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El tiempo en Córdoba: fin de semana estable con un ligero aumento de las temperaturas
Conservación
Al igual que en las personas, las altas temperaturas propias de los meses de verano también inciden en los animales. Una buena hidratación, refrescarse con baños de agua o el reparto de frutas y helados son algunas de las medidas que el Centro de Conservación Zoo de Córdoba implanta durante el estío para que sus habitantes no sufran las altas temperaturas.
Cuando se acerca finales de junio y el termómetro empieza a subir, las rutinas cambian, y las de los animales no podían ser menos. Es por ello que, ahora, parte del día a día de los habitantes del zoo varía con la llegada de los meses más calurosos.
Mientras que en invierno algunas especies -primates y felinos- se retiran a sus cubículos a mitad de la tarde para comer y dormir, incluso con la calefacción puesta si es necesario, en verano todas las especies comen a primera hora de la mañana y, desde entonces, sus habitáculos de interior se mantienen abiertos para que puedan entrar y salir cuando les plazca.
De este modo, ellos deciden si prefieren estar en la zona exterior o en sus cubiles, resguardados de los rayos del sol. Esto hace que sus horarios cambien y en las horas centrales del día permanezcan en el interior, no visibles para el público, y en las primeras horas de la mañana o por la noche salgan a descansar con las agradables temperaturas.
Por esta razón, por bienestar animal, es una de las principales medidas por las que el zoo reduce su horario en esta época, abriendo de martes a domingos de 09:30 a 14:00. Incluso, este verano se han llevado a acabo actividades nocturnas como las acampadas y convivencias Noche en el zoo, que se han desarrollado con gran éxito.
“Los animales que tenemos en la colección zoológica soportan nuestro clima”, afirma la conservadora Julia Ruiz, mientras explica que las especies que se llevan a los zoos reúnen las condiciones biológicas de la ubicación donde se van a transportar. “Nosotros no nos podríamos traer un oso polar, ni aguantaría ni tendríamos los medios para administrar tal cantidad de luz para mantener ese frío”, narra Ruiz.
En el caso de Córdoba, “todos nuestros animales soportan el calor y el frío de aquí, siempre y cuando a determinadas especies en invierno se les ponga su calefacción”. Por ejemplo, los tapires, algunos felinos y casi todos los primates llevan calefacción, y algunos incluso la mantienen en verano.
A dichos animales se les pone calefacción de gas o agua caliente, mientras en cambio a otros como los tití pigmeos se plican dos bombillas de calor que permanecen perennemente encendidas. Así, “cuando necesitan un poquito de calor en invierno se van debajo de la bombilla, y con eso es suficiente”.
Algo parecido ocurre en verano, momento en que a estos ejemplares se les quita una bombilla pero se mantiene la otra, ya que al ser tropicales deben estar a una temperatura de 25 grados, como explica la conservadora. Esto significa que en las noches más frescas del verano cordobés, donde las mínimas están por debajo de esos 25, el animal siempre tendrá la opción de acercarse a la bombilla a tener ese calor “extra”.
En verano, las especies tropicales “son las que necesitan más cuidados en cuanto al control de la temperatura”. Algunos como los sudamericanos o los australianos cuentan con una programación de riego. Esto es, cuentan con periquitos por toda la instalación, de forma que cada cuatro horas de manera regular se riega durante varios minutos, y “de ese modo intentamos paliar un poquito la calor excesiva”, reconoce Ruiz.
En cuanto a la alimentación, no varía durante los meses de verano. Los animales comen una dieta similar a lo largo de las cuatro estaciones, con la diferencia de que en verano algunos de sus alimentos preferidos lo comen en formato de polo helado. Así, por ejemplo, el leopardo disfruta de uno sabor sangre, los osos saborean polos de frutas, o los armadillos, polos de gusanos.
