Informe sobre barrios marginales
La cara menos amable de las ciudades de Andalucía
Informe sobre barrios marginales
Los recientes hechos ocurridos en la barriada sevillana de las Tres Mil Viviendas y en la onubense del Torrejón, han devuelto a la actualidad, una realidad ante la que torcemos la vista. Son lugares donde no llegan los turistas, donde los servicios públicos casi brillan por su ausencia, donde los pisos no tienen los imposibles precios de otros lugares sencillamente porque pocos quieren vivir en ellos y quienes sí lo hacen es porque no tienen otro remedio. Cuando la pobreza entra por la puerta, la delincuencia viene detrás de ella.
No obstante, la padecida hasta estos momentos, apenas pasaba del trapicheo de drogas o la comisión de hurtos de poca monta. Ahora se ha transformado en disparos con armas de guerra o quema de edificios donde residen clanes enfrentados por el control de plantaciones de marihuana que se surtían de la electricidad desviada de unas tomas generales que provocaban cortes constantes que afectaban a todo el barrio.
Las autoridades parece que han puesto el pie en pared y las redadas en ambos lugares se repiten. Cuando los agentes abandonan los barrios, atrás dejan los mismos problemas que se encontraron cuando los cercaron. La delincuencia se toma un respiro, pero pocos dudan de que regresará. Y lo hará víctima de los mismos males que la originaron; la marginalidad, la falta de planificación, de mantenimiento, de infraestructuras que aseguren una vida digna y que palíen en lo que puedan, tasas de abandono escolar y de desempleo inimaginables en cualquier otro lugar.
Es ahí donde las ciudades abandonan lo que no les sirve para vender la imagen de que todo es brillo. Sus calles no tienen esos grupos de turistas que impiden la normal circulación por algunas de las calles del centro de las capitales andaluzas. Las posibles soluciones puestas por las autoridades municipales estarán en vigor mientras dure la actualidad informativa en esos barrios y volverán a ser recordadas cuando se vuelvan a escuchar los próximos disparos.
Tres barrios de Sevilla repiten año tras año entre los cuatro más pobres de España. Esa pobreza, acompañada de un desempleo crónico, falta de cualificación laboral y fracaso escolar, deriva en ocasiones en marginalidad y en delincuencia. El barrio más deprimido de Sevilla es el Polígono Sur, más conocido popularmente por el sobrenombre de una de sus barriadas, las Tres Mil Viviendas. Esta zona fue el 12 de octubre el escenario de un tiroteo con armas de guerra, que fue grabado por unos vecinos en unas imágenes que se hicieron virales. Lo tiradores utilizaron escopetas, pistolas y al menos un arma automática, probablemente un kalashikov, y dispararon balas trazadoras, dejando imágenes más propias de una zona en guerra que de la capital de Andalucía.
El tiroteo vino acompañado de una posterior respuesta de la Policía Nacional, que ha peinado el barrio en las últimas dos semanas en busca de armas de fuego y de droga, en especial de plantas de marihuana. Los cultivos de cannabis han colonizado las Tres Mil Viviendas y se utilizan los pisos vacíos como invernaderos. Desde el tiroteo, la Policía ha desmantelado 21 plantaciones e intervenido casi 5.000 plantas de esta droga. La presión policial llevó a las mafias incluso a tirar plantas a la basura, para evitar una hipotética entrada de la Policía en los pisos.
Este golpe a la marihuana se ha traducido en una caída del consumo eléctrico de en torno al 40%, lo que da una idea de la vigencia del fraude eléctrico en una zona minada de plantaciones de cannabis. Cada cultivo consume una cantidad de electricidad similar a 80 viviendas. Esto ha provocado en los últimos años apagones, incendios y sobrecargas de la red eléctrico, entre otros problemas de convivencia. La Policía también trasladó sus redadas al Polígono Norte, en concreto a la calle Hermano Pablo, una de las más conflictivas de la ciudad.
Los Pajaritos y Torreblanca suelen copar también los primeros puestos de barrios más pobres de España en las estadísticas oficiales. El primero es una zona que se ha convertido en los últimos años en un supermercado de la droga, con numerosos narcopisos en los que se vende y se consumen estupefacientes. Torreblanca tiene un extremo muy deprimido, en torno a la plaza del Platanero, también marcado por la marginalidad, la delincuencia y el tráfico de drogas.
