Susana no es el enemigo común

Análisis del debate electoral

Las derechas se enzarzan entre ellas para comodidad de la presidenta socialista mientras la líder de Podemos pareciera estar en un debate de delegado de clase

Susana Díaz
Susana Díaz / M. G.
Carlos Navarro Antolín

19 de noviembre 2018 - 23:57

Sevilla/Una previsible sucesión de monólogos. Una más. Casi sin ni siquiera pellizcos. Los debates electorales de los últimos tiempos dejan poco espacio para la frescura, tanto que la moderadora de Canal Sur tuvo que recordar a los participantes que podían interrumpirse. ¿Se imaginan al árbitro de un partido de fútbol instando a los jugadores a meter la pierna? Ya moderaré yo, hagan su labor. Ya haré yo mi trabajo, quítense la pelota. Todo muy pacifico, con guiños de cordialidad, muy versallesco, muy de fair play.

Moreno Bonilla gana prestigio en los debates. Ya se vio en 2015, cuando en el segundo encuentro logró desarbolar a Díaz por unos instantes que pusieron en guardia a los asesores de San Telmo. Pero de nada bueno le sirvió entonces al líder del PP. Y de nada bueno parece que le servirá ahora, según las encuestas. Acaso para polemizar con el candidato de Ciudadanos, Juan Marín. Las derechas se enzarzaban entre ellas, con la elegancia propia de las casas, mientras la presidenta se sentía cómoda.

Esta Susana Díaz no une a los enemigos contra ella, no es el objetivo común como lo fue en su día Rajoy, muñeco sometido al pimpampúm desde todas las posiciones. Sus rivales está desunidos. Siempre se mantiene que no hay nada que una más que el enemigo común, pero está claro que esta presidenta, vestida de blanco y verde, no une a sus rivales. Quizás el pecado (histórico) de los grupos de la oposición en Andalucía haya estado precisamente en no saber derribar juntos al PSOE, ni siquiera con aquella célebre pinza de Arenas y Rejón. Y quizás por eso casi todos los rivales del PSOE se han ido sucesivamente uniendo a él de una u otra forma: PA, IU, Cs. Todos, menos el PP, que siempre se ha quedado en una soledad pasmosa.

Teresa Rodríguez se llevó una y otra vez el índice a la barbilla. Esta candidata mira mucho hacia abajo. Es la alumna aplicada que quiere demostrar que se sabe una lección aprendida minutos antes en el pasillo, repasada con nervios en los últimos instantes. Y expone la materia con la rigidez propia de una grabación de vídeo comunitario de los años 80. Parecía a veces que estaba un debate de las elecciones de delegado de primero de facultad.

Marín le tendió la mano a Moreno Bonilla a las 23:10. Si los escaños de ambos suman 55, claro. Pero se siguieron enfrentando el uno contra el otro para felicidad de... Susana. Marín fue hasta cruel al resaltar una y otra vez la incapacidad del PP para ser una alternativa en Andalucía. Marín parecía en ocasiones que estaba de tertulia en la barra de un bar cuando se dirigía a Moreno o a Rodríguez. "¿Oiga?", llegó a interpelar en una ocasión.

Susana confesó su "cariño" y "aprecio" a Juan Marín y a Teresa Rodríguez, como si les echara la mano por el hombro para ablandarlos y llevárselos a su terreno. Hasta le dedicó la letra de una célebre canción de Presuntos Implicados a su socio de investidura, Juan Marín: "Cómo hemos cambiado, que lejos ha quedado aquella amistad".

Marín estaba tan relajado en algunos momentos que aseguró que el PSOE y el PP han nombrado los jueces "a deo". Y hasta le espetó a Rodríguez que estaba "obsesioná con la concertá".

El último bloque estaba dedicado al denominado reto territorial, algo así como conectar la música bacalao para que el personal vaya abandonando el local y se queden ante la pantallas sólo los más 'jartibles'. Moreno ahí se vino arriba de nuevo cuando reprochó a la presidenta que en los libros de Educación para la Ciudadanía se define a España como un estado plurinacional.

Cuando Moreno enfilaba a la presidenta, nadie le seguía. Cuando Marín criticaba a Susana, nadie le seguía. Y cuando Teresa Rodríguez reprochaba a Susana haberse dejado apoyar por la derecha, las derechas no seguían a Rodríguez. Cuando Susana Díaz y Moreno se enconaron mínimamente, el debate ya se acababa. Laus deo, que diría Marín como al explicar la elección de los jueces. Cuando todos despertaron, Susana seguía allí.

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