Bretón: el preso que se sabe no 'común'
Desde que hace ahora cinco años acabara con la vida de sus hijos, los pequeños Ruth y José, se ha convertido en un recluso itinerante pasando por cuatro centros penitenciarios
José Bretón siempre ha sabido que no es un preso común. Desde que entró en prisión preventiva ha llevado su personalidad manipuladora al extremo y ha llamado la atención cuando ha creído que ha tenido que hacerlo para obtener sus fines. La última vez que llamó la atención fue el pasado miércoles, cuando se autolesionó cortándose el cuello en la cárcel en la que actualmente cumple condena por el asesinato de sus hijos, los pequeños Ruth y José, en la de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), justo cuando se cumplen cinco años que se erigió en verdugo. No es la primera vez que hace uso de ese modus operandi. En 2012, mientras esperaba su juicio en el centro penitenciario de Alcolea, los cortes -superficiales- se los hizo con una cuchilla de afeitar, justificando ese comportamiento en que él era inocente de la desaparición de los niños. En ese momento se recordaron episodios similares previos incluso a su matrimonio con Ruth Ortiz, como aquel en el que acabó en el hospital tras ingerir una dosis no letal de pastillas por un desengaño amoroso.
Esas llamadas de atención han truncado a veces sus fines y le han castigado a ser un preso itinerante. Precisamente, Bretón acabó en Herrera de la Mancha procedente de la cárcel de Jaén, donde consiguió que Instituciones Penitenciarias lo trasladara después de que él lo pidiera para estar más cerca de su familia, castigado por una entrevista que concedió a un periódico de tirada nacional en el que se da buena cuenta de que, como ya apuntaron en el juicio los presos que compartieron encierro con él en Córdoba, además de ser un "maniático" es "un manipulador, obsesivo, autoritario cambiante y controlador".
Pero vayamos por partes. En 2012, Bretón decidió ponerse en huelga de hambre de alimentos sólidos en protesta contra las medidas de seguridad que le eran aplicadas en el centro penitenciario de Alcolea y que consistían en un plan de prevención contra suicidios y su aislamiento en un módulo en el que estaba separado de otros presos. Esa decisión pilló incluso en fuera de juego a quien fue su primer abogado, José María Sánchez de Puerta, a quien no se lo había comunicado. Bretón también pedía ser trasladado a un módulo con otros presos, una situación que, según Instituciones Penitenciarias, podría haber traído consigo consecuencias negativas para su integridad física por el carácter de los delitos que se le acusaba. Sus excentricidades le llevaron a tener multitud de problemas en el centro penitenciario de Alcolea, que han continuado creciendo durante su itinerancia carcelaria. Una de las más conocidas ocurridas en el centro cordobés tuvo lugar en el comedor del recinto, donde se puso hecho una furia y pidió que le quitaran a otro preso de su mesa porque no podía soportar el ruido que hacía con las mandíbulas al comer.
El condenado en el verano de 2013 a 40 años de cárcel -el 2 de septiembre de 2014 recibió la notificación de que la sentencia era firme- por asesinar a sus dos hijos en octubre de 2011, fue posteriormente trasladado -en octubre de 2013- hasta la cárcel de Villena (Alicante) por "inadaptación" a la Prisión Provincial de Córdoba, según destacaron en ese momento desde Instituciones Penitenciarias. Se le cambió el tratamiento penitenciario y se le aplicó el régimen cerrado contemplado en el artículo 10 de la Ley Penitenciaria, que dicta que, con carácter excepcional, los presos preventivos puedan ser destinados a centros o departamentos especiales de régimen cerrado previstos para reclusos peligrosos o, como en este caso, que sufran inadaptación a los regímenes ordinario y abierto. El ministro del Interior, Jorge Fernández, llego a decir que "Bretón estará mucho mejor tratado en Villena dadas sus circunstancias y su personalidad, un tanto psicopática". Ya en Villena, el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 3 de la Comunidad Valenciana estimó el recurso formulado por el recluso contra el acuerdo de la Subdirección General de Tratamiento y Gestión Penitenciaria, por el que se acordaba su clasificación inicial en primer grado de tratamiento. De esta manera se acordó la progresión del interno al segundo grado penitenciario -el régimen ordinario-, por lo que comenzó a tener más libertad de movimientos en el centro penitenciario y entró en contacto con más reclusos. Nada más entrar en contacto con otros presos, el recluso Bretón acabó recibiendo una paliza, tal y como entonces informó su nueva abogada, Bárbara Royo.
En marzo de 2016, el asesino de Ruth y José consiguió que lo trasladaran a la cárcel de Jaén para estar más cerca de su familia, que reside en Córdoba. En Jaén II sólo pasó algo más de dos meses. Instituciones Penitenciarias lo castigó después de que le concediera una entrevista en un vis a vis a un periodista que supuestamente era un amigo que venía a visitarlo. Ese hecho le hizo en ese momento perder todos los beneficios penitenciarios y supuso su traslado a la penitenciaría de Herrera de la Mancha. En Jaén dedicaba parte de su tiempo a leer y escribir, "sin meterse en líos", según los funcionarios.
En Herrera, una cárcel para presos especiales, ha intentado llamar por última vez la atención cuando, como confirmó su letrada, nadie va a verle desde hace meses. Su padre falleció el pasado año y su madre, con 85 años y enferma, apenas puede visitarle. Más solo que nunca, y en segundo grado ordinario penitenciario, el límite establecido por el Código Penal dicta que sólo acabe cumpliendo 25 años.
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