Arracada andalusí: una joya perdida
MUSEO ARQUEOLÓGICO DE CÓRDOBA: ENCUENTRO DE CULTURAS
La pieza condensa, en apenas 35 mm, todo un icono perfecto, uno de los símbolos del poder de la dinastía Omeya andalusí
El Capitel de los Evangelistas
La pila de al-Rummaniyya
A Luis Alberto López Palomo, in memoriam.
El Museo Arqueológico de Córdoba posee una de las mejores colecciones de entre los museos españoles en lo referente a los testimonios de nuestro pasado, desde el más remoto hasta la Edad Media, y es uno de los principales del mundo en cuanto a colección medieval islámica, en particular del periodo Omeya andalusí. Su colección es simplemente monumental, que se va incrementando paulatinamente con los nuevos descubrimientos que se realizan a diario en las numerosas actividades arqueológicas que se desarrollan tanto en la capital como en la provincia.
Me ha resultado muy difícil elegir un objeto de la colección del museo para escribir de él. Podría haber sido cualquiera de los que se exponen en la actualidad, o de los que se custodian en su almacén. Podríamos dedicarles unas líneas al cervatillo, a una celosía, a una inscripción, a algún magnífico capitel, como el de los músicos, la rica cerámica verde y manganeso –con su exuberante y elaborada decoración– o a una modesta cerámica pintada, o a algún elemento de bronce singular.
¿Por qué la arracada? Básicamente por dos motivos: primero porque en apenas 35 mm se condensa todo un icono perfecto, uno de los símbolo del poder de la dinastía Omeya andalusí, y segundo porque fue hallada en una excavación arqueológica dirigida por Luis Alberto López Palomo, querido colega y amigo que falleció en febrero de 2023, al que dedicamos humildemente estas palabras.
Luis Alberto López Palomo llevaba inserta la Arqueología en sus venas y la irradiaba a todo aquel que lo trataba. Dirigió numerosas excavaciones, entre otras muchas una en un solar situado entre las calles Joaquín Sama Naharro y Pintor Palomino, del cordobés barrio de la Huerta de la Reina, en octubre de 2003 donde fue hallada la arracada Sólo se encontró uno de los pendientes que formaría una pareja con otro similar, sin ningún objeto más que permita pensar en un ocultamiento intencionado.
El pendiente esta realizado en oro de 22 quilates, con un peso de 4,06 gr –el peso de un dinar, la moneda de oro de la época–, tiene unas dimensiones de 3,5 cm de diámetro, y está realizado con un hilo de 1 mm de grosor. Tiene forma circular y el interior del mismo está decorado con un motivo arquitectónico a base de filigrana. La arracada presenta unas pequeñas anillas que soportarían unas colgaduras que no se han conservado.
La decoración consiste en tres arcos de herradura alineados soportados por lo que serían dos capiteles, todo ello realizado de forma muy esquemática por lo reducido del pendiente. Encima de los tres arcos corre un friso decorado y encima de él se aprecia una serie de merlones escalonados de tipo siriaco y almenas, similares a los que se pueden apreciar sobre los muros de la Mezquita de Córdoba.
Lo interesante de este motivo arquitectónico que decora el pendiente de Córdoba es que no el único ejemplo que conocemos. Así, tenemos dos ejemplos más: la pareja de arracadas procedente del tesorillo del cortijo de la Mora en Lucena y la pareja del recientemente recuperado tesoro de la Amarguilla en Baena, ambos expuestos en el Museo Arqueológico de Córdoba.
En estos dos últimos casos los tres arcos no se representan alineados sino dispuestos de forma radial a la arracada, con una flor de lis o lirio en el interior de los arcos de herradura. Todo ello nos indica que los tres arcos en su conjunto son recocidos como elemento simbólico relevante y apreciado, por el valor del material en que están realizados, que otorgarían a su propietaria de una evidente muestra de prestigio social.
Cabe preguntarse ahora por el significado o el mensaje que se expresa en la decoración arquitectónica de los tres arcos. En nuestra opinión es la plasmación del califato omeya, ya es una traslación a otro soporte de una realidad física que se puede apreciar en ámbitos de representación y de manifestación del califal. Esta arquitectura es real, la encontramos en Medina Azahara en las fachadas monumentales de la denominada Casa de Yafar y en la Vivienda de la Alberca. Fachadas dispuestas a partir de tres arcos de herradura y profusamente decoradas con atauriques.
También en el Salón Rico de Medina Azahara reconocemos esa organización tripartita de arcos en el muro de cabecera, donde el califal se mostraba en los grandes actos protocolarios. En Córdoba, capital de al-Andalus y sede de la legitimidad de los Omeyas, aunque apenas conocemos el Alcázar, donde también se utilizaría esta solución arquitectónica, si conocemos ejemplos destacados del empleo de los tres arcos en sitios especialmente singulares de la Gran Mezquita, estrechamente relacionada con el alcázar. Así, los podemos apreciar indicando el lugar donde se levantaba el mihrab de emir Abderramán II, derribado por el califa al-Hakam II al ampliar el oratorio al sur, y de nuevo en la macsura donde se alza el mihrab, la puerta del Sabat y la puerta del Tesoro, en una organización tripartita similar al Salón Rico de Medina Azahara, de nuevo en el lugar donde se mostraba el califa los días de oración.
La representación de estos tres arcos en la joyería, pero no sólo –existen otros elementos y otros materiales donde se representan los triples arcos–, nos parece un símbolo perfecto del califa, ya que están asociados a la presencia de su figura en actos solemnes y fácilmente reconocible por los asistentes, pero sin representar su imagen, algo no bien visto en el Islam.
Por todo ello pensamos que las arracadas con esta decoración tan singular podrían tratarse de un regalo de corte, elaborados en los talleres califales; y, tal vez, su propietaria habría lamentado su desdichada pérdida.
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