Dos años de mayoría absoluta con un solo nombre, Juanma

Segunda legislatura del PP

El Gobierno andaluz pivota en torno a la imagen de su presidente, un dirigente que da "tranquilidad" al 51% de los andaluces

A pesar de la abundancia presupuestaria, el Ejecutivo andaluz no ha conseguido desbloquear su principal déficit, la atención sanitaria

Juanma Moreno prepara los cambios para julio

Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía
Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía / EP

Desde el último Gobierno del socialista Manuel Chaves, ningún otro presidente de la Junta había conseguido una mayoría absoluta en unas elecciones. Hoy hace dos años, Juanma Moreno, dirigente del PP, obtenía 58 escaños, una amplísima mayoría que le permitió confeccionar el Gobierno a su medida y expulsar a algunos de sus principales contrincantes de aquella contienda: Juan Marín, de Ciudadanos, y Macarena Olona, de Vox. Todo aquel aval político se ha empleado en profundizar en la figura de Moreno, líder absoluto de su partido y, en buena medida, de los andaluces. Ése es el gran éxito del Ejecutivo. El análisis postelectoral del Centro de Estudios Andaluces (Centra) de esos comicios revelaba que la emoción que el presidente inspiraba era la "tranquilidad", un 50,1% señala esta virtud, mientras otro 24,6% señalaba el "entusiasmo".

Juanma Morfeno gana la mayoría absoluta el 19 de junio de 2022

La encuesta del Centra es, doblemente, reveladora. Primero, por lo que expresa, que es la amplia popularidad de Moreno; segundo, por el interés del Centra, que es un organismo público dependiente de la Consejería de Presidencia, en buscar los perfiles más positivos del hombre para el que trabaja toda la organización política de la Junta. Moreno sólo provocaba, entonces, un rechazo del 8,6%, lo que indica que había votantes de partidos diferentes al PP que tenían un buen concepto del presidente.

El Gobierno se ha centrado en construir la figura del Juanma Moreno dialogante, sereno entre la polarización

Juan Espadas, su contrincante socialista, tenía un rechazo del 28%, mientras que generaba tranquilidad al 20%. También entusiasmo, pero Espadas no era un líder tranversal, como sí lo es Moreno, tampoco lo era Macarena Olona, el cartel de Vox, que provocaba rechazo al 42,3% de los sondeados. Esta conjunción explica cuál fue el éxito del PP en esas elecciones, presentar a Juanma Moreno como un baluarte ante la extrema derecha de Vox sin ser agresivo con la izquierda y, en especial, con el centro izquierda donde el PSOE pesca muy bien. En ese mismo sondeo, el 46,7% de los sondeados explicaba que la no entrada de Vox en el Gobierno les generaba tranquilidad y al 29%, entusiasmo.

Juanma Moreno cuadró, así, el círculo ideológico. Se había acercado al andalucismo histórico hasta rehabilitar a líderes como Alejandro Rojas Marcos, había simpatizado con Felipe González y, sobre todo, había rehuido de las decisiones polémicas. En Andalucía, por ejemplo y a pesar de que Vox era un aliado parlamentario en la misma legislatura, no se tocó la ley de Memoria Democrática.

El cantante de Falsas Realidades

Los dos primeros años de esta segunda legislatura han abundado en la construcción de esta figura. Juanma Moreno cuenta con un amplio grupo de asesores en San Telmo que trabajan un perfil para el que el presidente, además, está preparado. Tiene la artificialidad de estos diseños, pero el Moreno público se parece al real. El cantante de grupos tan ochenteros como Lapsus Psíquico, Cuarto Protocolo y Falsas Realidades era un tipo simpático, no un líder, pero sí un militante aplicado de Nuevas Generaciones que tuvo la suerte de situarse en el círculo de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Su designación por parte de Mariano Rajoy fue una apuesta en la que el gallego acertó.

