Banderas agitadas con desdén para celebrar la llegada de Vox a Madrid

Resultados elecciones generales Córdoba 2019

El partido de Santiago Abascal logra en el último momento un diputado por Córdoba

Celebración de Vox en Córdoba
Celebración de Vox en Córdoba / Lolo Agredano

Iba a ser una fiesta de exaltación de lo español. En la bodega de la calle Queso donde Vox seguía anoche el recuento electoral, estaba todo preparado para la verbena. Había un cortador de jamón con el cuchillo afilado, una gran pantalla para seguir las palabras del líder nacional, Santiago Abascal, y alguna que otra bandera rojigualda esperando para ser agitada. Pero el frenesí no se produjo. Hubo, incluso, algún puchero, algunos llantos enjugados casi a escondidas, como si el diputado que el partido sumará por Córdoba fuese insuficiente. Los abrazos sonaron a consolación. El vino no llegó. Y tampoco sonó la música.

Hay una bota ajada en la taberna de plateros de María Auxiliadora firmada por Imperio Argentina. “Muchas gracias por tanta belleza”. Y otra rubricada por un embajador de Japón de nombre impronunciable con tizas gastadas. Entre los recuerdos, la fiesta de Vox estuvo a punto de parecer una despedida, un adiós a un sueño quizás demasiado elevado, el de convertirse en puntal de la derecha española. Pero esto es Córdoba, no se olvide. “Córdoba, joya fina, es obra de plateros”, dejó escrito como recordatorio el fallecido Andrés Ocaña, ex alcalde de Izquierda Unida, en otra de las botas de la bodega que debía animar la verbena donde nadie bailó ningún pasadoble.

“¡Tenemos un diputado en Córdoba!”, gritó de repente un hombre con una bandera de España atada al cuello como capa de superhéroe, como intentando animar la desilusión. El bufido fue respondido por unas palmadas que resonaron a hueco, bajo los altavoces de la pantalla gigante donde los tertulianos de los programas de televisión narraban la “decepción” de los resultados para el partido que critica por igual a la “derechita cobarde” y a la “veleta naranja”. Nadie bajó el volumen. Y las palabras se clavaron.

Al filo de la medianoche, los apoderados llegaron; poco a poco, también los periodistas. Alguien repartió entre los presentes unas banderas españolas, que fueron agitadas ante los fotógrafos casi con desdén. “¡España, unida, jamás será vencida!”, gritó otro. Las palabras, como un eslogan publicitario, fueron repetidas con desgana. Los flashes cesaron al minuto y también los cánticos. Las banderas fueron de nuevo guardadas.

El nuevo diputado de Vox por Córdoba, José Ramírez, optó por callar ante los medios de comunicación. Quizás consigna de un partido que ha hecho campaña a la contra y al margen de los canales establecidos. Que cree que no lo necesita. Reservó sus palabras de agradecimiento para los apoderados, esas personas anónimas, profesionales liberales, funcionarios, amas de casa, desempleados, trabajadores, ciudadanos de todo tipo que ahora lucen con orgullo las insignias de la derecha.

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