Playita, el barrio del 'padre Manolo'
UN SECTOR MARGINAL
Cuando la Policía detuvo al padre Manolo, escondido en un refugio de drogadictos de Playita, doña Villa y algunos vecinos lloraban sin consuelo. Recordaban las muchas atenciones que había tenido con ellos, que lo consideraban como uno más. Era tanto el cariño que le profesaban que el diario puertorriqueño Primera Hora llegó a calificar a Tobaja, en la información de su juicio, como el Robin Hood de Playita.
Este sector es un pequeño barrio dentro del denominado Barrio Obrero, situado en Santurce, una zona de San Juan de Puerto Rico, similar a un distrito de una gran ciudad. Es un sector muy deprimido, y una parte de sus vecinos se dedican a la venta de drogas. El barrio de Playita, como otros semejantes, está dominado por un jefe, que es el dueño de todos los puntos de venta, al que se denomina bichote. También lo habitan algunas familias pobres y honradas, que nada tienen que ver con el trasiego de sustancias. Según afirma Manuel Tobaja, “tras conocer a algunas de esas personas, me dediqué a visitarlas, y así se reunía conmigo una concurrencia que me apreciaba y quería”. En los tres meses que permaneció allí se dedicó a asistirlos en sus necesidades básicas, como arreglar documentos, visitar a enfermos, llevar a drogodependientes a programas, y otras actuaciones sociales.
Estos barrios marginales puertorriqueños suelen ser muy conflictivos, ya que mantienen las denominadas guerras de los puntos con otros barrios que se dedican a lo mismo. Esas guerras están generadas por la competencia. A veces se matan entre sus dirigentes, al modo mafioso, para apropiarse de los barrios contrarios y unirlos al negocio del que gana. “Allí presencié el primer asesinato en mi vida”, afirma Tobaja.
A pesar del ambiente, extremadamente peligroso, el padre Manolo era conocido por todos y se sentía a salvo. “Me llamaban, cariñosamente, el “padre de los pobres” –recuerda-, y acudieron a todas mis citas judiciales, para reclamar mi libertad y darme su apoyo. El barrio me quería y, cuando yo llegaba, me ponían vigilancia para que no me pasara nada”.
Cuando ocurrió su detención y su posterior encarcelamiento, los vecinos de Playita lamentaron lo que le había ocurrido al padre Manolo. Entonces le buscaron a una de las abogadas más afamadas de Puerto Rico, Jane Hoffman Mauriño, que lo defendió, pagada por el barrio.
Cuando se produjo la “fuga” de prisión, Manuel Tobaja fue escondido en Playita, en un refugio sucio, donde vivía un drogadicto. “Me protegían, a veces demasiado –recuerda-, pues un día incluso tirotearon a la Policía, cuando patrullaba por allí para buscarme”.
En Playita aún lo recuerdan. Y contactan con él por teléfono, o por correo electrónico. Todavía muchos vecinos le cuentan sus problemas al ‘padre Manolo’.
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