El comercio de la calle Motril de Córdoba: Unión ante las adversidades

La vida de los barrios

Jóvenes vecinos y propietarios de los establecimientos eligen quedarse en el barrio que les vio crecer para emprender y asentar su negocio

Los locales en esta parte del Distrito Guadalquivir luchan contra los estragos que dejó el coronavirus

Una mañana de tiendas en la calle Motril, en fotografías

Fachada de la escuela Los PequeMúsicos.
Fachada de la escuela Los PequeMúsicos. / Miguel Ángel Salas

Como cada barriada de Córdoba, el Distrito Guadalquivir cuenta con una zona comercial que abastece a los vecinos de las necesidades básicas que estos requieren para el día a día. Supermercados, bares, librería, escuela, taller o fontanería son algunos de los comercios que se pueden encontrar en la calle Motril.

La clientela de estos negocios es del propio barrio, al igual que sus propietarios. En ellos destacan el buen ambiente y compañerismo que hay entre todos los trabajadores de la calle, “somos como una familia”, comenta una encargada.

En esta ubicación cada negocio tiene su propia historia. Algunos de los locales han pasado de generación en generación, otros decidieron trasladarse allí para dotar a la zona de necesidades claves que antes no tenían y para otros, montar su local en la calle Motril era un sueño.

Este último es el caso de Mirella Martínez, una vecina del barrio y profesional de la educación. Ella tenía claro que quería instaurarse en su barrio para montar su propia escuela. “Aquí me crie y comencé a trabajar”. Los PequeMúsicos es la escuela que esta cordobesa ha creado en la calle Motril, uno de los locales más jóvenes de la zona ya que las puertas se abrieron por primera vez en mayo de este mismo año.

Tras un año de obras y burocracia, Los PequeMúsicos ya es una realidad y es que durante nueve años de trayectoria como escuela itinerante, Mirella se desplazaba a los colegios cordobeses (colabora con más de 35 centros) para ofrecer su programación como actividad extraescolar.

La profesional también explica que otra de las características por las que se animó a abrir la escuela en el Distrito Guadalquivir era por la ausencia de un centro de este tipo dentro del barrio. “No había nada educativo o cultural. Yo tenía la necesidad de tener mi propia escuela y no quería irme a otro sitio”.

A pesar del esfuerzo e ilusión que supone emprender un negocio propio, los comienzos son algo complicados. Mirella relata apenada y con indignación cómo muchos de los padres que se interesan por el centro, dejan de hacerlo cuando se les comunica su ubicación. “Yo estoy muy contenta y orgullosa de la escuela, me da rabia que la gente califique una calle o un centro por la zona”.

Los PequeMúsicos cuenta con 11 profesionales que imparten clases de distintas disciplinas como bachata, boxeo, kárate, flamenco, zumba, entre otras, aunque la base de su formación es la iniciación musical, sobre todo centradas en los bebés. Desde hace varios años crearon el Tetataller, un espacio para que las mamás lactantes puedan acudir con sus bebés para potenciar su estimulación musical.

Mirella Martínez en la escuela de Los PequeMúsicos.
Mirella Martínez en la escuela de Los PequeMúsicos. / Miguel Ángel Salas

La escuela desarrolla muchas más actividades, como musicales y obras de teatro que representan por las barriadas de Córdoba (próximamente irán a Carcabuey). En la época estival, el centro se convierte en una escuela de verano. Además de este espacio, Mirella también acude a una escuela infantil del Brillante. La docente observa cómo los progenitores, cuando se les comenta esta opción, prefieren trasladarse a este segundo centro en vez de a la nueva escuela. "Yo valgo lo mismo en la calle Motril que en cualquier otro barrio", afirma.

Esta joven emprendedora aprovecha para denunciar algunas carencias que tienen en la zona de su escuela, como la falta de limpieza y la dejadez de las calles. También apela a las instituciones algún tipo de ayuda para este tipo de centros, incluso no de forma directa para las propias escuelas, sino para los padres, para que estos puedan llevar a sus pequeños a alguno de estos centros, "hay familias que no tienen recursos".

Al principio de la calle se encuentra la Fontanería-Ferretería Gayro. En su interior, atendiendo al público está Mercedes Díaz Mateo, quien cuenta que actualmente las ventas están muy paradas. El principal componente que ha causado este bajón ha sido la crisis sanitaria del coronavirus.

La pandemia trajo consigo que muchos vecinos perdiesen sus puestos de trabajo y se viesen obligados a buscar soluciones más económicas a los problemas domésticos que se puedan originar: "Antes venían con la avería de un grifo y la gente compraba el grifo, ahora lo arreglan como sea y si antes venían para que fueras a arreglarlos, ahora se llevan el material y lo arreglan ellos". Este hecho pone de relevancia que la situación del barrio repercute en los comercios.

