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educación | datos del instituto de estadística y cartografía de andalucía

Más de 25.000 cordobeses no saben leer ni escribir

Los centros ofrecen cursos específicos

D La profesora Auxiliadora García imparte una clase para mayores en horario vespertino en una de las aulas del colegio de Educación Infantil y Primaria José de la Torre y El Cerro, ubicado en el barrio de El Naranjo.
Lourdes Chaparro

18 de noviembre 2018 - 02:35

En Córdoba, según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, hay 25.420 personas con más de 16 años que no saben leer ni escribir con datos correspondientes al ejercicio de 2017; de ellas, 7.020 son hombres y 18.400 mujeres. No obstante, la cifra de cordobeses en esta situación en los últimos 37 años ha descendido de manera más que considerable en la provincia, en concreto, un 68,7%. No en vano, allá por 1980 la cuantía era de 78.240 cordobeses, mientras que el año pasado la cifra bajó hasta los citados 25.420.

Con estos datos, Córdoba es la cuarta provincia andaluza con mayor número de analfabetos, una clasificación que encabeza Sevilla, con 41.880, y continúa Cádiz, con 31.750, mientras que en tercera posición se encuentra Málaga, con 30.380. Tras Córdoba, aparecen Granada, con 20.440; Almería, con 25.250; Huelva, con 20.000; y Jaén, con 19.780. Otro de los datos que aporta este organismo que depende de la Junta de Andalucía es el referente a la población de 16 años sin estudios, que en 2017 era de 73.920 cordobeses, mientras que en 1980 su cifra se elevaba hasta las 176.240, lo que representa una caída del 58,06% en todos estos años.

Pues bien, gran parte de la reducción de estas cifras se debe a la puesta en marcha de los actuales ciclos de Educación Permanente de Adultos, en los que este curso hay matriculados en Córdoba más de 14.000 personas. Manuel Rubio es el responsable de este área en la Delegación de Educación y sostiene que gran parte de estas personas que no saben ni leer ni escribir "ya no están en nuestros centros". Él mismo empezó a trabajar en este sector en 1983 y entonces sí que había personas que "no sabían ni leer ni escribir". La mayoría eran mujeres y algunas de las que empezaron entonces "tienen el graduado en Secundaria", destaca. En aquellos años, continua Rubio, "llegabas a un centro y tenías que empezar con las vocales". Sin embargo, esta situación comenzó a revertir y ahora llegan a las aulas con más conocimientos. El perfil que llega, indica, es de "neolectores que sí dominan la técnica, pero que tienen que afianzarla".

Lo que oferta esta formación está incluido en el Plan Educativo de Formación Básica y está dirigido a quienes tienen dificultades lectoescritoras o de comprensión y expresión y que quieren adquirir la formación necesaria para acceder a la Educación Secundaria Obligatoria para personas adultas y, así conseguir el título correspondiente; en esta caso, se imparte exclusivamente en modalidad presencial. Este plan educativo está organizado en dos niveles de un curso de duración cada uno: Nivel I y Nivel II. No obstante, los alumnos pueden emplear hasta un máximo de tres años por nivel si lo necesita. El sexo de los alumnos también ha cambiado en todos estos años, ya que si al principio eran mayoría las mujeres que decidían recibir esta formación, ahora también acuden hombres.

Auxiliadora García es una de las profesoras que imparte este tipo de formación en Córdoba, en su caso, en la sección reservada para ello en el colegio José de la Torre y el Cerro, en el barrio de El Naranjo. García comenzó su andadura profesional en la Educación Permanente allá por 1984 y ahora que han pasado tantos años y tantos alumnos a los que ha dado clase sostiene que este tipo de enseñanza "tiene cosas que están muy bien". Entre los aspectos positivos que señala como docente se encuentra el hecho de que "es bastante satisfactorio porque es -una formación- voluntaria". Es decir, que quien se apunta lo hace porque realmente quiere hacerlo y está decidido desde a aprender a leer y a escribir, hasta reforzar estos conocimientos. A estos factores, García suma también el hecho de que le gusta estar con las personas mayores y "solucionar algún tipo de problema que tengan". Su incursión en el mundo de la Educación para Adultos comenzó hace 34 años en la localidad de Villanueva de Córdoba, donde permaneció durante siete cursos escolares. "Antes se empezaba con los ayuntamientos y, entoncens presentamos un proyecto para desarrollarlo", explica, al tiempo que recuerda -ahora desde lo que supone el paso de tanto tiempo y toda la extensión del sector que ha habido, además de la incorporación de mejoras- que "no teníamos ni sillas en el local".

