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Su genialidad, carácter y maestría hacían de Antonio Gala un ser único que ha dejado un rico legado cultural que va desde su fundación para jóvenes creadores a su literatura, sus guiones y sus apariciones televisivas. El escritor, fallecido el pasado 28 de mayo en Córdoba a los 92 años, ha marcado a toda una generación que vivió la gran popularidad que alcanzó en las décadas de los 70 y 80. De hecho, por su capilla ardiente pasaron muchas personas mayores, especialmente mujeres, reflejo también de que el autor supo retratar el universo femenino como nadie.
Su inmensa obra ha sido estudiada desde diferentes perspectivas y abarcando sus facetas como poeta, dramaturgo, novelista, guionista y articulista. La profesora de Literatura de la Universidad de Córdoba (UCO) Ana Padilla, ya jubilada, y la profesora y exresidente de la Fundación Antonio Gala Clara Cobo han profundizado en sus personajes y en su narrativa, respectivamente, pero también las unía a él una gran admiración.
Ana Padilla conoció al autor de La pasión turca en 1974. Ella acababa de entrar en la facultad, era ayudante y quería trabajar sobre su obra. Entonces, él ya era "muy muy conocido". En ese sentido, recuerda que Gala llegó en un año a estar en tres teatros con tres obras diferentes, manteniéndolo en cartelera durante mucho tiempo, mientras en televisión se emitía Si las piedras hablaran.
"Era una popularidad que atraía tanto a personas muy cultas y con conocimientos literarios como a otras incluso analfabetas", indica. Muchas "eran de verlo en televisión" y, en este sentido, las Trece Noches con Jesús Quintero "son buenísimas".
"Es un autor que leyó mucho, tenía muy buena memoria, es de las personas más inteligentes que he conocido, un hombre muy curioso al que le gustaba saber de todo", apunta Padilla, a la que desde el principio atrajeron "los personajes populares que llenan su obra", así como su humor.
La profesora jubilada de la UCO añade que Gala estaba muy atento a la realidad y la llevaba a sus obras y, además, sabía "manejar muy bien los diálogos de los personajes", como muestran El cementerio de los pájaros, ¿Por qué corres, Ulises? o Las cítaras colgadas de los árboles.
Además, fue el primer autor de la literatura española que puso en escena un "espacio cerrado" que "luego va a aparecer en otros autores". Lo hace ya en Noviembre y un poco de yerba, estrenada en 1967, en la que "metafóricamente está hablando de Franco". Sus obras fueron censuradas, aunque "hay cosas que no supieron ver".
Por ejemplo, Padilla expone que Anillos para una dama habla de un general muerto en referencia al Cid y de una mujer a la que le gustan mucho los collares. "Rápidamente, el espectador podía ver la alusión a Franco y a su mujer, pero Adolfo Suárez -entonces director de Radio Televisión Española- le dio la posibilidad de estrenar", apunta la profesora. Por eso, en la introducción del libro Gala le da las gracias.
Entre Ana Padilla y Antonio Gala había "una complicidad muy teatral" y "una relación muy bonita". Ella ha trabajado sobre su obra durante muchos años y también "en lo que él me ha pedido". Por ejemplo, durante un año estuvo volcada en la edición de Córdoba de Gala, publicada por la Caja Provincial de Ahorros. "Córdoba le apasionaba" y los cordobeses lo adoraban: "Cuando estaba bien, ir con él por la calle era horrible porque todo el mundo lo paraba". Él "era amable, hasta que saltaba, porque también tenía mal genio".
A pesar de su "manejo del español y su gran capacidad de comunicación", no se le concedió el Premio Princesa de Asturias, en el que trabajaron mucho Ana Padilla y Clara Cobo reuniendo toda la bibliografía que había sobre él. "Ya se sabe esos premios cómo son... pero él se hubiera merecido tener el Princesa de Asturias", asevera Padilla.
Tampoco ingresó en la Real Academia Española (RAE), aunque a él "no le gustaba hablar de ese tema". Padilla cree que quizás esto se debe a que "estaba demasiado en los medios": "Él era muy libre y la libertad tiene su coste". De hecho, llegó a salir en un programa de Los Morancos. "A él le daba igual, iba a todos los sitios y eso me gusta porque estaba en comunicación con todo el público, no solo con la elite más culta", recalca la profesora.
Luego, era un hombre "simpatiquísimo" y, "esa imagen de altivez que podía dar por su aspecto, no lo era en las distancia cortas", puntualiza. Por su parte, Clara Cobo destaca "su calidad humana, su disciplina en el trabajo y su profunda curiosidad por el arte", que "fueron fuente constante de inspiración".
La investigadora no olvidará "nunca sus ojos, probablemente los más inteligentes con los que haya cruzado una mirada. Y también me quedo con sus silencios, que enriquecían el diálogo con la misma fuerza que lo hacían sus palabras".
