hasta el coche. No hubo tiempo, ni tampoco era el momento, para más preguntas, aquellas más delicadas que tendrán que hacérsele al torero más adelante, sobre todo cuando trascendió que la sangre que se le había extraído en el hospital dio una tasa de 1,26 miligramos de alcohol cuando lo máximo permitido para conducir es 0,50.
Antes, Ortega Cano había recibido el aplauso de quienes se habían congregado en las puertas del hospital para verle. Había bajado por la rampa para minusválidos desde la entrada principal del hospital hasta la zona en la que le esperaba la prensa y, antes de comenzar a hablar, hizo varios gestos de agradecimiento. Cogió a su hermana de la mano y cruzó los brazos y bajó la cabeza en un simbólico abrazo con la gente que le aplaudía.
El diestro abandonó el hospital con el pie izquierdo todavía vendado y el derecho con una protección, vestido con una camiseta azul y un pantalón de chándal y sosteniendo en todo momento un rosario con su mano izquierda y una nota manuscrita con la derecha. Su salida estaba prevista para la una de la tarde pero se demoró hasta las dos y media. Durante todo ese tiempo se fueron acumulando personas en la puerta del hospital que, al ver a la veintena de cámaras de televisión que montaban guardia, decidieron quedarse para presenciar en directo la salida del torero.
"Me han dado tres veces la extremaunción"
Minutos antes de dejar el hospital, Ortega Cano concedió una entrevista al portal taurino Mundotoro, de la que se reproducen varios extractos.
El siniestro
"Siento enormemente la desgracia de este accidente. Doy mi más sentido pésame a la persona que falleció. Para mí es un palo muy grande. En mi vida he tenido muchos palos, muchas cornadas muy fuertes. Es la tercera vez que me dan la extremaunción".
Agradecimientos
"Lo que más me ha ayudado, aparte de los médicos y enfermeras, que han sido súper santos, ha sido la gente de mi mundo de los toros. Aquí han estado Jesulín, Espartaco, José Antonio Campuzano, muchos toreros que me han mostrado su cariño".
Molestias
"Estoy contento, dentro de las molestias que tengo todavía en las dos piernas porque no puedo apoyarlas en el suelo. Tengo que estar en reposo pero al mismo tiempo haciendo fisioterapia para que la masa muscular no se pierda".
Sensaciones
"Me da la impresión de que no me he retirado todavía y que ha sido una cornada fuerte de un toro difícil, pero he sentido el apoyo de toda la gente. Muchísimas personas me han mostrado su cariño y quiero agradecerles todo eso".
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