La barriada del Torrejón en Huelva se convirtió en protagonista de los informativos estas últimas semanas. La muerte de un hombre a mediados de septiembre en un tiroteo fue seguida por incidentes similares, aparición de armas automáticas y granadas de mano, una explosión y dos incendios en un edificio. Ni un espectacular operativo con más de 200 agentes de diferentes unidades de la Policía Nacional desplegado conseguía disipar el miedo y la preocupación entre los vecinos, que llevan décadas conviviendo con episodios esporádicos de droga y violencia, que han terminado por marcar el barrio y estigmatizar a sus vecinos.
Son varias las asociaciones y colectivos sociales que trabajan hace años en la barriada Alcalde Diego Sayago, su nombre real y al que apelan los propios vecinos para huir de esa marca que tiene El Torrejón por sus recurrentes apariciones en noticias de sucesos. La desaparición y asesinato de la niña Mari Luz Cortés, vecina del barrio, fue uno de ellos, el que más ha llevado este rincón de Huelva a los informativos nacionales. Pero pese a los trabajos de integración social y la alegría de momentos de apertura a la ciudad, como sus zambombas flamencas, los temores persisten entre la mayoría, “gente buena que no está metida en nada”, como recalcan. Después de los últimos sucesos, muchos de ellos se están planteando salir de allí, aunque la carestía de la vivienda en otras zonas lo complica.
En Huelva también se vive algo parecido en Marismas del Odiel, barrio marginal reducido casi a la categoría de gueto, de esos de los que la leyenda urbana proclama que no entra la Policía ni los servicios municipales. Los vecinos de los alrededores tratan también de aislarse de los efectos de la degradación y marginalidad del lugar, más propio de otros tiempos, aunque disponga de viviendas relativamente recientes.
En otro extremo de la ciudad, la barriada de Pérez Cubillas es otro núcleo humilde condicionado por algunos puntos de cultivo y venta de droga, como en los que actuó también la Policía el martes pasado. Es un reducto mínimo el implicado, suficiente para marcar el barrio pero contra el que el vecindario se rebela con iniciativas como una cofradía, que les une con orgullo y dignidad, y clubes y colectivos deportivos que tratan de hacer valer a esa “gente buena” por encima de quienes puedan distorsionar una convivencia pacífica.
La cara fea de Cádiz ofrece un perfil sinuoso y sombrío donde se cobijan los fuera de la ley. Son barrios angulosos de casas destartaladas donde la podredumbre se ha hecho fuerte y se transmite de padres a hijos como única y triste herencia. Es su forma de vida. No saben hacer otra cosa. No quieren hacer otra cosa.
Aunque algunos de estos territorios comanches han sabido desprenderse con los años y la inversión de las administraciones de la pátina delictiva -casos del Cerro del Moro en la capital gaditana o la barriada José Antonio en El Puerto, demolida a golpe de excavadora-, todavía existen lugares por donde es mejor no pasear con aire ausente. Uno de estos es la conocida calle Guadalete, en Puerto Serrano. Se trata de una vía larga, sin comercios ni bares, que acaba en ninguna parte, es decir, en una escombrera junto al río que le da nombre. Ninguna parte. Allí, hace décadas, se asentaron familias provenientes de un clan que tuvo que huír de las Tres Mil Viviendas de Sevilla después de un problemilla entre familias gitanas y que se adaptaron rápidamente al ecosistema. La calle Guadalete es el gran supermercado de la droga en la Sierra de Cádiz. Cocaína, heroína y marihuana, producto este último autóctono de la comarca y que lo mismo se cultiva en azoteas que en patios traseros por donde se pasean altaneros gallos de pelea, se encuentran con facilidad entre sus casitas bajas. Mientras que Puerto Serrano progresa, la calle Guadalete sigue siendo un agujero negro de cuya fuerza gravitatoria es mejor alejarse.
