Otra cuerda que se rompe
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José estuvo a punto de ser destituido en mayo, tras perder en Elche, pero aguantó hasta lograr la salvación · Otra derrota en el Martínez Valero lo ha sentenciado
Los números hablan. José González deja el Córdoba después de 26 partidos de Liga -repartidos entre la temporada anterior y la actual- y uno de Copa del Rey, el que supuso la eliminación en Tenerife (2-1) el 3 de septiembre. El gaditano suplió a un cordobés, Paco Jémez, y cede el testigo a otro, Juan Luna Eslava. El legado es una permanencia agónica y un equipo que actualmente ocupa la decimoctava plaza, al filo de la zona de descenso: por detrás figuran el Eibar, con los mismos puntos (16), el Murcia (13), el Alicante (9) y el Sevilla Atlético (7).
José González será recordado como un entrenador que sacó muy poco rédito a su pasión por el trabajo. Nadie le discute su dedicación, su obsesión por conocer a los rivales, su empeño en ensayar una y otra vez los mismos movimientos. Es un amante del orden defensivo y de la estrategia, su gran baza ofensiva. Pero todo ello no ha servido para que el Córdoba se consolide en la categoría y pueda pensar en cotas mayores. Su etapa ha estado marcada por el sufrimiento.
José se hizo cargo del Córdoba a falta de 11 jornadas para la finalización del campeonato anterior. El conjunto blanquiverde tenía tres puntos de colchón con respecto al cuarto por la cola (en ese caso el Nàstic), pero Emilio Vega llegó a la conclusión de que Paco Jémez no iba a ser capaz de salvar la campaña. El miedo a bajar a Segunda B llevó a Rafael Campanero a autorizar la destitución de Paco y la contratación de un técnico de reconocido prestigio, con experiencia en Segunda B y Segunda con el Cádiz y en Primera con el Albacete.
Sin embargo, fue cualquier cosa menos un revulsivo. Tras un debut esperanzador en Castalia (1-1), cuatro derrotas consecutivas dejaron al Córdoba penúltimo y a cuatro puntos de la salvación. Los tropiezos por la mínima ante el Eibar, el Poli Ejido y Las Palmas condujeron a una nefasta tarde en Elche, donde el equipo volvió a perder a pesar de obtener una renta de 0-2.
Aquel día, el Córdoba tocó fondo, con nueve jugadores sobre el césped y dos más sancionados por ver amarillas en los últimos minutos. El panorama era desolador. El consejo se dividía entre mantener a un entrenador que había sumado un punto en cinco jornadas o buscar una solución de emergencia en casa, ya fuera Luna Eslava o Pedrito. José recibió un voto de confianza, y el vestuario se levantó: tres triunfos de una tacada, siempre con marcadores ajustados -contra dos rivales directos como el Xerez y el Albacete y un Numancia ya en Primera-, le permitieron encarar las tres citas definitivas dependiendo de sí mismo. No obstante, el calendario era muy complicado.
El revés en Gijón devolvió al Córdoba a la zona crítica. Pero el siguiente choque, a vida o muerte, se decidió con un gol en propia puerta del Racing de Ferrol. La jornada decisiva, con dos plazas de descenso en juego y seis conjuntos implicados, resultó dramática: el meritorio empate en Anoeta dejó la resolución en manos del Cádiz, que desperdició un penalti en Alicante en la última acción del torneo.
José, un cadista de toda la vida, pudo iniciar un proyecto a su medida en El Arcángel. Tras negociar su renovación -su contrato recogía la ampliación automática en caso de seguir en Segunda-, participó en la confección del plantel, asesorando a Emilio. El inquietante balance de la pretemporada se confirmó en las dos primeras jornadas, con sendos reveses. El equipo ha avanzado a trompicones, sin alejarse de la zona baja, con errores atrás y serios problemas para hilvanar en ataque. Y ahora, con la puntilla del Martínez Valero -esta vez sí-, ha llegado el momento del cambio. José ya es historia porque los resultados, y las sensaciones, mandan.
18º
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