“Nuestro objetivo es que la AECC llegue a todos los lugares y clases sociales”
Auxiliadora Cabanás. Presidenta de la Asociación Española Contra el Cáncer en Córdoba
Esta médica de familia, con una carrera de más de 30 años a sus espaldas y experta en deshabituación tabáquica, ha vivido el cáncer desde su consulta, pero también a nivel familiar
“En mi casa siempre he visto una actitud solidaria”, asegura la nueva presidenta de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Córdoba, Auxiliadora Cabanás, que esta semana se ha estrenado con el primer gran acto de la entidad, la celebración, el pasado 4 de febrero, del día contra esta enfermedad. A sus espaldas lleva una trayectoria de más de 30 años como médica de familia; 20 de ellos en el centro de salud Guadalquivir y otros diez en el de Santa Rosa. Ha vivido el cáncer desde su consulta, pero también a nivel familiar, y está volcada en la deshabituación tabáquica, un hábito tóxico que supone uno de los principales factores de riesgo para la aparición de la enfermedad.
–¿Cuánto tiempo lleva vinculada a la asociación?
–Llevo mucho asistiendo a todos los eventos porque María Luisa (la expresidenta) es conocida mía y me avisaba. Colaboraba en lo que podía porque desde hace años soy voluntaria de Cruz Roja; primero salía los lunes con los sintecho y después los miércoles con las prostitutas. Pensé que quizá mi faceta solidaria estaba satisfecha con eso... El tema es que en el Guadalquivir yo me encontraba muy a gusto con la implicación a nivel de comunidad y necesidades de la población, luego empecé a hacer cooperaciones en sitios donde había necesidad; este año he estado mes y medio en la Amazonía peruana. Me pareció que colaborar con esta asociación y tener una vinculación más fuerte de alguna manera me iba a satisfacer. De la selva vine con siete kilos menos y parasitada de arriba a abajo, pero muy contenta. Cuando mis familiares me vieron llegar, me dijeron que venía más guapa. De alguna manera, creo que el tener un cargo en una ONG me va a favorecer en mi carácter y en mi forma de pensar. Luego está la parte más dura, que es el contacto que he tenido toda la vida con enfermos de cáncer y sus familias. De alguna forma, eso te estigmatiza y te hace reaccionar de forma positiva, intentando ayudar.
–Esta semana se ha celebrado el Día Mundial Contra el Cáncer, una de las jornadas grandes de la AECC. ¿Cómo ha sido su primera toma de contacto con la sociedad y con los medios de comunicación?
–No me esperaba que lo de las presentaciones fuera así. Por protocolo tengo que presentarme a casi todas las instituciones y políticos. Eso me cuesta algo más trabajo que la labor diaria, pero lo estoy llevando. Me impliqué también en el taller que se está impartiendo de deshabituación tabáquica porque yo me dedico a eso normalmente. Tengo formación en Psiquiatría y siempre he hecho deshabituaciones. En Santa Rosa lo estoy haciendo e inicié aquí el taller. A raíz de tener el cargo de presidenta de la AECC, también me están llamando para que intervenga en mesas redondas y terapia grupal. Ahora mismo estoy algo sobrepasada, pero lo estoy llevando bien.
–¿Qué supone para usted estar al frente de una asociación tan importante y tan conocida en Córdoba?
–Es un compromiso muy grande y un reto. Primero porque esta asociación ha estado abanderada por una mujer de una valía tremenda en todos los aspectos. Es un reto sustituirla. Además, una siempre quiere ampliar y mejorar lo que hay. Uno de nuestros objetivos es llevar la AECC a todos los lugares con equidad, a todas las clases sociales, a cualquier rincón de la provincia, para que todas las personas puedan beneficiarse de las prestaciones que tiene esta asociación, que son bastantes y no todas se conocen.
–¿Son las familias más desfavorecidas las que más desconocen estos recursos?
–Claro y, además, en los más desfavorecidos la enfermedad es más acuciante porque quizá se hace menos prevención, hay menos hábitos saludables... Entonces, la enfermedad no solo se produce, sino que llega a estadios mucho más difíciles de tratar y más costosos en todos los sentidos, tanto a nivel económico como de sufrimiento. El cáncer tiene más incidencia en personas desfavorecidas que, igual que no acuden al médico para sanarse una caries o hacerse una citología, se les puede pasar una patología de esta magnitud.
–¿Cómo se puede llegar a esas familias?