Pasado el 19 de junio de 2022, Juanma Moreno compuso un Gobierno que no le salió del todo bien. Un fichaje se le cayó poco antes de comenzar la rueda de prensa para anunciar su gabinete, y los dos puntales mediáticos de la legislatura anterior -Elías Bendodo y Juan Marín- ya no estaban. En una apuesta muy personal, Moreno nombró portavoz al almeriense Ramón Fernández-Pacheco, un político con mucho recorrido, es 14 años menor que el presidente, pero que en ese momento estaba muy verde.

Pero, además, sucedió algo, en estos dos años, Moreno ha tenido que hacer frente a tres elecciones, unas municipales, unas generales anticipadas y unas europeas, y en todas ellas él ha sido uno de los puntales del partido. Es cierto que ha conseguido tres victorias consecutivas, pero eso ha hecho que el Gobierno aún pivote más en torno a su figura.

Esta construcción del personaje también lleva aparejadas acciones excesivas, como un protocolo propio de virrey, la proliferación de entregas de premios, medallas y reconocimientos e, incluso, la aparición principal de su esposa, Manuela Villena, en actos institucionales donde hasta ahora no se contaba con la pareja del presidente o de la presidenta.

Moreno ha sido consciente todo este tiempo que su excesivo protagonismo ensombrecía a sus consejeros, pero las repeticiones electorales y ciertos déficit de gestión en el Ejecutivo han llevado a que la situación se prolongue. Después del debate de política general del 26 de junio, el presidente tiene previsto realizar varios cambios en el Gobierno, aunque nadie se atreve a aventurar qué calado tendrá ni cuántos nombres cambiarán. Si cambian.

Los principales éxitos de esta legislatura fueron la nueva rebaja fiscal que le llevó a suprimir mediante bonificación del impuesto de patrimonio, y el acuerdo con el Ministerio de Transición Ecológica sobre Doñana. El primero se debe a una convicción ideológica y el segundo es fruto de una necesidad que ambos gobiernos, el central y el andaluz, tenían, pero que salvaba a Juanma Moreno de tener que dar respuestas ante Bruselas.

Hay quien observa en la trayectoria de Juanma Moreno un modo de hacer política andaluza muy similar a la de Manuel Chaves. Y es cierto, hay parecidos, y uno de ellos es la confrontación permanente con el Gobierno central. Tanto es así que muchos de los problemas propios andaluces, como la escasez de agua y la sequía, se solventan por la vía de culpar de todo ello a Pedro Sánchez, un dirigente que no es muy popular en la comunidad. El recurso a la crítica al Gobierno central es una vía de escape facilona pero rentable, todos la han practicado.

La sanidad, por ejemplo. En las últimas semanas, la consejera de Salud, Catalina García, viene culpando al Ministerio que lo le deja contratar médicos sin el MIR finalizado para atender lo que se espera un verano muy complicado en el SAS por falta de facultativos. Lo cierto es que García no ha conseguido que disminuyan las listas de espera para ver especialistas y que la Atención Primaria deje de estar atascada. Hay un nuevo plan, cuyos frutos se deben ver en noviembre, pero el Gobierno ya sabe que nunca tendrá más recursos que ahora: o lo soluciona ahora o verá cómo todo se complica hasta límites peligrosos cuando vengan las vacas flacas presupuestarias.

Y ése es uno de los déficits del Gobierno, su escasa valentía para acometer unas reformas que son necesarias, pero impopulares. El modelo del SAS, que es el mismo que el del PSOE, no funcionará a largo plazo, como tampoco lo hará la educación pública si sigue aumentando el gasto a pesar de que hay menos niños en las escuelas.

Dos años después de aquel éxito electoral, Juanma Moreno ha conseguido que Andalucía esté de moda y que él también lo esté. Al menos, en su partido. Si Alberto Núñez Feijóo fracasase en su intento de conseguir el Gobierno central, el PP deberá elegir entre sus dos líderes más populares, la madrileña Isabel Díaz Ayuso y el andaluz Juanma Moreno, y sería este segundo el preferido.

stats