La docente también hace referencia al cambio del perfil del alumnado y de que cada vez son menos los que llegan sin saber ni leer ni escribir, mientras que los que aún se encuentran en estas circunstancias "tienen alrededor de 70 años y son gente que en su tiempo no pudo ir al colegio y no conocen ni las letras". Para impartir este tipo de enseñanza "fundamentalmente utilizamos materiales adaptados de Primaria", expone.

Emilia Rodríguez es una de las alumnas de Auxiliadora en el centro del barrio de El Naranjo. Esta cordobesa de 69 años lleva tres asistiendo a estas clases y asegura sin reparos que "nunca fue al colegio". Durante casi cuatro décadas, esta mujer trabajó como cocinera en Córdoba, aunque muchos antes en el campo, en concreto, con las vacas. Antes de asistir a estas clases, apenas sabía poner su nombre, pero a pesar de ello "no me han engañado nunca", subraya. El marido de Emilia falleció hace ahora 24 años y han sido sus cuatro hijos -tiene ocho nietos- los que la animaron a inscribirse. Tres años más tarde y con los conceptos más que asimilados, Emilia reconoce ahora que lo que más trabajo le cuesta es el mundo de las sílabas, el de la comprensión lectora.

Detrás del pupitre que ocupa Emilia en una de las aulas de Primaria del colegio José de la Torre y el Cerro se sienta Ana Márquez, vecina igualmente de El Naranjo. También ella ha trabajado durante toda la vida y ahora que "he terminado de criar a mis diez nietos" ha decidido recibir esta enseñanza, en la que se matriculó por primera vez el pasado curso. "No he perdido las ganas y me siento bien", destaca y añade que ya tiene su asignatura favorita, que son las matemáticas, mientras que la gramática es la que menos le gusta. Por cierto, que la vinculación de Ana con su barrio es total y, según cuenta, puso en marcha la Asociación de Mujeres de El Naranjo (Amuna), que comenzó con 14 integrantes "y cuando lo dejé éramos 290". Su pertenencia a este colectivo y simpatía, además, le ha servido para "hacer venir a clases a muchas compañeras", anota.

A poca distancia de esta alumna se encuentra Custodia Sánchez, nacida en la localidad de Nueva Carteya hace 70 años. Recaló en Córdoba en 1972, cuando se casó y vivió en Alemania durante una década. Ella fue una de las miles de personas que tuvieron que emigrar hasta el país germano, donde trabajo en la fábrica de Pirelli "haciendo gomas", en referencia al caucho. Allí tampoco tuvo problemas para entenderse "con los marcos -la moneda de entonces-" y cuando regresó a España en 1983 trabajó en donde pudo, desde la limpieza, hasta en el campo. "Me he defendido de todo y en Alemania me adapté muy bien", recuerda. Hace tres años que puso por primera vez un pie en un colegio dispuesta a aprender a leer y a escribir porque ella tampoco tuvo oportunidad alguna de asistir a clases durante su infancia -eran nueve hermanos-. Pasados estos años ha convertido la lectura en una de sus aficiones y asegura que le gusta escribir y también las matemáticas.

En la última fila del aula se sienta María Luisa Llergo, quien no falta a clases con la intención de profundizar conocimientos, pero también porque "es una oportunidad para conocer y relacionarse con la gene mayor". A sus 66 años, reconoce que ir al colegio de lunes a viernes también es un motivo para "estar con las amigas y aprender mucho". Es más, esta vecina de El Naranjo hace un llamamiento para que las personas de su edad "no que seden en su casa y que hagan cosas para distraerse".

Junto a Auxiliadora García, como docente, las alumnas de este aula cuentan con el apoyo de estudiantes de Educación en prácticas. Una de ellas es Ana Ramírez, alumna de Magisterio de Primaria e Infantil del Centro Sagrado Corazón, quien relata que el primer día que acudió a las instalaciones del centro José de la Torre y el Cerro no "me esperaba esto". Es decir, que no sabía que iba tener que hacer las prácticas de dar clases a gente mayor. "Pensaba que sería menos gente y que tendrían menos preparación, pero al final me encantó", señala, al tiempo que destaca "la gran fuerza de voluntad" de las todas estas alumnas, que una vez que han superado la barrera de la jubilación y vidas intensas y sacrificadas y han decidido aumentar sus conocimientos, poner punto y final al hecho de no saber ni leer y disfrutar de ello.

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