40 años de lucha contra el VIH/sida: Un viaje al encuentro de la vida
Sanidad
Como cada 1 de diciembre, el próximo miércoles se conmemora el Día Mundial de una afección que en Córdoba ha dejado 533 fallecidos
Los avances médicos han reducido casi a cero los casos que alcanzan el estadio de sida, aunque sigue habiendo infecciones por VIH
En 1985, Córdoba añadió su nombre a la triste historia del sida, que comienza cuatro años antes con los primeros casos de la dolencia conocidos en el mundo y detectados en Estados Unidos. Cuatro meses después de aquel 5 de junio, en octubre, se registraron en España los tres primeros episodios de la catalogada como la pandemia olvidada -sobre todo ahora que la palabra ha tomado relevancia por la crisis del covid-, que sigue causando muertes, aunque gracias a los notables avances médicos producidos durante estas cuatro décadas, a un ritmo infinitamente inferior al de entonces, permitiendo a los pacientes hacer una vida normal. Eso sí, aún no hay un remedio que acabe con el virus, normalizado hasta tal punto de que ya parece cosa del pasado... cuando todavía hoy sigue matando.
De hecho, en estos 40 años, el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida, el sida, que pasa por ser el estadio final de la infección por VIH, ha matado a unos 40 millones de personas en todo el mundo, más de 60.000 en España. De ellas, 533 han fallecido en Córdoba, provincia que registró los primeros tres casos de la enfermedad en 1985; la cifra ha crecido año a año hasta alcanzar desde entonces los 853 casos, un 80% en hombres. Pero con una evolución que cabe catalogar de positiva: el pasado 2020, y según los datos aportados a el Día por la Delegación de Salud y Familias de la Junta de Andalucía en la provincia, solo se detectaron tres casos, muy lejos de los 78 que en 1994 marcan el tope. El problema es que aún hay muchos pacientes que no son conscientes de su infección, lo que refuerza la importancia de la detección precoz.
¿Qué ha cambiado en todo este tiempo? No pocas cosas. La primera quizás sea la conciencia sobre la gravedad de la afección, que lleva de la mano una segunda no menos importante: la casi plena aceptación de los tratamientos, con excelentes resultados, por los infectados por VIH. Este paso es básico, porque evita la derivación en el sida, la fase más avanzada de la infección y la que reduce a la mínima expresión el sistema inmunológico del cuerpo humano, eliminando todo tipo de defensas para contrarrestar a las llamadas infecciones oportunistas que en muchos casos provocan la muerte en pocos años.
De hecho, en España, desde que se registran estos casos en 2013, hay de media 3.000 afectaciones por VIH anuales -apenas entre 40 y 50 se anotan en Córdoba-, de las que muy pocas terminan en esa fase avanzada de la afección que es el sida, lo que se traduce en que la esperanza de vida es apenas unos diez años menor de la que tiene el total del país. Un logro, para nada menor teniendo en cuenta los índices de letalidad de las décadas de los 80 y 90, en base a un puñado de hitos médicos que aún no han tocado techo y que ha provocado que en torno al 95% de los pacientes con VIH se encuentren con el virus suprimido y, por tanto, sin síntomas de lo que es el sida, pudiendo llevar una vida normalizada.
Grandes hitos médicos para la esperanza
El primer gran descubrimiento, como se encarga de explicar el jefe de sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital Reina Sofía, el doctor Antonio Rivero, fue "descubrir que era un virus el que provocaba esta enfermedad extraña que se producía en personas muy determinadas -hombres que tenían sexo con hombres, personas que habían recibido sangre o inmunoderivados, personas que consumían drogas...- y qué virus era, lo que permitió obtener los procedimientos adecuados para llegar al diagnóstico". Este paso ya permitió suprimir a finales de los 80 el riesgo de infección por transfusiones y trasplantes, cortando un primer grupo diana.
El siguiente hito, todavía más relevante, llegó con el desarrollo del primer fármaco antirretroviral (TAR), en 1987; era el llamado AZT. "Era eficaz, pues era capaz de retrasar mínimamente la evolución de la enfermedad y los pacientes podían ganar algunos meses de vida, o incluso posponer el deterioro inmunológico solo durante un breve espacio de tiempo", señala Rivero, que recuerda que "luego pasaron casi diez años" para la aparición de una nueva familia de fármacos -inhibidores de la proteasa- que permitieron un nuevo avance: la combinación de varios "era capaz de controlar el virus de una forma mantenida y, suprimiéndolo de la sangre, de tal forma que las personas que tenían mucho deterioro inmunológico eran capaces de recuperar la inmunidad hasta pasar a estar asintomáticos, y las que estaban infectadas sin deterioro, podían evitar el desarrollo del sida".
Este es el denominado antirretroviral de gran eficacia, con el que arranca una nueva etapa en la lucha contra "esta enorme tragedia que es la epidemia del VIH" que aún vivió poco después un avance clave. Porque si en esos primeros años, hasta la entrada en el nuevo siglo, los tratamientos "eran muy tóxicos", dado que necesitaban la toma de más de 20 comprimidos al día, lo que producía atrofia facial, trastornos renales y hepáticos que limitaba su eficacia, con el paso del tiempo se logró perfilar esa toxicidad hasta llegar a una medicación que, en la actualidad, "tiene muy escasos y pocos graves efectos adversos" y se limita a un comprimido en la mayor parte de los casos.
