“En el confinamiento, los trabajadores sociales volvimos a dar la asistencia de hace 40 años”
Angustias Varo | Presidenta del Colegio de Trabajo Social de Córdoba
La nueva cabeza visible del colectivo asegura que la pandemia ha agravado la situación de los servicios sociales, que se encuentran desbordados y atienden a nuevos perfiles de familias
Angustias Varo (Córdoba, 1978) es la nueva presidenta del Colegio de Trabajo Social de Córdoba, que cuenta con 679 colegiados, un número que ha aumentado de forma importante en los últimos cuatro años relacionado sobre todo "con la oferta formativa" que el organismo ofrece.
Varo tiene una trayectoria de 17 años en el trabajo social y se ha curtido en sitios como Proyecto Hombre, donde estuvo casi 11 años, y en los servicios sociales comunitarios en barrios como el Sector Sur y Las Palmeras. También ha pasado por el Centro de Inserción Social y ahora desarrolla su labor en la Diputación de Málaga, en concreto en el municipio de Alameda.
-¿Qué objetivos se plantea al frente del Colegio?
-Nuestra idea como junta directiva, en la que estamos ocho personas, es que el trabajo social se vea. Tenemos unos grupos de trabajo de gente que forma parte, de forma voluntaria, de comisiones de salud, deontológicas, de empleo y formación, de mediación, peritajes… A pesar de que a nosotros no nos han tocado los ERTE de la misma forma que a otras profesiones porque nos nombraron servicio esencial, la realidad es que hay mucha gente que acaba la carrera y no sabe para dónde tirar o que trabajaba en un lugar y se ha quedado en el paro. Desde la comisión de empleo y formación se propuso, y estamos en ello, el intentar trasladar a las empresas algunas líneas de ayuda para incentivar que contraten a trabajadores sociales colegiados. Los trabajadores sociales tenemos que estar colegiados, y no siempre es así ni en las administraciones públicas ni en las privadas. También queremos que se nos vea. En la carrera nos decían que somos cajón de sastre, y es una realidad. Nosotros tenemos nuestras competencias, pero desde fuera en ocasiones creen que el trabajo social es todo lo que los demás no pueden hacer. Somos igual de importantes que otros perfiles.
-¿Cómo estáis llevando esta crisis provocada por la pandemia?
-Se ha propiciado mucho el tema del teletrabajo para protegernos tanto a nosotros como a las personas con las que tratamos, pero esto deja atrás una parte muy importante de nuestra labor, que es el contacto con la otra persona. En un momento determinado, el teléfono es un medio, pero no puede y no debe mantenerse eternamente. Queremos pensar que esto empezará a normalizarse con la vacunación y que podremos desarrollar nuestro trabajo como debe ser. Por otro lado, estamos desbordadísimos. De normal, los servicios sociales comunitarios están siempre desbordados porque son la puerta de entrada de todo: cuando no tienes un informe de menores, tienes uno de mayores, un servicio de ayuda a domicilio o un maltrato. Con la pandemia, muchas familias que no eran perfiles de servicios sociales han comenzado a contactar con nosotros. La diferencia entre estar en una situación de vulnerabilidad o no es el empleo. Muchas veces les digo a los usuarios: "la única diferencia entre tú y yo es que yo tengo trabajo y tú no lo tienes". Estamos muy desbordados, con muchas llamadas de teléfono y muchas horas trabajando. Además, parece que con el teletrabajo estás libre para hacer lo que quieras, pero la realidad es que hemos estado mucho tiempo conectados, pero es lo que toca y ya está.
-¿Cómo fueron los meses más duros, los primeros del confinamiento, cuando empezaron las colas de personas que esperaban lotes de comida? ¿Repercutió todo eso en vosotros?
-Totalmente, de hecho, volvimos a prestar la asistencia de hace 40 años, solo asistencialismo sin ningún tipo de intervención. Somos personas y nos duele enormemente cuando vemos a una familia que te dice que no tiene para comer. La atención era completamente asistencial, pero esa no es la mejor manera. Entendemos que el momento lo requería, pero a la larga no puede ser una dinámica en el trabajo social porque estamos para más cosas. Para nadie es agradable sentarse delante de otra persona o por teléfono, que es peor, a contarle su vida. Es difícil abrirse en canal a otra persona que no conoces de nada. Ahora sigue habiendo colas y las seguirá habiendo. Desde la junta del Colegio entendemos que las medidas deben ser preventivas. Ahora hay que actuar, lógicamente, pero la solución no es dar de comer a la gente, sino propiciar que ellos puedan ser autosuficientes. Dar de comer es una medida de emergencia para paliar una situación que se está dando en este momento, pero a largo plazo no es la mejor forma ni dignifica a la persona, que es lo que intenta nuestro colectivo. Una situación mala la puede tener cualquiera, pero no se debe cronificar en el tiempo.
