La Qurtuba islámica: Cuando Córdoba era la capital del mundo

Urbanismo

La ciudad atesora numerosos vestigios urbanísticos de una época dorada en la que era Qurtuba y monumentos, como la Mezquita o Medina Azahara, que son Patrimonio de la Humanidad

Mezquita-Catedral de Córdoba. / El Día

Córdoba es el resultado de un proceso milenario de superposición de capas urbanísticas sucesivas que todavía mantiene. La ciudad es un palimpsesto donde se pueden leer las huellas de cada periodo, los sótanos están repletos de fragmentos de civilizaciones pasadas y muchos de los edificios más relevantes se han construido sobre otros que dejaron de servir a nuevas necesidades. Pero si hay un tipo de huella indisoluble a Córdoba, en muchos rincones de la ciudad, es la islámica, la que dejó una época en la que Qurtuba fue la capital del mundo.

El profesor de Geografía e historia Rafael Jiménez Álvarez defiende, en un artículo publicado en al-Ándalus, arqueología e historia, que la explicación del por qué los musulmanes eligieron Córdoba como su capital puede venir dada por dos tipos de factores: geográficos e históricos. Jíménez Álvarez sostiene que entre los primeros se encuentra el hecho de que "era el último punto navegable del río Guadalquivir (el río Grande de los hispano-musulmanes), que poseía un puente y también era vadeable. En resumen, que tenía buenas comunicaciones".

"La abundancia de agua, proveniente de los muchos veneros y arroyos procedentes de la cercana Sierra Morena, así como el clima mediterráneo parecido al norte de África, también hubieron de ser factores a tener en cuenta", insiste el profesor, quien detalla que además era desde antiguo una importante encrucijada de caminos entre el norte y el sur y entre el Atlántico al oeste y el Mediterráneo al este. "Por otra parte su enclave era defendible gracias a la presencia del río y su emplazamiento sobre una elevación. Disponía de todos los recursos necesarios en sus cercanías: en la sierra bosques, ganadería y minas y en la vega y la campiña agricultura. Posiblemente su cercanía a África, de donde provenían los musulmanes, debió de contar en la elección", argumenta.

La Historia cuenta que tras la entrada de Tariq y sus guerreros norteafricanos a las costas españolas en el año 711, encontraron Córdoba como una ciudad en decadencia, con las murallas parcialmente derruidas, el puente abandonado y cortado, extensas zonas despobladas... Con la integración en el imperio islámico, Córdoba recuperó poco a poco su esplendor, convirtiéndose en la sede del emirato de al-Andalus dependiente de los califas omeyas de Damasco (711-756).

Yacimiento de Medina Azahara. / El Día

En el año 756 Abd al-Rahman I, príncipe omeya exiliado en occidente, declaró un nuevo emirato independiente de Bagdad (independencia administrativa y política pero no religiosa). Los siglos VIII y IX estuvieron marcados por constantes batallas contra los reinos cristianos del norte de la península. La Medina islámica ocupó el interior del perímetro amurallado romano. En ella se construyó la Mezquita que sufrió sucesivas ampliaciones y el Palacio Califal, al oeste de esta.

Las murallas se vieron rápidamente sobrepasadas dando lugar a barrios (arrabales) extramuros. El primero de ellos se situó en el interior del meandro del río, atravesando el puente, el llamado arrabal de Sequnda que fue arrasado por al-Hakam I en el 818 a causa de una revuelta popular.

En el año 929, Abd al-Rahman III declaró el Califato Independiente de al-Andalus dando lugar a la gran expansión de la Córdoba islámica. La ciudad creció hacia el este conformándose el gran arrabal de la Axerquía. Este fue el momento de máximo esplendor de la ciudad que pudo llegar a tener más de 100.000 habitantes, convirtiéndose en una de las mayores urbes de la época.