–Estamos elaborando unos protocolos para pedir permiso a los responsables de los hospitales y dejarlos en las consultas de los oncólogos e incluso de los radiólogos, que a veces son los que dan la noticia. Esta sería una forma de hacernos conocer y dar una relación de todas las prestaciones que podemos ofrecerles, que a veces desconocen. Tengo una paciente que llegó no hace mucho a la consulta llorando. La habían intervenido de un cáncer de mama y estaba muy deprimida, con el ánimo por los suelos. La derivé a la AECC y está contentísima. Está en un taller de sevillanas y va a ser voluntaria en temas de costura. Esto sirve y, cuanta más gente se beneficie, mejor. Nuestro objetivo es que el beneficio sea para el mayor número de pacientes y familiares.
–Aparte, ¿tiene más objetivos?
–Innovar mucho y que la investigación llegue al punto que se merece. Lo ideal sería que no existiese esta asociación porque no hiciera falta. El objetivo principal sería lograr vencer al cáncer y que se convierta en una enfermedad crónica o tenga una mortalidad bastante más baja, pero para eso hay que recurrir a la investigación. Y la investigación se tiene que dotar de medios. Ahí tenemos que movilizarnos todos. Hay que hacer campaña sobre los hábitos saludables, lo mismo que sobre el tabaco, el alcohol, la obesidad, el sedentarismo, usar sustancias que son tóxicas... A mí me gustaría que esa información llegue a todo el mundo porque siempre he pensado que el paciente mejor informado es el que mejor lleva su enfermedad y el que mejor la maneja. Por ejemplo, creo que una persona que conoce todos los perjuicios de fumar y los beneficios de dejarlo, una vez que tiene esa información la debe procesar y decidir dejarlo, pero para eso tiene que haber esa información tan detallada y profunda. Si solo es superficial parece que nunca le va a tocar a uno.
–¿Cómo se ha encontrado la AECC?
–En una situación muy buena. La verdad es que la sociedad cordobesa responde muy bien y se ha hecho muy bien todos estos años. Los 16 trabajadores de la sede lo hacen estupendamente, las juntas locales, que las estoy conociendo poco a poco, me han encantado, porque son personas que de modo altruista están haciendo verdaderas maravillas para obtener recursos para esta asociación. Es un acto solidario tan generalizado que a mí me impresiona mucho.
–¿Cómo han sido esas primeras reuniones con las juntas locales?
–Me han gustado muchísimo las presidentas, que son todas mujeres, y la forma que tienen de involucrarse. Además se relacionan entre ellas muy bien. He disfrutado. Al principio pensaba que iba a ser pesado, porque me recogen cuando termino mi jornada en el centro de salud y nos vamos directamente a los pueblos, pero el estar allí, tener la oportunidad de conocerlas, que me cuenten sus iniciativas y sus ganas de hacer cosas... Me vine con energías recargadas.
–¿Cómo es ahora mismo la relación de la AECC con el Servicio Andaluz de Salud? ¿Hay algo que se pueda mejorar?
–Yo creo que sí. Vamos a aprovechar un poco el tema de que yo soy sanitaria. Luego, tengo la suerte de ser de la misma promoción que el consejero Jesús Aguirre y que el jefe de Oncología del Reina Sofía, Enrique Aranda. Además, tengo una relación magnífica con Juan de la Haba y con el jefe de Cirugía, Sebastián Rufián. Me voy a aprovechar un poco de eso. Pienso que vamos a mejorar y, sobre todo, nos vamos a vincular más. Ya estamos solicitando algunas cosas, a ver si nos las van concediendo. Y yo soy pesada... (ríe).
–Por las consultas de Atención Primaria pasan muchos casos de cáncer. ¿Como se lleva esa cercanía diaria con los pacientes?