-¿Habéis estimado un aumento de las personas que atendéis a raíz de la crisis del covid-19?
-No puedo decir un porcentaje, pero el teléfono no paraba de sonar. Normalmente, los trabajadores sociales en los ayuntamientos suelen atender uno, dos o tres días a la semana, según el número de habitantes, pero la atención telefónica era constante. Y sigue siéndolo. La realidad es que el confinamiento pasó, pero el teléfono sigue sonando y la gente sigue en la misma situación, los ERTE no llegan, no encuentran empleo, es muy difícil ponerse en contacto con las administraciones y se ven completamente indefensos.
-Entonces, ¿ha cambiado el perfil de las personas que están llegando a vosotros?
-Sí. Es verdad que los servicios sociales comunitarios atienden más allá de las personas que no tienen recursos porque también trabajamos a nivel preventivo con familias completamente normalizadas que tienen distintos conflictos. Lo que ocurre es que siempre se nos ha identificado como gestor de recursos, el sitio adonde voy cuando no tengo para algo. Esas familias siguen estando y además han aparecido nuevos perfiles, como parejas que trabajaban y ambos se han quedado en el paro, con hipotecas y alquileres que no pueden pagar. Si cobran algo, es tan pequeño que no les llega para pagar hipoteca y alimentos, con lo cual, ¿tú qué decidirías? Comer. Entonces se les acumulan deudas que sin un trabajo no pueden asumir, pero ni ellos ni servicios sociales.
-Si antes de que comenzara esta crisis ya se hablaba de colapso en los centros sociales comunitarios de Córdoba capital, ¿cómo está ahora la situación?
-Por mi experiencia cuando estuve en el Ayuntamiento de Córdoba, hay una diferencia con lo que pasa en las diputaciones. Cuando alguien tiene una necesidad y pide cita para que lo atiendan, la cita no puede ser dentro de tres o cuatro meses. Y eso pasa. ¿Qué ocurre? Que nosotros somos dianas. De hecho, en su día yo también estuve amenazada porque a una familia no le llegaba lo que necesitaba. Esas personas requieren que su necesidad se cubra ahora, no dentro de seis meses. ¿Qué pasa? Que si piden cita con nosotros, te atienden en tres meses y luego los trámites de cualquier tipo de recurso tardan también meses. Es decir, su necesidad es ahora, pero la respuesta no la obtienen hasta dentro de siete u ocho meses. Imagina cómo se pone esa familia y con quién; con el trabajador social, que es al que conoce y al que pide explicaciones. De hecho, ha habido agresiones a compañeras en centros de servicios sociales en Córdoba y en otros lugares porque cuando una familia se desespera, no puede ir al alcalde, sino a la trabajadora social, que es a la que tiene en su barrio. No justifico la agresión, pero entiendo que la desesperación hace que se comporten de esa manera y claro, nosotros no tenemos posibilidad de hacer otra cosa. Al final, los que ponemos la cara somos nosotras y nosotros, aunque mayormente somos mujeres. Los servicios sociales siempre han estado desbordados porque hay muy poco personal y muchas tareas. Luego, el trabajo administrativo nos quita mucho tiempo que podríamos utilizar en trabajar con esas familias en una intervención grupal o comunitaria. Es una pena.
-¿Ha aumentado la crispación en la pandemia?
-Sí, claro, la gente está muy desesperada. Ya tengas o no hijos, cuando estás en una situación de carencia no eres paciente ni racional. No puedes porque te falta cubrir tus necesidades básicas de alimentación y cobijo. Y porque en su momento se pararon los desahucios… pero la realidad es que muchas familias no tienen dónde estar o se han reunificado familias totalmente distintas en espacios reducidos. Claro que hay más crispación, tú también estarías crispada, es lógico.
-¿Qué reivindicaciones tenéis los trabajadores sociales de cara a las administraciones públicas?
