El Capitel de los Evangelistas
Museo Arqueológico de Córdoba: Encuentro de Culturas
La tipología de este capitel de columna se ajusta, con algunas alteraciones, al clásico de orden corintio
La pila de al-Rummaniyya
Oscillum
De una visita al Museo Arqueológico de Córdoba podemos extraer gran información sobre la evolución de Córdoba y su provincia desde la Prehistoria hasta el Renacimiento a través de una selección de piezas, muchas de ellas magníficas joyas, de diferente procedencia, usos y características.
En este recorrido destacan, por la vistosidad de su montaje, su calidad y cantidad, una selección de la colección del Museo de capiteles romanos e islámicos, fruto de la intensidad constructiva de estas épocas y del interés arqueológico. Pero si nos fijamos bien, cercano a estos sobresale uno de época visigoda (siglos VI-VII), llamado de los Evangelistas.
Se trata de una pieza única hallada de forma fortuita empotrada en un muro de una casa en la calle de Duque de la Victoria, que, según Armin Stylow, pudiera haber pertenecido a una desaparecida iglesia visigoda localizada en el barrio de la Ajerquía, cercana a la muralla a extramuros. Se presenta como un magnífico testimonio arquitectónico de las transformaciones urbanísticas, sociales y religiosas sufridas en Córdoba desde inicio de la Edad Media hasta el proceso de islamización de la ciudad.
Tiene unas dimensiones de 36 centímetros de altura y 42 centímetros de ancho en la zona del ábaco, es de piedra caliza beige y para esculpirlo se ha empleado la talla a bisel, muy frecuente su empleo en la escultura visigoda. A pesar de esto, ya que es una técnica que favorece los efectos de contrastes lumínicos, el relieve que resulta es muy suave y plano. Pero si prestamos atención a los detalles, advertimos restos de policromía rojiza concentrada en la parte superior, en el ábaco, y otros marginales en el resto de la pieza, que nos hacen imaginar una posible recreación arquitectónica colorida.
La tipología de este capitel de columna se ajusta, con algunas alteraciones, al clásico de orden corintio: con hojas de acanto reducidas a los ángulos para dejar espacio para la presentación del Tetramorfos y con un ábaco decorado con una cenefa de arquillos de la que sobresale en el centro de sus cuatro lados con una flor esquemática de ocho péalos inserta en un cuadrado.
Si bien, la singularidad del Capitel de los Evangelistas viene dada por su iconografía, como decíamos: un Tetramorfos, es decir, la representación simbólica de los cuatro Evangelistas.
De forma bastante original, el maestro que tallase esta pieza se ha decantado por representar las cuatro figuras con cuerpo humano con los rostros de los animales que simbolizan a cada uno de los Evangelistas: San Marcos, con el león; San Juan, con el águila; San Lucas, con el toro alado; y San Mateo, con el ángel. Las cuatro figuras aparecen representadas siguiendo un patrón común, de forma frontal, pero con variaciones en la inclusión del nimbo, un códice o las alas. Stylow apunta a que los cuatro rostros fueron meticulosamente mutilados, como se advierte, posiblemente en época musulmana.
La realización de relieves planos con representación de figuras se expande en el medievo por toda la península ibérica y Francia. Esta obra, única en su contexto, sitúa a Córdoba en los primeros siglos de la Edad Media cristina en contacto con otros núcleos de producción. Es un ejemplo de técnica y modelo que migraron desde el sur hacia el norte gracias al movimiento de los canteros.
Podríamos destacar los capiteles y relieves de las iglesias de San Pedro de la Nave en el Campillo (Zamora), Santa Comba de Bande (Orense) o Santa María de Quintanilla de las Viñas en Mambrillas de Lara (Burgos), con los que se encuentra emparentado el Capitel de los Evangelistas del Museo Arqueológico de Córdoba.
Con estas líneas invito al lector a buscar en las salas del Museo de la Plaza de Jerónimo Páez esta excepcional pieza, rodearla, contemplarla y localizar cada uno de sus detalles aún visibles de su relieve, como testimonio de la Córdoba visigoda.
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