–Realmente, cuando estudias te hablan no de desvincularte, pero sí de no implicarte demasiado. Yo no lo he conseguido. Incluso aquello que nos decían de que con el tiempo se nos haría una coraza, a mí no me ha pasado. No sé si eso es bueno o malo. Mi sufrimiento no va a ser el mismo que el de los familiares o el mismo paciente, pero te aseguro que es bastante alto. Y cuando pierdo a alguno, aparte de sentir compasión por la familia, hay una sensación de fracaso al pensar que se ha intentado, pero no se ha podido. Es deprimente por la pérdida, pero cuando los veo luchar de esa manera, me llenan de energía positiva. Son unos colosos. Tengo una sobrina que falleció hace dos años de cáncer y nos ha dado una lección de vida y de muerte porque ha sido la campeona más grande del mundo. Nos ha animado a nosotros. Yo soy de familia numerosa y, aunque estamos dispersos por España y el mundo, hacemos tres comidas al año para juntarnos todos. A la última que vino, cuando ya tenía un deterioro, en un momento dado salió fuera y me la encontré llorando. Le dije: “Chiqui, no, si tú eres nuestra campeona”. Y me dijo: “también tengo derecho a esto, probablemente sea la última vez que me vea la familia y no me gusta que me vean así”. Y lo entendí. Fui dura con ella al decirle “no”. Ha sido muy solidaria, ha colaborado en muchos países, nos ha dejado a muchos niños apadrinados y vamos a seguir con su ejemplo. Ha sido muy generosa, espléndida y muy especial. Ha tenido una vida muy fértil a pesar de haber muerto tan joven.
–Es decir, que a usted le ha tocado de pleno...
–Sí. De hecho, yo estaba en Perú cuando al fin decidí presentarme a este cargo. Mi sobrina, Ángela, había hecho cooperaciones solidarias allí y me habló mucho de Machu Picchu. Quise ir como una especie de homenaje y cuando estaba arriba abrí los brazos y dije:“Chiqui, va por ti”. Fue el día que decidí presentarme. Tenerla a nuestro lado ha sido lo mejor del mundo. A ella junto con mi hermano pequeño, que tenía Síndrome de Down y que ha sido un vínculo en la familia y una bendición porque nos ha hecho la vida mejor.
–Entonces conoce la enfermedad desde todas las perspectivas.
–Sí, también tengo tres hermanas intervenidas de cáncer y otra sobrina que está en plena lucha.
–¿Ha notado desde su consulta el aumento de casos de cáncer?
–Sí, de hecho, según la estadística, uno de cada dos hombres va a padecer cáncer a lo largo de su vida y una de cada tres mujeres. Eso es real. El crecimiento también puede ser porque vivimos mucho más o porque se hace una detección precoz.
–El doctor De la Haba comentó en el Día Contra el Cáncer que es alarmante el aumento de casos en mujeres.
–De hecho, ha descendido la mortalidad y la incidencia de cáncer de pulmón en los hombres y en las mujeres ha aumentado. Por eso, creo que la campaña de deshabituación tabáquica debe ir más dirigida a ellas. El perfil actual es el de una mujer joven de bajo nivel sociocultural.
–María Luisa Cobos siempre decía que para este cargo también hay que saber pedir. ¿Eso cómo lo lleva?
–Sí, me estoy formando para eso. Hasta ahora he tenido la suerte de pedirle cosas a personas que eran amigas, y casi se han visto en el compromiso de no decirme que no. Me estoy entrenando para cuando tenga que pedirlas a políticos que no conozco y a otras instituciones. Y si no, solicitaré ayuda.
–¿Seguirá con su vinculación a Cruz Roja?
–Sí, pero de momento voy a hacer un paréntesis porque ya no tengo más tiempo. Es más, soy abuela de unos mellizos de cuatro años a los que antes dedicaba muchísimo tiempo y ahora los veo todos los días, por supuesto, pero echo de menos estar con ellos más rato. Me recargan las pilas, son un motor de vitalidad, de alegría y de cariño.
–¿Cuándo comenzó en el voluntariado?
–Empecé desde adolescente a hacer cooperaciones porque cantaba en un coro y también visitábamos a personas necesitadas. Con el de Cruz Roja hace unos dos años. Yendo de cooperante hace más, pero la vez que he estado más tiempo ha sido esta última en Perú. Más tiempo y quizá en circunstancias más duras. Allí, en la mayoría de los sitios no habían visto nunca a los blancos, como ellos decían, ni por supuesto a ningún sanitario.
–¿Desde su posición de médico de familia también ha ayudado a personas que lo necesitaban?
–Creo que eso lo hemos intentado siempre todos. Tengo una experiencia preciosa en el Guadalquivir porque creo que me impliqué con la comunidad y ellos conmigo, y los llevo siempre en el corazón. Para mí, el vínculo que hice con ellos fue muy importante y, de alguna manera, me marcó. Hicimos un programa con la comunidad, otro con los jóvenes en los institutos y también con las mujeres. Eso era muy bonito y satisfactorio y además tenía resultados buenos.
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