Otro lugar con fama de conflictivo es la barriada de El Pinar, en Barbate. Construida en el lugar donde en el siglo XIX se levantó el poblado chabolista de El Zapal, al que llegaron tipos de todo pelaje en busca de trabajo en la almadraba, El Pinar (antes barriada de Carrero Blanco) sigue siendo protagonista en redadas de la Guardia Civil, cuyos agentes tratan de acabar con el menudeo de droga, tan arraigado en una localidad que busca sacudirse de una leyenda negra que volvió a ponerla en el foco mediático nacional con la muerte en su puerto de dos guardias civiles el pasado febrero.
En El Puerto de Santa María, una vez reducida a escombros la barriada de José Antonio, los irreductibles del trapicheo se asientan en Los Milagros. Aunque desde el Ayuntamiento se ha hecho una inversión importante en la rehabilitación urbanística del barrio para que deje de ser un punto negro del narcotráfico en la provincia, todavía hay pisos con clanes problemáticos que se resisten a abandonar su forma de vida. En las viviendas sociales de la calle Valdés y en puntos del barrio alto también persisten algunos focos del negocio.
Al norte de la capital malagueña, en el margen derecho del río Guadalmedina, los vecinos del distrito número 5 de la capital residen como en una especie de limbo. Hace décadas que el hambre y la falta de oportunidades hicieron de la droga, especialmente en los barrios de La Palma y La Palmilla, un negocio más. En los últimos tiempos, las armas -entre ellas, subfusiles o metralletas- también han penetrado en la barriada. Las utilizan para amedrentar a la familia rival, con la que se disputan el control. El control de la venta de estupefacientes o de un terreno.
El último incidente con arma de fuego en la zona, que ha trascendido en los medios de comunicación, ocurrió el pasado 22 de septiembre. Poco antes de la medianoche, un testigo informó a los servicios de emergencia de que al menos dos individuos con una pistola habían abierto fuego en plena vía pública. Acto seguido, huyeron. Los agentes, a su llegada, comprobaron que no había ninguna persona herida en el lugar; pero, sí varias vainas percutidas y dos viviendas afectadas por los tiros.
No obstante, los tiroteos en Palma-Palmilla han disminuido debido a la presión policial que desencadenó un incesante goteo de balaceras el pasado año. De hecho, unas de las investigaciones del Cuerpo Nacional de Policía más importantes en este sentido culminó hace unas semanas con la intervención de cuatro armas de fuego y la detención de 13 personas, miembros del clan familiar que supuestamente lideraba el negocio de la droga con una red de pisos que albergaban plantaciones indoor de marihuana. Las pesquisas acreditaron que los sospechosos no solo carecían de medios de vida legítimos, sino que el narcotráfico era su modo de vida.
A principios de mes, el céntrico barrio de La Trinidad fue también escenario de uno de los peores tiroteos registrados en la capital en lo que va de año. El resultado: siete detenidos, tres de ellos en prisión provisional, y seis heridos. Todo apunta a que el motivo de la disputa entre las familias protagonistas esté relacionado con la adjudicación de una vivienda VPO.
En Granada capital, la conocida como zona Norte es el lugar que más aparece en las crónicas de sucesos, sobre todo a consecuencia de los cultivos ilegales de marihuana y por el tráfico de drogas. Este barrio sufre diariamente cortes de luz intermitentes, a veces de muchas horas seguidas, a consecuencia de las sobrecargas en la red provocadas por los enganches ilegales para alimentar los cultivos. Son habituales los despliegues de Policía Nacional y técnicos de Endesa para desarticular plantaciones y enganches, con cada vez con más esfuerzo para evitar el tráfico de drogas.
Para los cultivos hay enganches ilegales en viviendas, locales comerciales e incluso a veces en edificios enteros. El caso más destacado es el conocido como Hotel Luz, un bloque de viviendas del distrito que ha sido ocupado en numerosas ocasiones y en el que proliferan los enganches a la red eléctrica y los cultivos de marihuana. La última operación en él data de septiembre, en la que se realizaron 36 registros para desmontar una gran conexión que daba luz a todo el inmueble, y del que se incautaron 5.000 plantas de cannabis.
La situación de los cortes de corriente tiene en jaque a los vecinos desde hace 20 años. La mayoría pagan sus facturas, pero no disfrutan de un servicio de calidad como en otras zonas de la capital. En este tiempo se han cursado denuncias tanto de particulares como de asociaciones, pero son desestimadas. La última, la de un grupo de residentes en 2019, quienes denunciaron la vulneración de sus derechos fundamentales debido a los "continuos cortes de luz sufridos durante años", fue desestimada hace un mes.
