Todo menos un 'sparring'
Planas opone a Díaz su sólido currículum al margen del partido.
Puede que la forma en la que anunció ayer que se presenta a las primarias del PSOE andaluz no tenga nada de simbólica, pero también puede ser que sí. Lo hizo en un foro agrario, delante de agricultores y personas relacionadas con el sector primario. No comunicó nada a la dirección del partido, o al menos eso dijo Mario Jiménez, el vicesecretario general. Mensaje subliminal del primer acto de campaña: no soy el candidato del aparato. También hace el anuncio después de un fin de semana en el que todos los medios -salvo algún pequeño ruido- daban por hecho que Susana no tendría oposición alguna y llenaban los espacios analizando el susanismo que viene. Segundo mensaje subliminal: también sé marcar la agenda, o, lo que es lo mismo, también sé hacer política.
Luis Planas Puchades (Valencia, 1952) no da un paso sin haberlo medido. Si se presenta es porque ve posibilidades. A sus colaboradores les ha dicho que se presenta por iniciativa propia, sin tutelas. Pero guarda sus cartas sobre sus apoyos -se presume que el sector crítico- y sobre sus ideas para el PSOE. Ayer por la mañana ya estaba en plena faena, haciendo una de las cosas que más le gusta: crear y coordinar equipos de trabajo, en este caso el de su candidatura.
Como aún no hay programa, tenemos que recurrir a la trayectoria para saber quién es Luis Planas y cómo respira. Primera conclusión: es un político veterano, de larguísima y dilatada trayectoria. En lo generacional, Susana Díaz representa una ruptura. Planas no. Es más asimilable a Chaves y Griñán -con éste comparte su profesión de inspector de trabajo- y de hecho mantiene una muy buena relación con los dos. El hecho diferencial es que Planas se ha forjado en Europa, primero como secretario general del grupo socialista español en la Eurocámara y luego en sucesivas etapas como director de gabinete del vicepresidente de la Comisión Europea, Manuel Marín, y del entonces Comisario de Asuntos Monetarios, Pedro Solbes.
Ahí aprendió una manera de entender y hacer la política. Planas estudia los asuntos al detalle, le da mucha importancia a la documentación técnica, es muy suave sus formas y tiene la virtud de decir algo sin decir nada. A lo gallego. Ha aprendido en las sutilezas de la diplomacia europea, y de eso hay muy poca costumbre en la política andaluza. En los últimos años, tuvo la oportunidad de desplegar estas habilidades como embajador de España en Marruecos, un cargo nada fácil, y más recientemente como embajador representante permanente ante la Unión Europea.
A pesar de largos periodos alejado de la vida política andaluza, también aquí ha tenido cargos de peso. En los primeros años 90, después de su periplo en la Eurocámara, fue consejero de Agricultura, por un breve periodo, y de Presidencia, donde tuvo que lidiar, con escaso éxito, con la famosa pinza PP-IU que asfixiaba al Gobierno del PSOE. También fue secretario del PSOE cordobés, diputado autonómico y senador. Pese a sus cargos y a su valoración técnica, nunca tuvo peso en el partido en Andalucía. Nunca sonó en ninguna quiniela y siempre estuvo al margen de las disputas internas. Griñán lo rescató hace un año para el Gobierno andaluz porque necesitaba un perfil sólido para negociar la nueva Política Agraria Común, clave para el sector agrario andaluz. Además de Agricultura, le dio Medio Ambiente y las competencias de urbanismo y ordenación del territorio. Con esta macrocartera, era impensable que con tal confianza Planas no pasara por griñanista. Por eso hay que hilar fino para entender por qué ahora toma una decisión no precisamente cómoda para el actual presidente. La clave puede estar en su perfil moderado. Su resistencia a aplicar la iniciativa del banco de tierras de IU -la apoya nominalmente, pero sin el menor entusiasmo- es un síntoma de que no se siente muy cómodo con IU como compañera de viaje.
También, y al margen de cuestiones generacionales, está el hecho de que Griñán, en su despedida, ha apostado por la nueva generación en detrimento de la vieja guardia. Y Planas, más joven que el presidente y con trayectoria política por delante, pertenece a esta última. Una parte del partido se siente en riesgo de quedar muy marginada. Y al sector afín a Chaves le interesa un perfil opuesto a Susana Díaz para competir: currículum sólido y largo frente a una trayectoria forjada en las entrañas del partido.
Planas va a contar a su favor no sólo con su currículum sino también con el aval de su labor en su Consejería. Es raro que las organizaciones agrarias alaben la trayectoria de un titular de Agricultura, pero en este caso es así. Le valoran que sea profesional, eficiente, que incluso en el debate sea suave. También que en la negociación de la PAC haya ido de la mano con el ministro Arias Cañete. En todo el proceso, ha sido un fiel aliado. Y sus discrepancias, por ejemplo, en relación con el Plan Hidrológico del Guadalquivir, no las ha convertido nunca en confrontación.
En contra Planas tiene su edad -está más de vuelta que de ida- y su escasa influencia en el partido. También su perfil moderado e incluso blando puede ser considerado en ciertos sectores como un defecto. Pero al mismo tiempo, es un aval: diplomático, conciliador y blando en las formas, pero no en el fondo. En Europa aprendió el arte de la negociación y en eso es suave en el continente y duro en el contenido. Ahora le toca su negociación más difícil, la de convencer a 7.000 militantes -los avalistas- y después a 45.000 en las primarias. Y todo eso contra todo el aparato.
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