De esta manera, "la situación actual ha cambiado muchísimo" respecto a aquellos primeros años de los 80 en los que irrumpió el sida. Primero porque "no tenemos pacientes con sida, sino infectados por VIH que no han tenido nunca problemas y seguramente no los tengan mientras tomen el tratamiento", puntualiza el doctor Antonio Rivero, que añade que "si una persona tiene los virus suprimidos en sangre, no es capaz de transmitir la enfermedad; es decir, el virus indetectable en sangre viene a ser el virus intransmisible", un aspecto básico porque "el número de nuevas infecciones puede ir disminuyendo".
La vía sexual como puerta a la infección
Queda claro que este tratamiento universal consistente en que "las personas infectadas no puedan transmitir" ejerce como "la primera gran herramienta" para evitar nuevos casos. Pero hay que tener en cuenta un factor elemental y es que la mayor parte de las infecciones por VIH en España, hasta 3.000 por año, se producen por vía sexual. Es ahí donde entra en juego, sin que eso suponga dejar a un lado métodos de protección recomendables como los preservativos, la profilaxis previa a la exposición (PrEP). Es una forma de prevención para personas que no están infectadas pero tienen prácticas de riesgo y que, siempre bajo prescripción médica porque "esta medicación puede tener efectos secundarios y las personas tienen que estar en seguimiento", pueden tomar unos fármacos antirretrovirales antes de tener esta exposición al virus para evitar su transmisión.
Estos dos métodos esperan tener en un corto espacio de tiempo un nuevo compañero en esta lucha contra el sida: las vacunas preventivas del VIH, que ya están en estudio, y que serán unos fármacos de acción prolongada, con una duración de dos meses que pueden llegar a seis, lo que mejoraría la calidad de vida de los pacientes. De hecho, el Hospital Reina Sofía y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Imibic) están participando en el desarrollo de la que debiera ser "la otra gran parta que nos falta", advierte Rivero. Se trata de una de las muchas investigaciones en marcha y cuyo proyecto se ha denominado Mosaico, y del que los resultados estarán "en pocos meses".
Pero mientras llega ese nuevo avance, ahora "el principal problema" está en hacer un diagnóstico precoz a las personas con VIH. Sobre todo para "ponerles pronto el tratamiento para que dejen de infectar, evitar las nuevas transmisiones a través de un control y estrategias de transmisión sexual, y mantener el control de los pacientes clínicos como se está haciendo ahora", explica el también presidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc), que puntualiza que la mayor parte de los pacientes que en la actualidad tienen sida "son personas que se diagnostican cuando ya tienen la enfermedad".
"Las personas que ves con diagnóstico nuevo sin haber llegado a una situación límite toman el tratamiento y su respuesta es brutal; rápidamente, en un mes aproximadamente, suprimen el virus y las defensas empiezan a aumentar, por lo que lo normal es que no desarrollen el sida", argumenta el doctor, antes de incidir en que "lo importante es diagnosticar precozmente". "Este es el objetivo primordial, y poco a poco tenemos que ir consiguiéndolo y haciendo todo lo posible para que cada vez haya menos personas que estén infectadas por el VIH y lo desconozcan; cada vez haya menos personas que sabiendo que están infectadas no reciben tratamiento, y cada vez haya menos personas que tengan el VIH y puedan transmitir la enfermedad", expone.
Este mismo panorama reconoce desde Iemakaie Sara Solier, que apunta a que "si fuéramos capaces de diagnosticar los casos de manera rápida, tiene que llegar un momento en el que no haya transmisión, o que ésta sea tan pequeña que se pueda controlar; pero para eso hay que hacer un diagnóstico precoz que ahora mismo no está llegando", se lamenta la educadora. Su asociación, surgida en 1999 con el objetivo primario de trabajar con personas con VIH, en su mayoría por drogas, ha convertido su labor de apoyo -presencial u online-, asesoramiento o información en básica para los pacientes que se topan con la infección, que ahora en su mayoría son de un perfil distinto y con origen en la vía sexual.
"Lo que más trabajamos es enseñar a la gente a ponerse un preservativo", sostiene Solier, que explica como hace seis o siete años "comenzaron a venir chicos que no te decían que mantenían relaciones con chicos, que no sabíamos de dónde habían salido, pero cuando daban positivo te contaban un montón de cosas y nos dimos cuenta de que la mayoría eran por prostitución masculina". Este fue el gran cambio de perfil en los pacientes infectados, que obligó a "hacer campañas de información pensando en chicos", si bien la clave para dar a conocer esta puerta hacia el diagnóstico es fundamentalmente "los grupos de pares". Un factor que ayuda a atajar a tiempo la afección y evita, de ser así, que aparezca el letal estadio de sida.
El panorama en el Tercer Mundo sigue siendo muy desalentador
La situación descrita sobre la evolución desde 1981 a la actualidad de la epidemia del VIH/sida se reduce a los países del mundo desarrollado, pero no tiene nada que ver con lo que ocurre en el mal llamado Tercer Mundo. Así, como analiza el doctor Antonio Rivero, mientras en los primeros "los pacientes con VIH tienen una situación asintomática, con una calidad de vida alta, con un tratamiento involucrado en su día a día que hace que su esperanza sea muy similar a la de la población general", en los países subdesarrollados "la historia es muy diferente, y muy parecida a la que teníamos en los 80 aquí". El jefe de sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital Reina Sofía puntualiza que en esas latitudes "el VIH sigue produciendo una enorme mortalidad, aunque hay muchos pacientes que reciben tratamiento antirretroviral, pero todavía hay un gran número que no, por lo que sigue produciendo muertes, una altísima transmisión y un problema de primer orden".
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