Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Reflexiones en Doñana
Hay una treintena de países donde los presidentes del Gobierno, o sus jefes de Estado, cuentan con una residencia oficial de vacaciones. Theresa May forjó el último acuerdo sobre el Brexit en Chequers, una finca en la campiña inglesa; el Papa se retira en verano a Castell Gandolfo; Trump no se aloja en Camp David porque posee sus propios campos en Florida y California, y nuestros presidentes veranean en el palacio de las Marismillas en Doñana, un edificio de estilo inglés mandado a construir por Guillermo Garvey que remozaron sus últimos propietarios, la familia Morenés y el marqués de Borghetto. Allí es donde Pedro Sánchez medita estos días sobre Cataluña -que es su gran preocupación-, reparte los últimos náufragos del AquariusAquarius con sus colegas europeos antixenófobos y espera a que su ministra María Jesús Montero sea capaz de sacar adelante los Presupuestos de 2019. Si no fuese así, habría que convocar elecciones generales y al presidente, en ese caso, le hubiese gustado que coincidiesen con los comicios andaluces.
El último sondeo del CIS le ha llegado a Sánchez como el viento de poniente de Huelva. Con un 29,9% de intención de voto, el PSOE dejaría a casi 10 puntos tanto al PP de Pablo Casado como a Ciudadanos. El otro Pablo, Iglesias, está desaparecido a causa de el cuidado y crianza de sus dos hijos. El listón del 30% marca la conveniencia de la convocatoria. El PSOE, con estos resultados del CIS, ganaría en 40 provincias españolas; entre éstas, en todas las andaluzas.
Pedro Sánchez ya pasaba una parte de sus vacaciones en Andalucía cuando no era presidente. En la provincia de Almería cuenta con una casa, y solía visitar a los amigos de Huelva y de Cádiz. En la costa onubense veía a Faneca, cuya amistad con Sánchez le costó que la eliminasen de una lista electoral, y en Cádiz pasaba por Chiclana, donde es alcalde el pequeño de los romanes, José María Román. También es chiclanero el vicepresidente de la Junta, Manuel Jiménez Barrios, pero como buen susanista lo ignoraba. Si Sánchez ha hablado de elecciones con Susana Díaz fue en la visita en Moncloa a finales de julio, pero no en las Marismillas, por donde sólo han pasado familiares y amigos del matrimonio. Una fuente explicó que ambos dirigentes hablaron sobre ello en Moncloa, aunque Susana Díaz no le dio ninguna fecha.
Pedro Sánchez y su esposa pasarán varias semanas con sus dos hijas en Doñana. El corre por los pinares -en Madrid va al Pardo porque Moncloa se le queda pequeña-, se bañan en la playa solitaria y reciben a amigos. La única política que se ha quedado una noche allí ha sido Ángela Merkell. Sánchez está mejor que nunca, cambiado, ha dejado de ser esa persona taciturna, y no es para menos, después de dos enormes tropiezos donde se le dio por muerto, ha conseguido ser presidente del Gobierno. Sólo Cataluña le nubla el futuro. Seguro que después de lo sucedido en Barcelona y Cambrils este fin de semana aún está más preocupado. Con estos tipos nunca llegará a ningún buen sitio.
Susana Díaz no tiene previsto tomar café en Marismillas. La presidenta medita si convoca las elecciones andaluzas a finales de octubre, pero la verdad es que no encuentra ningún argumento sólido para el adelanto. Ciudadanos le sigue apoyando y si ella lo desea, le apoyará para sacar los Presupuestos de 2019. Por eso, una de las fechas que Pedro Sánchez ha manejado para convocar las elecciones generales es la de marzo, cuando la presidente debía convocar si no se produce el adelanto. La marca PSOE se encuentra ahora en un buen momento, y la movilización andaluza beneficiaría a Sánchez. También a Susana Díaz, a Manuel Chaves nunca le salieron mal estas coincidencias y se puso de acuerdo tanto con Felipe González como con José María Aznar.
Susana Díaz, sin embargo, quiere una campaña “con acento andaluz”, aunque lo cierto es que la agenda política andaluza ha estado repleta estos tres años de asuntos nacionales. De lo que aquí se ha hablado es del futuro político de la presidenta en Madrid, de las primarias del PP y de los adelantos electorales. De la financiación de las autonomías y de Cataluña, que también son asuntos nacionales, y de poco más. Eso sí: de la crisis de la sanidad pública, del juicio de los ERE y de la molicie del gerente de la Faffe, temas poco propicios para el PSOE andaluz en unas elecciones.
Si más argumentos, la presidenta tendrá muchas dificultades para explicar un adelanto electoral en 2018. Claro, que también las podría colocar en febrero, pero a lo que se niega, en principio, es a hacerlas coincidir con las de Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno no tiene nada decidido. Lo que ocurra va a depender, en buena medida, de otra andaluza, de la consejera de Hacienda, María Jesús Montero. La sevillana tiene el encargo de ponerse de acuerdo con Podemos y los nacionalistas para aprobar los Presupuestos de 2019. Una vez que le echaron para atrás la senda de déficit, el acuerdo volverá a intentarse a finales de este mes en el Congreso y será aprobado por el primer Consejo de Ministros de después de las vacaciones de verano.
Es complicado, pero no imposible. Si hubiese Presupuesto, Pedro Sánchez aún podría apurar 2019 y esperar a la celebración de las municipales y europeas de primeros de junio. Esta triple convocatoria -también hay autonómicas- es una buena medida para adoptar otras decisiones, pero casi nadie en su Gobierno espera que se agote el mandato. En Andalucía se espera al primer consejo, el de finales de agosto, o a otro extraordinario para comprobar si Susana Díaz elige la fecha del 28 de octubre, el día en que Felipe González ganó sus primeras elecciones. A algunos socialistas les gusta, pero no hace sino recordar que el PSOE andaluz gobierna desde 1982 de modo ininterrumpido.
Cuenta una leyenda -no confirmada- que el cadáver del anarquista Buenaventura Durruti fue expuesto por la CNT en una inmensa puerta de caoba del palacio de Borghetto de la calle Miguel Ángel de Madrid, y que la familia Morenés la arregló pasada la Guerra Civil y la convirtió en la mesa donde se dan los almuerzos en las Marismillas. La comida que se sirve en el palacio es espectacular por su sencillez. Puro acento sanluqueño. Es muy complicado mejorar la calidad de la papa de los arenales de la Algaida. Al presidente aún le queda una semana de vacaciones, Susana Díaz pasó unos días en Chiclana pero se marchó, quién sabe si el recuerdo de Durruti aún será testigo de otros encuentros.
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