Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Patrimonio
En estos días se cumple el 30 aniversario del descubrimiento del yacimiento arqueológico de Cercadilla.
Fue en mayo de 1991, con motivo de las obras de soterramiento del ferrocarril y construcción de la nueva estación del AVE de la ciudad. Debido al apresuramiento con que se deseaba finalizar las obras de la estación, buena parte de su superficie se destruyó -toda la zona afectada por la estación, los andenes y las vías- mientras que otras zonas están ocultas bajo las avenidas, calles y casas que la rodean. La imagen que Cercadilla pretende ofrecer al visitante es la de superposición de la ciudad moderna y la extensión del yacimiento bajo ella.
En ese mismo año 1991 se realizó una campaña de excavación y se convocó una comisión científica de carácter internacional que valoró la importancia del yacimiento. Continuaron las excavaciones en años posteriores dada la importancia de los hallazgos y se conservaron sólo algunas estructuras. Después, en 1997 la Consejería de Cultura protegió el yacimiento para garantizar su conservación.
Sin embargo, los años han pasado y Cercadilla continúa con la asignatura pendiente de su puesta en valor, como defienden las asociaciones vecinales La Medina, San Lorenzo existe, Conde de Vallellano, Centro Histórico, Plataforma por Córdoba, la Asociación de Empresarios de la Judería, la Asociación Cultural Fotógrafos Patrimoniales Cordobeses y la Asociación Empresarial de Turismo Provincia de Córdoba. Estos colectivos denuncian la "sostenida inacción gubernamental municipal" para con un yacimiento que es Bien de Interés Cultural. Y es que Cercadilla se encuentra sobre suelo municipal, por lo que es de titularidad del Ayuntamiento. No obstante, en un principio el Consistorio le cedió la gestión a la Junta mediante un convenio que expiró. Finalmente, el Ayuntamiento optó por gestionarlo con fondos propios.
Según el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, el yacimiento de Cercadilla es un gran espacio arqueológico que presenta una secuencia estratigráfica muy amplia, abarcando desde momentos altoimperiales hasta la época postcalifal. Los restos de cultura material más antiguos localizados en este yacimiento están constituidos por algunos elementos arquitectónicos elaborados en arenisca y de tipología tardorrepublicana y augustea, reutilizados en parte en construcciones posteriores.
Los primeros testimonios respecto a la ocupación del yacimiento de Cercadilla corresponden a parte de una necrópolis de incineración muy arrasada. De este momento inicial, que se puede fechar entre la segunda mitad del siglo I antes de Cristo y la primera mitad del siglo I después de Cristo, se cuenta con su único enterramiento constituido por una urna de tradición indígena con decoración a bandas, que conserva en su interior restos de la incineración de un individuo.
Poco después, este entorno funerario experimentó un profundo cambio como consecuencia del abandono de la necrópolis, materializado en la construcción de una villa cuyo conjunto es el resultado de un proceso gradual de crecimiento, habiéndose documentado al menos cinco fases de remodelación, cuya ocupación se desarrolló desde el siglo I hasta un momento avanzado del siglo III. La villa situada en el centro de la exedra se localiza a poco más de 700 metros de la muralla de la Colonia Patricia Corduba, y con una superficie total excavada de unos 2.000 metros cuadrados, sin que haya sido posible documentar toda su planta. Se trataría, al menos en su última fase, de una villa suburbana, siendo uno de los escasos testimonios que se poseen en Córdoba de este tipo de asentamientos. Las fases previas podrían corresponder tanto a una villa en sentido estricto como a un asentamiento de distinto tipo, ya fuera de carácter fabril o agrícola, probablemente sin zona residencial.
Todo parece indicar que esta villa fue arrasada para la construcción de un gran palacio tardorromano. Dos de las causas que fundamentan esta hipótesis son, en primer lugar, la ausencia de niveles de derrumbe sobre los pavimentos de la villa, como si se hubiera derruido intencionadamente y reutilizado el material de construcción, y en segundo lugar, las tégulas con las pestañas desmochadas reutilizadas como ladrillos en el opus mixtum de uno de los edificios del palacio.
El hallazgo de mayor relevancia en Cercadilla han sido los interesantes vestigios de un amplio conjunto palatino construido en las postrimerías del siglo III, en las inmediaciones de la antigua Colonia Patricia Corduba. El edificio, erigido sobre la villa suburbana de época romana altoimperial, constituye un caso único entre los múltiples legados de la arquitectura romana. Permite plantear que el monumento originalmente constituyó el palacio y sede del emperador Maximiano Hercúleo durante su estancia en Hispania, entre los años 296-297 después de Cristo, y lugar desde donde organizaría la campaña pacificadora que inmediatamente después le conduciría al norte de África. Este conjunto provocó una profunda transformación del espacio preexistente.