-A nivel de estructura faltan muchos trabajadores sociales, y eso pasa en muchos colectivos, pero por ejemplo cuando hacen algún plan de choque o plan de empleo, contratan a varios trabajadores sociales por unos meses y eso no mitiga lo que ocurre estructuralmente. Entiendo que si a un administrativo lo contratan seis meses, cuando se va relativamente no pasa nada porque no está trabajando con personas, sino con papeles. Para determinadas profesiones como la nuestra, en las que se trabaja con personas, esto es un problema. Tú llegas y le pides a alguien que te cuente lo que le pasa y muchas veces te preguntan “¿pero tú cuánto vas a estar aquí?” A mí me lo han dicho en muchas ocasiones y se te cae el alma al suelo. Ellos te cuentan su vida, cuáles son sus miedos y sus inseguridades y luego se lo tienen que repetir a otra persona y a otra. Eso es un horror. Por otro lado, desde el Colegio estamos moviendo que se nos considere como personal sanitario y los compañeros que están en el grupo de educación están en la lucha de reivindicar que los puestos de trabajadores sociales en educación se mantengan. Ahora mismo, si alguno se jubila, esa plaza se pierde y hay muy pocas en Córdoba. El trabajo social debe estar en todos los ámbitos porque trabajamos con la sociedad, y la sociedad está en todos sitios. Queremos que se visibilice nuestra labor no solo como gestores de recursos porque estamos para multitud de cosas que no tienen que ver con ayudas, pero no se conocen.
-¿Para ser trabajador social hay que tener empatía?
-Yo creo que es fundamental. Me costaría encontrar un trabajador social que no sea capaz de ponerse en el lugar de la otra persona porque nosotros tratamos a la gente sin juicio de valor. En su día, yo trabajé en el Centro de Inserción Social de Córdoba con internos y el delito había que dejarlo a un lado si querías trabajar con esas personas.
-Cada día escucháis muchos problemas y dramas, ¿cómo se digiere eso? ¿Lográis desconectar?
-El Consejo General hizo una encuesta a cerca de 2.000 trabajadores sociales por la pandemia y más del 70% de ellos había necesitado ayuda. La realidad es que trabajamos con muchas miserias, por eso cuando algo sale bien lo celebramos mucho ya que además no contamos con todos los recursos que necesitamos. Cada uno tiene que encontrar la forma de soltar la mala energía que pueda tener en un momento determinado. Le echamos muchas ganas, pero tenemos nuestros momentos de bajón porque somos personas. Cuando escuchas un drama tras otro hay que respirar un poco y ver que hay más vida.
-¿Y hay momentos de frustración?
-Muchos. Trabajamos con la frustración y tenemos que gestionarla. Te enfadas cuando algo no sale bien porque nuestra intención siempre es mejorar la calidad de vida de quienes tenemos delante. Si no lo conseguimos porque no tenemos todo lo que necesitamos, nos frustramos. El Colegio hace muchos comunicados para que se visibilice que nosotros queremos, pero hay ocasiones en las que no podemos, como puede pasar en nuestro ámbito más personal.
-¿Cómo mejorar el funcionamiento de los servicios sociales comunitarios, el punto caliente de la atención que prestáis?
-Hemos pedido al Ayuntamiento de Córdoba que nos comente cómo es la planificación que tienen dentro de servicios sociales porque como colegio pretendemos ayudar a diseñar una buena planificación. Nosotros contamos con la voz de todos los trabajadores sociales y podemos mejorar esos planes. Esta semana hemos celebrado el Día del Trabajo Social y a las administraciones que estuvieron en el acto virtual les pedimos que nos permitan participar porque somos expertos en nuestra materia. Las personas que desarrollan las planificaciones no siempre son trabajadores sociales. Queremos que nos abran las puertas para aportar.
-Otro ámbito que tratáis es la dependencia. ¿Cómo le ha afectado la pandemia?
-Ha sido brutal porque se paralizó todo con el confinamiento. Los recursos residenciales o semi residenciales quedaron cerrados y los dependientes que tenían familia aguantaron la situación, pero había otros que no tenían. Hubo que reconfigurar el servicio de ayuda a domicilio porque a las auxiliares había que protegerlas de la misma manera que protegías a los demás. Fue una situación muy complicada. La dependencia acumulaba mucho retraso y el confinamiento no ha ayudado. Es verdad que se han articulado fórmulas haciendo incluso videollamadas, pero la realidad es que nosotros nos debemos a la visita domiciliaria. Volvemos a lo mismo… se necesitan recursos y personal. Una sola persona no puede desarrollar 65 informes en condiciones en una semana.
-Aparte de los servicios sociales y la dependencia, ¿qué más ámbitos lleváis?
-Es verdad que la gente nos ubica fácilmente en los comunitarios, pero estamos también en los centros hospitalarios, en los equipos de orientación de los centros de enseñanza en zonas desfavorecidas, en mediación familiar e incluso en mutuas o tanatorios.
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