Estos alimentos más fresquitos se les suele poner una o dos veces a la semana, no todos los días porque los animales se acostumbran y dejan de verlo como una novedad. “No puede ser algo repetitivo, debe ser algo dinámico”, narra Ruiz.
El contacto con el agua o espacio donde poder darse un remojón es más que apetecible en estas fechas. Muchos de los animales que así lo precisan cuentan con charcas y zonas donde poder refrescarse, como el leopardo o los osos; en cambio, a otros ejemplares, cuyo hábitat está conformado por sustrato de arena, a la hora de arreglar y limpiar la instalación sus cuidadores hacen pequeños charcos para que animales como los aurrís puedan hozar y bañarse en el barro, algo que disfrutan especialmente.
A las diez de la mañana, Porthos ya saborea su rico helado de sangre con trozos de carne, un auténtico manjar para este leopardo de Sri Lanka cuyo desayuno le refresca y da energía para toda la mañana. Sus vecinos, los osos pardos, se han tirado a su charca en cuanto han visto a los trabajadores del zoo lanzarles sus helados de frutas.
En este recorrido que la conservadora hace por la mañana, también se detiene por otras instalaciones para que ningún ejemplar se quede sin su refrescante polo. En la zona donde habitan los armadillos, cuyo emplazamiento está compuesto de arena y tierra, la profesional extiende un trozo de césped artificial -para que el alimento no se llene de tierra- sobre el que deposita pequeños cubitos de hielo con grillos y tenebrios. Todo un banquete para que los dos ejemplares que cohabitan se den un pequeño homenaje al empezar el día.
En la zona central del parque, los lémures no quitan ojo de los cubos de polos con frutas que Ruiz va repartiendo. Distintas especies -de cola anillada, pardo y Rufo blanco y negro- se agolpan para recibir sus helados, que se los tienen que comer antes de que en un descuido la tortuga radiata con la que comparten habitáculo le pegue algún bocado a estos refrescantes sabores.
Por último, Julia Ruiz se dirige hasta la zona en la que se encuentran las avestruces, que comparten terreno junto a las jirafas. Una vez allí, la conservadora coge una manguera y refresca a estas aves de gran tamaño, quienes se aposentan bajo la cascada de agua para conseguir mayor refresco.
Un recorrido refrescante, en el que la mayoría de los primates también aguardan para la espera del momento más veraniego del día.
“Te diría que en un zoológico, casi que lo más importante que existe es la parte educativa”, ha reconocido la conservadora Julia Ruiz. Y es que, de todos los visitantes que acogen los zoológicos, más de la mitad son niños.
Ante este joven público, los profesionales hacen especial hincapié en el trabajo de conservación y cuidado animal. “Para la biodiversidad, el reciclaje... somos una escuela viviente y tenemos que machacar eso, para que de todos esos niños que vienen, si uno llega a casa y dice ya no quiere tener un animal salvaje, hemos ganado algo”.
La profesional explica el trabajo que hay detrás de la conservación animal en un centro como el zoo de Córdoba y añade que muchos de los ejemplares han llegado por donaciones, o tras ser rescatados o decomisado por el tráfico ilegal de especies.
Además, el zoo cordobés forma parte de varios programas de crías en cautividad a nivel europeo. De esta forma todos los animales que se acogen a estos programas son susceptibles de cruzarse para que la variabilidad genética no se pierda y como mínimo que se mantenga equivalente a la que existe en la naturaleza, "lo que no queremos es tener animales para que la gente los vea pero que genéticamente sean producto de la consanguinidad".
“También estamos aportando muchos animales a la naturaleza”, explica Ruiz al recordar el caso de los búhos. "Llevan cuatro o cinco años aquí, han formado pareja, luego ponen huevos y una vez que nacen las crías se lo decimos al CREA -Centros de Recuperación de Especies Amenazadas- luego los llevan allí a los voladores, hacen músculo y finalmente se hace un acto y se sueltan a la naturaleza”.
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