Según el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, "tanto los modelos aplicados en la confección de los distintos edificios como la original fábrica utilizada para su materialización -hormigón con revestimiento de sillarejo y ladrillo-, constituyen un testimonio arqueológico de vital interés, ya que permiten asegurar que el arquitecto responsable de tan excepcional obra estaba vinculado al emperador y a la arquitectura que, en el momento de la construcción, se estaba creando al servicio del poder".
En cuanto a la concepción arquitectónica del edificio, "no existe en el mundo romano conocido ningún paralelo a nivel formal que coincida con el diseño del complejo monumental de Cercadilla, por lo que se puede afirmar que se trata de un edificio único". Sí se conocen, en cambio, otros edificios en exedra, que al igual que este se organizan en torno a un espacio semicircular. De ellos, se pueden citar entre los más representativos villas como Tettingen, Montmaurin y Piazza Armerina (esta última posiblemente propiedad imperial) del siglo IV, o palacios como el Antioco en Constantinopla, con la peculiaridad de ser todos de menores dimensiones que el descubierto en Córdoba. "La cronología del conjunto palatino constituye un dato de especial interés, ya que supone un giro total en la concepción tradicional del mundo tardorromano en la Colonia Patricia, la Bética y toda Hispania", advierten desde el Instituto.
El monumento fue reutilizado en épocas posteriores, al menos desde mediados del siglo IV. Parte del antiguo conjunto palatino se reutilizó como centro de culto cristiano, para convertirse en lo que posiblemente constituiría la basílica martirial de San Acisclo. En concreto, se trata del aula triconque, situada en el extremo norte, el elemento que constituye el eje central de la reocupación cristiana, convirtiéndose en lugar de culto cristiano, debido a que su diseño es muy similar al de las basílicas paleocristianas.
En torno a dicha basílica, se concentró una importante necrópolis visigoda y mozárabe, en la que junto a numerosos enterramientos de tipología bastante amplia, se han encontrado la lápida de Lampadio -obispo de Córdoba-, localizada junto a la trícora norte, lo que supone que, al menos, desde mediados del siglo IV se encontraba ya en uso. Dicha basílica se disponía al oeste de la ciudad, entre ésta y el monasterio de Cuteclara, situado por Samuel de los Santos Gener al norte del monumento en la zona de la Albaida. Por otra parte, según San Isidoro, en el año 550 el rey visigodo Agila realizó una campaña de sometimiento contra los cristianos hispanorromanos de Córdoba en la que profanó la basílica de San Acisclo. Este hecho se relaciona con la lápida encontrada, en la que se alude a un obispo de nombre latino Lampadius, que murió coincidiendo con la campaña de Agila. Además, se ha constatado que el carácter cementerial de la zona se mantuvo en época mozárabe.
A partir ya de la Antigüedad Tardía, el viejo palacio sufrió un continuo y sistemático proceso de saqueo de material de derribo, que continuó de forma implacable hasta la época califal y que trajo consigo la afección y desaparición de algunas estructuras hasta la base de sus cimientos. Sobre estos niveles de saqueo se erigieron las viviendas medievales, en las que se pueden distinguir con claridad dos ocupaciones diferentes. Por un lado, viviendas dispersas que se han podido fechar en época emiral anterior a la mitad del siglo IX y un amplio arrabal que se extiende por todo el área del yacimiento, ya desde finales del siglo IX y a todo lo largo del siglo X.
La primera ocupación medieval, de época emiral, se asienta directamente sobre las cimentaciones de los muros romanos, una vez culminado el arrasamiento de los alzados del monumento y utilizado el material saqueado para la construcción de las nuevas casas, siendo pocas las estructuras detectadas pertenecientes a este primer momento. Sobre las tumbas y antiguos paramentos emirales se han detectado distintos niveles de colmatación y nivelación, sobre los que a su vez se construyeron las nuevas estructuras califales.
Ya en época califal, gran parte del yacimiento fue ocupado por uno de los extensos arrabales que rodeaban al recinto amurallado de la ciudad. El identificado en Cercadilla probablemente corresponda al arrabal de Al-Raqqaquim y en él ha sido posible documentar algunas de las casas que lo constituían y parte de la trama viaria que permitía la comunicación de unas zonas con otras.
Se han hallado distintos modelos de casas en el yacimiento, si bien todas ellas mantienen como característica común su organización en torno a un patio, alrededor del cual se disponen las diferentes salas. Todo el barrio se halla surcado por numerosas redes de canalizaciones. No se han detectado niveles de destrucción en este arrabal, por lo que se deduce que fue abandonado paulatinamente a medida que la guerra civil se prolongaba en el tiempo, causando la decadencia de Córdoba. Sin embargo, se ha comprobado que en un momento posterior aún no definido con precisión, la zona se volvió a ocupar, apuntando la posibilidad de que esta nueva fase de ocupación se produzca a partir del segundo tercio del siglo IX. Su importancia radica en que permite la documentación en extensión del trazado urbanístico musulmán.
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