Un Bazar a pie de toalla

Una mujer observa en la playa algunos de los vestidos a la venta.
Ana Ruiz León / Málaga

06 de agosto 2011 - 01:00

Las playas malagueñas se han convertido en tiendas ambulantes donde los bañistas pueden comprar desde un pareo para la playa hasta unas gafas de sol, último modelo, pasando por un reloj o una pulsera. También si tiene sed o hambre y no le apetece pegarse la caminata hasta un quiosco o chiringuito, puede comprar refrescos, patatas o helados bien fresquitos a pie de playa. Sólo hay que esperar a los numerosos vendedores que pasan por la costa.

Antonio Santiago Fernández lleva toda la vida vendiendo refrescos por la playa. Desde que empezó cuando aún era adolescente hasta ahora con 40 años. Sabe cuándo comienza su jornada laboral, a las 10:00, pero no cuándo termina porque tiene que aprovechar "al máximo" la afluencia de bañistas que van a pasar el día a la playa. Diariamente puede ganar unos 40 ó 60 euros de los que tiene que descontar la mercancía para el día siguiente, ya que él trabaja solo y tiene que abastecerse diariamente de refrescos y cervezas. A eso hay que añadir también el hielo para mantenerlas frías. Diariamente carga con 10 y 15 kilos en sus hombros y aguanta temperaturas extremas. " Con la crisis las ventas se han venido abajo, ya no vendo tanto como antes, la gente trae todo de sus casa" comenta este vendedor ambulante.

El ghanés Ibrahim vino a España hace cinco años. Durante el invierno trabaja en todo tipo de trabajos ya que tiene "varias bocas que alimentar". Ha recogido fruta, verdura, chatarra, y ha hecho trabajos de fontanería y pintura. En verano se dedica a vender ropa por la playa como pareos, vestidos, pañuelos, etcétera. No gana mucho diariamente e incluso tiene que compartir los beneficios con un amigo ya que se costean la ropa entre los dos. Pasa muchas horas al sol y apenas puede ver a sus hijos pero tiene que trabajar y no le importa sacrificarse. "La gente casi siempre te dice que no, cuando te ven venir, muy pocos se paran a ver lo que tienes", comenta Ibrahim. Como él hay decenas de casos en los que hombres, y no tan hombres, se buscan la vida con la venta ambulante por las playas malagueñas y arriesgándose a ser parados por la Policía y a enemistarse con quiosqueros y dueños de chiringuitos. Sahib es un chico marroquí que vende bisutería por la playa. Cuenta que aunque la gente no le compre "le da igual" porque quiere permanecer en España. Además le encanta Málaga por sus playas y el carácter de sus ciudadanos. " A veces la gente en la playa me da agua y comida, aunque no me compren nada", dijo el joven.

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