Córdoba, una ciudad de acogida: “Lo importante es que mi hijo tenga aquí la oportunidad que allí no tuvimos"
Solidaridad
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Cada año, infinidad de proyectos luchan y ponen todo de su parte para que aquellos que llegan a España sin apoyo y en riesgo de exclusión social tengan en Córdoba una segunda oportunidad. La Asociación para la Igualdad y el Desarrollo Social (AID) es una de esas iniciativas que, desde su fundación en 2013, lleva allanando el futuro de muchos inmigrantes que abandonan sus países en busca de una vida mejor en Europa.
Con el lema: "todo el mundo merece una oportunidad" como bandera, esta entidad que nació por la inquietud de varias personas altruistas al ver las dificultades que existen para encontrar alojamiento, lleva años dedicada a darle un techo e integrar a personas en riesgo de exclusión. Cuando una de esas personas que vive en la calle sin documentación ni casa llega a la asociación, los particulares de la entidad reúnen dinero de sus bolsillos y le ofrecen la Casa Mambré, ubicada en la calle Úbeda, en el Sector Sur.
Así es como explica esta iniciativa Francisco Campos, organizador de esta asociación que cuenta con la colaboración y el trabajo codo con codo de otras entidades como Banco de Alimentos, AP Córdoba, Fundación Don Bosco, Media Castillejo o Cruz Roja, además de un acompañamiento sanitario y a tramitar sus documentos.
"Las personas vienen con ánimo de mejorar sus vidas y llegan con el dolor de haber dejado a sus familias y su cultura, no son personas que vengan a aprovecharse o a generar delincuencia, sino a buscar una vida mejor para ellos y los suyos", asegura Campos, quien todas las semanas trabaja voluntariamente con inmigrantes en la parroquia de Sector Sur dándoles clases de español y ayudándoles a mejorar su integración para facilitarles el futuro digno "que todo ser humano merece".
De Marruecos a España oculto en la rueda de un camión
Youssef Akhrif apenas tenía 16 años cuando decidió poner en riesgo su vida en busca de un futuro mejor. Desde pequeño estuvo trabajando en el municipio marroquí de Castillejos, donde vivía con sus padres, pero la falta de dinero y de oportunidades al ser de una familia pobre acabaron lanzándolo a las aguas del Mediterráneo. Junto a un amigo, a escondidas, sin avisar a nadie, en pleno invierno y en una noche de tormenta, ambos nadaron desde la playa durante dos horas rodeando un espigón hasta entrar en Ceuta.
En territorio español llamó a su madre para anunciarle lo que acababa de hacer y lo acogió Cruz Roja. Pasó tres meses en un centro de menores, pero Youssef quería llegar a la península, así que, día tras día intentaba colarse debajo de las ruedas de los camiones que en barco se dirigían a Algeciras. Solía cazarlo la policía, hasta que un día la estrategia del escondite le sirvió para cruzar al municipio gaditano, donde estuvo sobreviviendo en la calle hasta ser acogido en otro centro de menores.
Fue trasladado a un centro en Granada donde residió durante seis meses hasta que lo enviaron a Córdoba, donde la AID se hizo cargo de él y le ofreció un techo en el que vivir. Tras un año residiendo en Córdoba, ocho de esos meses en la Casa Mambré -hasta marzo de 2023-, ya con 20 cumplidos y permiso de residencia, Youssef ha demostrado que quiere desarrollarse como persona, pues actualmente trabaja como camarero de un restaurante de la capital y acaba de terminar un ciclo de soldadura.
Con trabajo y ganas de crecer en el mundo laboral, acaba de independizarse gracias a que la asociación le ha ayudado en el alquiler de una habitación en una vivienda de Sector Sur. De ahí que esté muy agradecido en todo este proceso: "Francisco me ha ayudado a tener un buen futuro y es como un padre para mí. Ha sido difícil la adaptación porque no tengo a mi familia y me tengo que buscar la vida solo, pero quiero hacer mi vida aquí porque me gusta Córdoba, es una ciudad tranquila y tengo muchos amigos", admite Youssef, que mantiene el contacto con su familia desde Tánger y a la que espera poder visitar pronto.
Refugiados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
Claudio Roa de 35 años y Heidy Florez de 33 años tuvieron que escapar de Colombia junto a su hijo de siete años víctimas del conflicto armado que sufre su país. Esta familia vivía a las afueras de San José del Guaviare, una ciudad rural de poco más de 50.000 habitantes. Su residencia se ubicaba exactamente en un corregimiento donde operan disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EC), por lo que eran sometidos a un restrictivo control por parte de este grupo guerrillero.
Llegaron a montar un restaurante de comida rápida y vivían felices junto a su hijo. Sin embargo, las Farc comenzó su extorsión exigiéndoles un impuesto revolucionario por su negocio. "Empezamos a pagarlo sin problema, pero al tiempo impusieron un toque de queda a las 18:00 y eso afectó al negocio porque era de comida y al no salir la gente no podían salir a cenar. Entonces empecé a quedarme colgado con esa cuota que tenía que pagar y al cabo de un tiempo nos dijeron que si no pagábamos reclutaban a nuestro hijo", explica Claudio.