Gala fue un autor muy prolífico que desarrolló su talento a lo largo de más de 50 años y es "muy difícil hallar otro nombre en las letras españolas que haya representado con acierto tantas facetas creativas: poeta, dramaturgo, novelista, ensayista, cronista y guionista para cine y televisión", señala Clara Cobo, que perteneció a la undécima promoción de residentes de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores durante el curso 2012-2013 con una beca extraordinaria de investigación para estudiar los personajes en la obra narrativa del autor.
Pero su legado "no es exclusivamente literario" ya que siempre dijo que "su gran obra era la fundación", un proyecto "único en España". Por otro lado, la fecundación cruzada -concepto ideado por Gala- permite que el trabajo de cada residente "sea único, pero su singularidad radica precisamente en haber sido enriquecido con las aportaciones del resto".
"Confío en que las relaciones interartísticas que ha propiciado la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores y que, sin duda se han manifestado en las obras de los residentes, sean objeto de estudio algún día. Esta es razón suficiente para concluir que el legado de Antonio Gala es una fuente inagotable de riqueza", manifiesta Cobo.
Antonio Gala pasó varias temporadas con los residentes de la undécima promoción, que disfrutaban de él "en las comidas o a la hora del té". "La verdad es que nos reíamos muchísimo, su sentido del humor era desbordante", confiesa Cobo.
Por otra parte, él era "muy exigente con nuestro trabajo y también muy crítico" e incluso "supervisó en buena medida la obra que desarrollaron los escritores". En el caso de Clara Cobo, tuvo la oportunidad de hacerle una entrevista que la emocionó "profundamente".
En cualquier caso, "atesoramos muchas anécdotas que siempre nos despiertan una sonrisa cuando las recordamos", puntualiza. Por ejemplo, el día que entregaban el Goya de Honor a Concha Velasco, Antonio Gala les contó en el desayuno la conversación que tuvo con la actriz cuando estuvo nominada por haber interpretado el papel de Palmira Gadea en la adaptación cinematográfica de Más allá del jardín. "Horas después, cuando estábamos viendo la gala en el salón de la fundación, Concha Velasco reprodujo aquella charla. Era un secreto para todo el mundo, menos para nosotros. Sin saberlo, Antonio Gala nos había dado la exclusiva", cuenta la investigadora.
Cobo estará "eternamente agradecida a Antonio Gala" porque gracias a él conoció a Ana Padilla, que supervisó semanalmente la investigación que desarrolló en la fundación y le abrió "las puertas de la Universidad de Córdoba". Asimismo, en su promoción coincidió con "un grupo de compañeros que, más allá de su talento, llegaron a la fundación con el convencimiento de ganarse el pan cada día".
"Siempre fuimos conscientes del privilegio que suponía estar en un lugar en el que realmente te sientes pintor, escritor, músico o investigador", reconoce.
Hace varios años, Ana Padilla y Clara Cobo publicaron dos estudios (revista Creneida de la Universidad de Córdoba y Boletín de la Real Academia de Córdoba) en los que reflejaron los principales intereses de la crítica sobre la obra de Antonio Gala y concluyeron que el teatro había sido el género que más atención había recibido.
Entre otros aspectos, Cobo destaca que "se ha valorado la esmerada elección de los recursos retóricos en sus piezas teatrales; la presencia de un componente intertextual magníficamente engranado en muchas de sus obras; la capacidad de visitar el pasado y desmitificar la historia sin dejar de reflejar, en el mismo ejercicio expresivo, el momento presente; la creación de espacios de opresión y redención para unos personajes siempre en búsqueda de sí mismos, y el tratamiento de los grandes temas humanos de la mano de sus protagonistas".
Por otro lado, en lo referente a su poesía, Gala "siempre apostó por su independencia respecto a las corrientes literarias de su tiempo, especialmente con su lírica". Este género permaneció "mucho tiempo encubierto para los círculos de investigación, pero no olvidemos que el autor quiso durante un largo periodo que esta fuera fruto de un ejercicio expresivo íntimo".
En otro orden, "la novelística del autor cordobés ha suscitado varios debates". Por ejemplo, la clasificación de El manuscrito carmesí o El pedestal de las estatuas como "novelas históricas o como autobiografías ficticias". Del mismo modo, Cobo recuerda que La pasión turca, obra con gran repercusión y éxito de ventas, ha generado aportaciones en el ámbito de los estudios de género.
Por último, a lo largo de los años, la valoración de la participación de Gala en los medios de comunicación españoles "ha arrojado importantes cuestiones". En primer lugar, "el hecho de que el carácter intelectual de su discurso y el uso de un lenguaje poético nunca le impidieran conectar con un público de masas".
Asimismo, "su sentido del humor, su franqueza y su manifiesta sensibilidad en el tratamiento de la información siempre determinaron que los espectadores de prime time y los millones de lectores de los principales diarios recibieran a Gala como un conciudadano".
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