Alguien vigila

El Campo de la Verdad

Los candidatos, las instituciones, han pasado de querer darse a conocer en internet a intentar querer controlar lo que se lee · Los perfiles de las redes sociales de los aspirantes a la Alcaldía no son espacios de debate sino el espejo de la madrastra de Blancanieves · Mala cosa extender a la red el 'agit prop' oficial

Alguien vigila

07 de noviembre 2010 - 01:00

LAS de 2011 van a ser las primeras elecciones municipales donde se le otorgue una importancia capital al invento del maligno. Facebook y esas cosas. Todos los candidatos, todos los partidos, disponen ya de chavalitos para animarle la gestión de las redes sociales -community manager se llama el puesto- ante la imposibilidad de muchos políticos de más de 40 años de utilizar de forma fluida una herramienta poderosa, capaz de meter el mensaje político en la sala de estar, en la cama conyugal o en el mismísimo excusado.

Los políticos, en este sentido, se limitan a aprovecharse de los usos sociales. La cosa ésta de internet ha difuminado de forma tal los esquemas clásicos que ya es complejo hablar de emisor, receptor, canal y mensaje, tal y como se sigue enseñando en las vetustas facultades de Comunicación. Es lo que buscan los partidos aunque sólo en estas fechas preelectorales: vinculación directa -sin intermediarios- y hasta los comicios con el individuo. A ser posible, guardando su correo electrónico. Vincúlate amiguete.

El problema es que el medio es el mensaje. Los políticos se llevan a sus estrategias de internet todas sus vanidades, sus rarezas y su sordera social. Repasen el perfil de cualquier político local. No se encuentran canales de comunicación franca y bidireccional con los ciudadanos sino herramientas de propaganda clásica, claques de colegas diciéndole al candidato que es el más guapo, el más alto, el mejor dotado, el más listo del barrio. El espejo mágico de la madrastra de Blancanieves.

Internet no sólo es capaz de movilizar actitudes -se esté o no de acuerdo con determinadas posiciones- de ciudadanos que trascienden el mero planteamiento personal. Se ha visto recientemente en la ciudad con la plataforma creada para emitir un manifiesto contra la legalización de las naves de Colecor. O el caso de la gente que se opone al proyecto para reformar el Parque Cruz Conde. Blogs colectivos como La Calleja de las Flores (www.callejadelasflores.org) e iniciativas individuales similares son un termómetro espléndido no tanto para conocer la opinión de la gente como para medir el nivel de cabreo de un grupo determinado de personas informadas, preocupadas por lo que ocurre a su alrededor. Equivocadas o no en la forma o en el fondo. Para gustos, allá cada cual, colores.

La cuestión es que el patio de vecinos de las redes sociales e internet -una especie de sustitutivo de la conversación de barra de bar- tiene un reverso tenebroso. Los políticos le han cogido el gusto al invento y ahora no sólo quieren que se les lea. Desean controlar lo que otros escribren.

Esta semana, el pintor Miguel Gómez Losada colgó en su perfil de Facebook una foto realizada en un determinado lugar, los jardines cercanos a los juzgados, con un texto donde expresaba su temor a que el Ayuntamiento emprendiera unas obras que -según su opinión- desnaturalizarían el entorno. Era la reflexión educada de una persona educada que expresaba sus dudas sobre un asunto pequeño pero interesante desde su punto de vista y sobre el que, reconocía, no disponía de información de primera mano. Etiquetó, entre otros, al alcalde, que también tiene su perfil en Facebook. De forma súbita, tres personas que trabajan en el equipo de Andrés Ocaña intervinieron en el debate -haciendo uso de su libertad de expresión o por encargo, vaya usted a saber- tanto para aclarar la cuestión (son unas obras para instalar un riego por goteo) como para defender una línea concreta -la oficial- en una actitud, digamos, vehemente en exceso ante la extrañeza de Gómez Losada que se preguntaba quién había repartido las velas del entierro.

El caso no es único. Este periódico preguntó a sus lectores de la edición digital hace algunos meses sobre las preferencias en el proceso de designación del candidato del PSOE y recibió no pocas críticas por medio de comentarios en nuestra web donde se nos acusaba -¡por preguntar!- de querer sustituir los mecanismos de decisión de la organización. De meternos donde no nos llamaban. Todos esos mensajes, estoy seguro, fueron espontáneos. El uso constante del anónimo, a veces de forma organizada, para acusar a personas concretas de cosas muy graves no parece una manera limpia de jugar. Que lo haga un ciudadano no preocupa demasiado. Que sea un montaje, sí.

Internet es uno de los mejores inventos de la humanidad junto a la máquina de vapor y las toallitas húmedas para limpiar los cristales de las gafas. Ha crecido rápido, sin más ataduras que las tecnológicas, y, en esta ocasión, los políticos le han visto la punta al lápiz. Qué miedo da eso.

Si de lo que se está hablando es de generar espacios donde muchas más personas tengan la posibilidad de debatir, perfecto. Tienen ustedes aquí a un rendido admirador. Peor cosa es que este invento tan estupendo se convierta en un nuevo campo de acción para los del agit-prop, aquellos que desde instituciones o partidos políticos se creen en disposición de emitir certificados de buena conducta a periodistas, portavoces vecinales, ecologistas o actores de la cultura.

P.D.:¿Qué opinan ustedes?

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