Subiendo la calle, se encuentra la Librería Mía, que acaban de cumplir su tercer año de vida. Su propietaria, Rosana Ortega, explica que decidió abrir el negocio por su propia experiencia como vecina, "no había papelerías cerca y tenía que irme fuera". Desde el primer día la aceptación del negocio ha sido inmejorable. Ubicados frente al Instituto Averroes, destaca el compañerismo entre todos los negocios, "hay armonía, si hay algún problema siempre hemos encontrado apoyo".

Una de las cosas que esta emprendedora más echa en falta es la comunicación de las entidades locales con los comerciantes, ya que han vivido situaciones de las que le hubiese gustado tener conocimiento. "Hace unos días abrieron las alcantarillas y tuvimos que tener las puertas cerradas, ahora nos hemos enterado que van a levantar la calle por unas obras, pero nadie nos ha informado".

Interior de la Librería Mía.
Interior de la Librería Mía. / Miguel Ángel Salas

Rosana también hace referencia a la falta de limpieza de las calles. "Siempre hay suciedad, nosotros nos hacemos cargo de limpiar la calle". Como vecina del barrio apela a la falta de parques infantiles y la inexistencia de aparcamiento, ya que en la zona trasera del comercio está prohibido aparcar con castigo de multa.

Siguiendo el camino de la calle, justo en la mitad, se pueden apreciar varias cafeterías restaurantes que a media mañana se llenan de vecinos dispuestos a disfrutar de la comida más importante del día: el desayuno.

Santos es famoso en la calle Motril por ser el dueño del conocido Bar Miguel Pino desde hace cinco años. Este propietario regenta dos locales en la misma calle. Afirma que pese haber vivido situaciones complicadas en el negocio, pueden más las ganas de seguir apostando por el local y poder generar economía suficiente para sus cinco empleados. Santos también destaca la falta de limpieza y añade la poda escasa de árboles y la vigilancia del barrio.

Con 11 años a sus espaldas, El Gato Negro sigue acogiendo a las familias para disfrutar de la comida casera a cualquier hora del día. Famoso por el tamaño de sus flamenquines XXL, el bar es todo un emblema para el barrio y fuera de él. Ángel, su propietario, afirma llevarse bien con toda su clientela: "No tengo problemas con nadie, tampoco los causo".

Manuel Pérez Díaz se ha criado entre llantas y neumáticos. Su padre levantó un taller mecánico en la calle Motril que a día de hoy ha pasado a sus manos. Talleres Manolín es uno de los más antiguos de la calle, con más de 40 años de historia.

Como cualquier negocio, hay épocas más duras y otras más fructíferas, actualmente, este negocio debe lidiar con la situación que alberga el verano en Córdoba, "la gente ahorra para las vacaciones" y esto es un dinero que no emplean en otras atenciones como el mantenimiento de sus vehículos. No obstante, si se va a utilizar el coche para viajar es recomendable pasar una revisión de puesta a punto para evitar riesgos innecesarios.

Conchi Roldán lleva 14 años trabajando en la calle Motril, cuando cerró su antiguo local se trasladó a otro apenas unos metros más hacia delante. Regenta una cafetería a la que da nombre y que cada mañana llena sus mesas con tostadas, bollería y cafés (entre otras cosas). Asegura que lo que más necesita el comercio es que estén más pendientes de la zona, ya que según informa, el mantenimiento de la calle lo llevan a cabo los propios vecinos y trabajadores.

Interior de la Cafetería Conchi.
Interior de la Cafetería Conchi. / Miguel Ángel Salas

Desde la Asociación Vecinal La Mirada del Sur, que abarca todo el Distrito Sur, su presidente Manuel Sierra muestra su compromiso de ayudar al pequeño comercio que empieza a despuntar en el barrio. Sierra informa que recientemente se han abiertos varios negocios en la zona y todos con gran aceptación.

Aún así, el representante vecinal asegura que le "preocupa" la situación de la plaza del mercado, pues más de la mitad de los puestos están cerrados. Sierra pide ayuda para "resucitar la economía" y apoyar al pequeño comercio. Respecto a las instituciones municipales les reclama una mayor comunicación y fórmulas para sufragar las pérdidas que han tenido y sigue sufriendo el comercio local.

Desde la Asociación quieren ayudar a los emprendedores, tanto para formar como para informar de aquellas oportunidades existentes a la población joven del barrio. Por todo esto, en septiembre comenzarán talleres de formación para aquellos que necesiten una ayuda profesional. "El tema de la base logística va a ser muy importante y queremos que todo el mundo tenga oportunidades".

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