Acogimiento y colaboración en Córdoba: "Se buscan familias para niños, no niños para familias"
Solidaridad
Decenas de núcleos familiares cordobeses se convierten de forma altruista en el apoyo de jóvenes tutelados que se encuentran en centros de protección de la Junta
¿Qué son las familias colaboradoras?
Las familias de acogida y colaboradoras suponen una vía de escape para los menores tutelados que se encuentran en centros de la Junta de Andalucía. Unas a tiempo completo y otras compartiendo solo algunos momentos del día o fines de semana, estos núcleos familiares intentan que los niños y jóvenes encuentren el cariño, el calor de un hogar y aprendan unos valores sociales y personales que, en algunas ocasiones, son difíciles de adquirir con sus familias biológicas que, en muchos casos, están desestructuradas.
Para promocionar y fomentar esta acción solidaria, en Córdoba se encuentra la Asociación de Familias de Acogida, Colaboración y Adopción Mírame, cuya presidenta es Begoña Roa, que comenta que en la actualidad el colectivo cuenta con unas 110 familias a en la provincia. Mírame se creó en 2009, siendo la primera entidad de este tipo surgida en Andalucía. “Cuando no se sabía nada de la figura de la colaboración, Córdoba fue pionera”, afirma Roa, quien asegura que “nunca hay suficientes familias, ya que hay muchos niños”. En este sentido, resalta un matiz: “Se buscan familias para niños, no niños para familias”.
Esta asociación trabaja, además de con la acogida y la adopción, con la colaboración, una figura en la que las familias pasan tiempo de calidad con los menores y los acompañan en periodos puntuales como fines de semana y vacaciones.
Una de las situaciones más complicadas que viven en este tipo de asociaciones se debe al número elevado de menores con alguna discapacidad, por lo que se requieren un perfil de núcleos familiares muy concreto. “Además de las ganas y la voluntad, se necesitan una serie de medios y conocimientos para ayudar a estos niños”, manifiesta la presidenta.No obstante, Córdoba es una ciudad solidaria en este sentido, y desde la asociación corroboran que “la gente se vuelca”.
Prueba de ello fue el aumento de peticiones de acogida durante la parte más dura de la pandemia del coronavirus, aunque “no terminamos de tener a todas las familias que queremos porque hay un número de niños tan grande y son todos tan especiales que no todas las familias encajan con ellos”.
Respecto a su experiencia personal, Begoña Roa y su marido, Juan Vázquez, comenzaron a buscar alternativas en 2015 para cubrir su deseo de maternidad y paternidad. “Un día íbamos en un taxi y escuchamos que necesitaban familias de acogida en Córdoba, anotamos el teléfono, llamamos y nos informaron”, indica.
Esta información venía de la agencia de intermediación social entre el Servicio de Protección de Menores de la Junta de Andalucía y las familias, conocido en la actualidad como Ayumen. Después de ello realizaron una instancia de solicitud y, tras varios cursos de formación y valoraciones previas, consiguieron la idoneidad.
Tras este laborioso proceso llegó una niña en acogimiento que estuvo con ellos durante tres años y medio. Tras ese periodo, el acogimiento cesó, aunque nunca perdieron contacto con la menor. Con la llegada de la pandemia, esta niña volvió a ellos y fue entonces cuando Begoña y Juan se convirtieron en familia de colaboración.
“Hace muy poquito nos dijo, mientras cenábamos, que la paz que encontraba con nosotros en casa no la encontraba en otro sitio y eso nos reconfortó”, confiesa Begoña. Esta chica también cuenta con familia biológica, por lo que “le decimos que es súper afortunada porque tiene dos familias”.
Este verano, tras pedir permiso en el centro donde reside la menor, la familia de colaboración se fue de vacaciones con ella. “Esto es algo voluntario y altruista. La familia no espera nada, solo la propia satisfacción de ver a nuestros niños bien y proporcionarle un apoyo y una estabilidad”, puntualiza Begoña Roa.
Además de esta pequeña, el matrimonio también se ha convertido en el apoyo de Thierno, un joven actualmente mayor de edad que llegó a España en patera desde Malí. “Él no tenía apoyos fuera y la asociación está también para eso”, resalta. Tras unos meses de convivencia mientras el joven resolvía su futuro más inminente, a día de hoy, Thierno ha encontrado un puesto de trabajo tras terminar la ESO y realizar un curso posterior. En definitiva, y como insiste Begoña Roa, las familias colaboradoras son “una puerta a la realidad”.
Toñi Vidal integra otra familia colaboradora y detalla que estos menores vienen con miedo incluso a dormir, pero “aquí ven que se puede estar en casa y dormir de forma tranquila sin que pase nada”. Ella acogió hace 17 años al primer menor cuando “se nos presentó un caso de un niño que estaba en el hospital y necesitaba a una familia”. En la actualidad, entre la figura de acogida y la colaboración, ha ayudado a 35 menores, incluyendo algunos casos de chicos de la Fundación Tierra de Hombres, brindando un hogar a los pequeños que necesitan ser operados por algún problema de salud.
Además de adolescentes, también ha acogido a bebés y niños de corta edad aunque, como explica, esta acogida es más corta ya que estos pequeños son adoptados de forma prioritaria.
La mayoría de estos niños viven una realidad social complicada, por lo que lo prioritario para ellos es el afecto y apoyo que encuentran en sus familias de colaboración.
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