En varias ocasiones se han realizado acercamientos entre Ayuntamiento, Junta de Andalucía y la compañía suministradora para tratar de acabar con estas situaciones, pero siempre quedan en papel mojado. Mientras, la Comisión de Peticiones de la UE apelaba el pasado verano a “la necesidad de abordar urgentemente la situación mediante un enfoque holístico que incluya la cooperación de los agentes nacionales, sociales y privados pertinentes”. Para la institución europea “corresponde a las autoridades nacionales actuar en consecuencia” dado que “los litigios entre consumidores y proveedores de energía o entidades responsables de la instalación, mantenimiento y mejora de la red eléctrica no son competencia de la Comisión sino de las autoridades nacionales”.
De gente muy humilde y trabajadora y con un gran movimiento asociativo, en el distrito viven una mezcla de culturas y de gente de todas las edades y nacionalidades, algunas de ellas con problemas de salud que requieren máquinas conectadas a la corriente que no pueden mantener por culpa de los cortes. Son habituales las concentraciones y manifestaciones denunciando la situación, la más reciente el pasado 10 de octubre, cuando una concentración puso de relieve las más de 120 horas sin suministro eléctrico que los vecinos soportaron en menos de dos meses.
Las dos ciudades más pobladas del Campo de Gibraltar, Algeciras y La Línea, cuentan en sus tramas urbanas con áreas marcadas por la estigmatización social y en las que se concentran las principales actuaciones de las autoridades en materia de seguridad ciudadana.
El tráfico de drogas al menudeo, los cultivos de marihuana indoor y otros delitos centran los esfuerzos de las autoridades en la zona sur de Algeciras, formada por los barrios de El Saladillo, La Piñera, Quince de Junio, Pescadores, Los Toreros, La Yesera y Cortijo Vides. Estas populosas barriadas forman parte del mapa de Zonas Necesitadas de Transformación Social (ZNTS). A estas barriadas cabría sumar la zona alta de La Bajadilla.
Según datos del Plan Local de Intervención en Zonas Desfavorecidas, la zona sur de Algeciras cuenta con una población de 20.365 habitantes y el índice de paro supera la media local, alcanzando el 53,02%. Por otra parte, el porcentaje de población sin estudios en estas zonas es mayor que a nivel municipal, llegando al 10,29%. El número de viviendas y edificios en mal estado es del 26,03%, según datos de la Agenda Urbana 2030 publicados por el Ayuntamiento.
En La Línea de la Concepción, por su parte, los principales problemas de seguridad ciudadana se concentran en Las Palomeras, barriada que forma parte del sector de Los Junquillos. Al igual que en Algeciras, la barriada en su conjunto tiene la catalogación como ZNTS con una población estimada de 14.522 personas, según datos de la Junta de Andalucía para la declaración de esta figura de atención social.
Córdoba tiene en Las Palmeras, uno de los barrios más pobres de España, uno de sus puntos más conflictivos, si bien ahora lo es algo menos que hace unos años, época en la que los vecinos se llegaron a organizar en patrullas ciudadanas ante la situación de “grave inseguridad” que se vivía para proteger locales y negocios. Tirones de bolsos a personas mayores, robos de neumáticos, baterías y diversas piezas de vehículos estacionados en la vía pública o intentos de asalto a viviendas eran algunos de los delitos que se producían con frecuencia en el barrio. Eso ahora no es así, aunque sí se producen de vez en cuando algunas reyertas.