Lo peor fue que en ese momento Heidy estaba embarazada de tres meses, y ante el pánico de perder a su único hijo, la tensión le provocó un aborto de madrugada en su propia casa. Decidieron huir en moto a altas horas de la noche en busca de ayuda a la Cruz Roja de San José de Guaviare porque los guerrilleros los estaban buscando. Ahí fue cuando se dieron cuenta de que no les quedaba otra que salir del país los tres.
"Mi tío me dijo que tenía un amigo en España que conoció en Brasil, de aquí de Córdoba. Nos dijo que nos podía acoger y, de hecho, vino a recogernos al aeropuerto de Madrid el pasado 22 marzo. Estuvimos varios días, pero uno empieza a incomodar en casa ajena, por lo que fuimos a la Cruz Roja, comentamos el caso y nos ayudaron poniéndonos en contacto con la AID que acababa de reabrir la Casa Mambré y nos acogió justo cuando íbamos a pasar la noche en un parque de Ciudad Jardín", comenta agradecido el padre de familia.
Durante su estancia con la asociación fueron declarados como refugiados de guerra y gracias a la Accem, organización sin ánimo de lucro española especializada en la atención de personas refugiadas, migrantes y en situación o riesgo de exclusión social, actualmente están alojados en un hotel. Con los papeles de víctimas de conflicto armado firmados, Claudio y Heidy ahora solo piensan en la felicidad de su hijo que ha podido recuperar una vida normal en Córdoba -va al colegio Colón- y disfrutar de una cultura "más avanzada".
"En Córdoba no tenemos problema de hacer nuestra vida. Yo he sido camionero, pero me gusta la cocina, por lo que me veo montando un negocio aquí, aunque lo verdaderamente importante es que mi hijo tenga aquí la oportunidad en el futuro que allí nosotros no tuvimos", señala Claudio emocionado y con la ilusión de que su familia afronte un nuevo reto alejado del conflicto armado de su país.
Desde Argelia con la esperanza de crecer laboralmente
Nassim tiene 32 años y se graduó en Ingeniería Civil en su país, Argelia, donde goza de un buen estatus social y económico. Sin embargo, ante la situación que se vive en su tierra natal, con conflictos internos y una vida destinada a la precariedad -pese a sus estudios cobraba lo equivalente a 150 euros al mes en España-, decidió abandar Argelia y buscarse la vida en distintos países de Europa y Latinoamérica.
Ninguno cumplió sus expectativas y Nassim fijó su proyecto de vida en España, por eso consiguió un visado turístico y el pasado 2 de octubre se mudó a Barcelona, aunque pronto recaló en Córdoba en busca de una cultura más cercana a la suya y con el objetivo de estudiar un máster en la Universidad de Córdoba de energías renovables. El problema fue que, al llegar a la ciudad, el plazo de inscrpción había terminado y hasta 2023 no podía volver a enviarlo. Ahora, tras volver a mandarlo, no se lo aceptan porque su visado termina.
Para mantenerse viviendo en España, Nassim estudia en una academia privada de peluquería pese a ser ingeniero y gracias a la Asociación para la Igualdad y el Desarrollo Social está formando su futuro en Córdoba y aprendiendo español, ya que solo habla francés y eso le "limita muchísimo". No es la vida que buscaba, pues el joven argelino sueña con lograr que la UCO le admita y así pueda tener un visado de estudiante que le permita desarrollarse como ingeniero en una Córdoba que tiene todo lo que siempre ha deseado para su proyecto de vida.
Una labor sin ánimo de lucro que "merece la pena"
Como Youssef , Claudio, Heidy y Nassim, han sido muchos los que han pasado por la Asociación para la Igualdad y el Desarrollo Social y le han dado un sentido a su vida: "Empezamos la Casa Mambré acogiendo a cuatro chavales que vivían en una chabola en una de las cocinas de las casetas de feria. Uno de ellos trabaja ahora el restaurante la Factoría del Ratón Pérez, otro en Tenerife en un restaurante, otro en el restaurante El Bulevar y otro en un Hotel en Hornachuelos", destaca Francisco Campos.
Profesor de biología en el instituto Séneca que dedica su tiempo libre a ejercer el altruismo en quienes más lo necesitan, Francisco recuerda con una sonrisa de oreja a oreja a todas aquellas personas a las que la asociación les cambió la vida: "Me acuerdo también de Wilma, que vino desde Camerún indocumentada, hizo un ciclo superior de hostelería y está de Erasmus en Dublín... Cuando ves personas como esta, comprendes que merece la pena dedicarle el tiempo, la energía y el dinero", comenta el organizador de la AID.
Movidos por "la pasión y la sensibilidad" y "una idea inalcanzable pero muy arraigada" en ellos mismos, desde la Asociación para la Igualdad y el Desarrollo Social continúan fomentando la integración con actividades gratuitas de clases de español, talleres de lectura y lúdicos, visitas culturales a Córdoba e incluso rutas de senderismo. Lo que haga falta con el fin de reformar la vida de aquellos que más lo necesitan.
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