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Sevilla es una de las ciudades más visitadas de España, pero hay vida turística más allá de la capital, con lugares en los que merece la pena pasar al menos una jornada. Se trata de municipios más tranquilos, con atractivos gastronómicos, paisajísticos y monumentales que forman parte del acervo cultural del país.
Quizá el pueblo más recomendable es Carmona, a media hora en coche desde la capital andaluza. Cinco mil años de presencia humana consecutiva dan idea de su rico patrimonio, del que no hay que perderse el Alcázar de la Puerta de Sevilla, la iglesia de San Bartolomé y la plaza del Mercado de Abastos. Además, el paladar se alegrará con las alboronías y el producto estrella: la torta inglesa.
Muy cerca de Sevilla. Fue una de las principales urbes romanas y hoy sus vestigios forman el conjunto arqueológico Itálica, que se puede visitar de forma gratuita. Un anfiteatro romano, casas, objetos de arte y utensilios de la vida cotidiana trasladan al visitante dos milenios atrás en una ciudad que se siente orgullosa de haber sido la cuna de dos emperadores: Trajano y Adriano. Tras una jornada de lo más cultural, el Ventorrillo canario es perfecto para reponer fuerzas con todo tipo de carnes al punto y papas arrugás.
Al hacer un alto en el camino para recobrar fuerzas, es una buena opción degustar la gastronomía de Osuna, como las repapolillas, la ardoria y el cocido local con sus múltiples variedades, además de los postres (ardeana y gachas de San Arcadio). Para descubrir qué son estos nombres tan peculiares, lo mejor es preguntar en un restaurante.
Hay dos municipios que con solo pronunciarlos se hace la boca agua. Uno de ellos es el que mejor huele: a ajonjolí, a canela... Son los polvorones, el dulce típico de Estepa. Los curiosos pueden dejarse caer por la Ciudad del Chocolate, que incluye el Museo del Mantecado y además se elaboran figuras artesanales de cacao. Será mejor dejar esta visita para el postre, después de haber probado platos típicos —comenzando por un salmorejo— y de degustar el aceite de oliva virgen extra de una ciudad declarada conjunto histórico-artístico en 1965.
Queda para el final, como sucede en muchas comidas, el digestivo. Para tomarlo hay que ir a Cazalla de la Sierra, cuyo nombre es sinónimo de ese aguardiente anisado que alcanza los 45 grados de alcohol. La ciudad llegó a tener quince destilerías. Ubicado en el parque natural de la Sierra Norte, su paisaje en nada recuerda a la llana Sevilla. Además de darse una vuelta por su Centro del Aguardiente, no pueden dejarse de visitar sus principales monumentos, de estilos diferentes, como la cartuja, del siglo XV, la iglesia de la Consolación, adosada a las antiguas murallas almohades o la antigua iglesia de San Benito.
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