Como también se producen en algunas zonas de otros dos de los barrios más pobres de España, los del Sector Sur y el Barrio del Guadalquivir, zonas en las que se localizan algunos puntos de venta de droga. Asimismo. recientemente, la asociación vecinal Huerta de la Reina denunciaba que “este barrio es la jungla por la inseguridad ciudadana que sufre". El colectivo protestaba "por la creciente inseguridad del barrio de Huerta de la Reina, dado que se están cometiendo atracos, robos, situaciones de ocupación y de vandalismo, algo que ya viene siendo corriente desde hace varios meses", destacaba su presidente, José María Vázquez Teja. El colectivo vecinal exigía tanto al Ayuntamiento como a la Subdelegación del Gobierno más presencia policial "disuasoria" en el barrio
En Almería han existido conflictos significativos entre clanes, teniendo en el control de territorios una de sus aspiraiones y motivos de disputa. Y ahí aparece con relevancia el barrio de El Puche de Almería capital. Uno de los casos más notorios es el de los Antones, un clan que ha sido asociado con el uso de armas para dominar la zona. Este clan se vio envuelto en un tiroteo que afectó a una niña, lo que llevó a una operación policial para detener a su líder, que estaba evadiendo a las autoridades y utilizando documentos falsificados.
El Puche es considerado uno de los barrios más conflictivos de Almería. A pesar de sus desafíos, como la violencia puntual y la inseguridad en ciertas zonas, son los propios vecinos los que tratan de alentar la convivencia a través de distintos colectivos surgidos en los últimos años.
En los últimos años, uno de los incidentes más significativos ocurrió en mayo de 2020, cuando un tiroteo dejó a tres personas heridas, al menos una de ellas por un disparo en el abdomen. Este suceso se produjo en un área cercana a un colegio.
En Jerez, uno de los focos más conflictivos desde hace décadas lo encontramos en la zona sur de la ciudad, concretamente en la barriada de San Telmo viejo. La venta de drogas es el principal problema de este barrio jerezano, uno de los puntos negros de la localidad y en el que cada cierto tiempo se producen enfrentamientos entre clanes y redadas. Esta misma situación se repite en San Juan de Dios, otro barrio complicado y donde la venta y el consumo de droga y la delincuencia están a la orden del día.
A él hay que añadir en los últimos tiempos el barrio de Santiago, uno de los lugares más emblemáticos de Jerez, no en vano ha sido uno de los que más artistas flamencos ha aportado al arte jondo en el último siglo. La ocupación de unos bloques al final de la calle Nueva hace ahora doce años, coincidiendo con el cierre de la Iglesia mientras se restauraba, ha provocado el asentamiento de familias y clanes procedentes de otros puntos de Andalucía, convirtiendo la zona en un punto negro, debido a la venta de droga.
El pasado año se produjo un enfrentamiento a tiros, y en la actualidad, son muchos vecinos y familias autóctonas de la zona que han optado por mudarse ante la situación de inseguridad que existe en algunas de sus calles, especialmente en la citada calle Nueva y la calle Cantarería. Los vecinos tratan ahora, a través de una asociación, recuperar el barrio, una empresa para la que han planteado diversos proyectos con la esperanza de devolver el esplendor a uno de los enclaves históricos más importantes de Jerez.
Hacía años que los puntos calientes de la delincuencia en la provincia de Jaén no estaban tan activos. En los últimos meses se han dado varios golpes al tráfico de armas y se han sucedido los tiroteos entre clanes rivales, casi todos con el trasfondo del control de la venta de droga. Y si se habla de focos de conflictividad en Jaén hay que señalar en especial dos.
El primero de ellos se ubica en el casco histórico de la capital, una de la zonas con mejores vistas de la urbe, al regazo del Castillo de Santa Catalina y que sin embargo se parece mucho a las zonas no go que existen en algunas zonas de Europa y a las que las fuerzas de seguridad sólo entran arropadas por un amplio dispositivo. Hablamos del barrio de Antonio Díaz, justo encima de La Magdalena y con tres calles que conforman la que puede ser la manzana más peligrosa de la provincia. La primera de ellas es la que da nombre al barrio y que no tiene salida. Desemboca en la calle Cora y esta, a su vez, en la San Rufino.
El segundo foco más activo en lo que a delincuencia en Jaén se refiere se encuentra en Linares. La barrida de Los Arrayanes suele protagonizar noticias por el tráfico de estupefacientes en sus calles o las disputas de los clanes por el control de los puntos de venta de droga. Y dentro de este barrio especialmente sensible hay que señalar la zona del camino del Madroñal, donde sin ir más lejos hace apenas un mes se registraron hasta cuatro tiroteos por un asunto de faldas no consentidos por los dos clanes implicados.
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