Cata de Vino Montilla-Moriles: la historia de una cita imprescindible

En 1983 se celebró la primera cata, donde se degustan el fino, el amontillado o el oloroso entre rumbas o sevillanas

Cata de Vino Montilla-Moriles.
Cata de Vino Montilla-Moriles. / Juan Ayala
El Día

26 de marzo 2019 - 10:27

El próximo miércoles 24 de abril dará comienza la primera cita del Mayo Festivo: la Cata de Vino Montilla-Moriles. Esta iniciativa se celebra en Córdoba desde hace más de tres décadas, lo que demuestra la indisoluble unión entre Córdoba y el vino.

"Hasta donde la memoria de la historia alcanza, la alfombra de viñedos, que brilla como una enagua verde entre Montilla y su castillo, nutrió las noches y los días de esta tierra bimilenaria", figura en la página web del Ayuntamiento desde donde se publicita esta cita. (Consulta aquí todas las citas del Mayo Festivo).

Según se detalla en esa información, la historia cuenta que los pobladores romanos reservaban el vino puro para los dioses, mientras los hombres lo tomaban ahumado, salado o dulce; que los visigodos gozaban contemplándolo tras finos cristales, y que por él pecaron los andalusíes contra Allah bebiendo de modo clandestino, o servido por las jóvenes coperas en las zambras palaciegas.

El vientre de las barricas y las ánforas siguió guardando el vino a través de los siglos como pócima de salud, gratitud, celebración y alegría; como el manjar de la divinidad que fue en su origen, a cuya tentación dejaron de resistirse los mortales, haciendo de él un elemento esencial en sus despensas, ora como aromática delicia gastronómica, y ora como reconstituyente o símbolo de hospitalidad, siempre.

El vino, como el aceite, conforma toda una cultura consustancional a la vida cotidiana del Sur. Se diría que los andaluces "llevan destellos dorados en las venas y brillos áureos de vino, de tal modo que parecen conocer de forma innata las dosis exactas y precisas de estos dos legados, inherentes a su ética y su estética". Según la información del Ayuntamiento, como Cata del Vino y Aceites comenzaron a celebrar los cordobeses esta cita festiva, que tiene su origen en el año 1983.

Ahora se ha convertido en un acontecimiento imprescindible y esperado año tras año.

La importancia económica y el arraigo de la Cultura del Vino, en toda la provincia de Córdoba, hizo que el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Montilla-Moriles auspiciase y promocionarse –hasta la actualidad- la realización de esta Cara del Vino, a la que concurren más de veinte bodegas cada año.

En el recinto cerrado que le sirve de marco, durante tres días, los visitantes aprenden a distinguir el vino por su color, olor y sabor. Allí el fino, el amontillado, el oloroso, el cream, el Pedro Ximénez, el blanco joven o el ecológico, podrán ser acompañados de exquisitas y típicas raciones de la cocina cordobesa de siempre.

Y para que tampoco el sentido del oído quede huérfano, quienes en esos días acudan al festejo degustarán los caldos entre rumbas, sevillanas, fandangos o rocieras. Siempre bajo el reinado de los sentidos que más agudiza el vino: el diálogo, la alegría, el baile y la complacencia.

El vino de Montilla-moriles, que ya era exportado a la antigua Roma, siguió consumiéndose en las tabernas ubicadas en los conventos cristianos en el periodo emiral y califal; a pesar de la prohibición islámica, se elaboraba con uva o nabid de dátiles.

Los vinos cordobeses fueron introducidos en Jerez por el montillano Diego de Alvear, fundador de las primeras bodegas a partir de 1807.

En las fiestas de los palacios y almunias califales, las muchachas más bellas, con el cabello cortado a la altura de la nuca y ataviadas con ropajes masculinos, escanciaban el vino confundidas con sus compañeros varones.

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