La ciudad islámica se caracterizó por una fuerte fragmentación; la alcazaba, la medina y los diversos arrabales permanecen separados entre ellos. Al mismo tiempo estas grandes áreas se subdividieron en barrios independientes que se cerraban al anochecer, paliando la falta de seguridad. El elemento unificador de toda la ciudad era la Mezquita Aljama, cuyos alrededores acogían el centro administrativo, religioso y comercial.

Más allá de los arrabales el territorio se fue ocupando con un gran número de almunias, una mezcla entre granja y residencia campestre con huertas y jardines. En todo este periodo el río siguió jugando un papel predominante, el puente se reparó y se mantuvo después de cada riada.

En la iglesia de San Lorenzo se conservan restos de una antigua mezquita / Juan Ayala

El urbanismo actual es heredero de ese momento histórico, exceptuando algunos fragmentos de ciudad que se descubrieron más adelante. Las calles contaban con un sistema de alcantarillado que vertía al río de manera directa. Entre los dos grandes núcleos, Axerquía y Medina, existía un vacío por motivos defensivos.

Además de la Mezquita Aljama se han conservado restos de otras mezquitas que posteriormente fueron convertidas en iglesias cristianas, como Santa Clara, San Juan, Santiago, San Nicolás o San Miguel -algunas de esas iglesias aún conservan esos restos de mezquitas en su interior-. También se han conservado algunos de los numerosos baños que existían en la ciudad, como los de las calles Velásquez Bosco, Cara, Carlos Rubio o los restaurados en el Campo Santo de los Mártires.

Abd al-Rahman III, tras la declaración del Califato independiente, decidió construir, a partir del año 936,

una nueva ciudad, Madinat al-Zahra, como símbolo del triunfo del nuevo estado. Esta se situó en un lugar estratégico a siete kilómetros de la ciudad consolidada en una posición claramente escenográfica, en el punto en que Sierra Morena se adentra en la vega, consiguiendo una excelente visibilidad hacia

el oeste, sur y este.

El recinto adoptó una forma rectangular de 1.500 metros de lado en sentido este-oeste y 750 metros norte-sur, resuelto mediante terrazas que miran a la vega. La pacificación de todo el territorio y los constantes aportes tributarios de los reinos del norte de la península posibilitaron su creación. La duración de Madinat al-Zahra (Medina Azahara o La Ciudad Resplandeciente), a pesar de la riqueza de los materiales empleados y la calidad de su construcción fue efímera, apenas 73 años.

El sometimiento del califa Hisam II (976-978) a su primer ministro Al-Mansur provocó el traslado del poder a una nueva ciudad, al-Zahira, localizada al este de Córdoba, creada con la intención de legitimar y hacer visible un nuevo poder de al-Andalus. Durante este periodo tres medinas convivirán en la ciudad, Madinat al-Zahra, la Medina del centro de la ciudad y Madinat al-Zahira.

Medina Azahara

El profesor Jiménez Álvarez sostiene que" a pesar de ser una magnífica creación fruto de un reino en su cénit, a pesar de la solidez y riqueza de los materiales empleados, y a diferencia de la Alhambra granadina, Medina Azahara no llegó a sobrevivir ni siquiera un siglo a su creación". Jiménez Álvarez detalla que fue marginada primero con la fundación de Madinat al-Zahira por parte de Almanzor al filo del milenio, y finalmente fue destruida a causa de la fitna o guerra civil acaecida hacia el año 1010, que acabó poniendo fin al Califato de Córdoba y dando lugar a la creación de los débiles reinos de taifas musulmanes.

"Desde entonces, y hasta el mismo siglo XX, sus materiales fueron objeto de desmantelamiento y saqueo, tanto para construcciones cristianas, como el cercano monasterio de San Jerónimo, como para embellecer construcciones islámicas posteriores en al-Andalus y en el norte de África. De ahí que no sea extraño ver un fuste o un capitel procedente de Medina Azahara en alguna casa de Andalucía o de Marruecos. Peor suerte corrieron los mármoles de sus pavimentos, muchos de ellos triturados para ser convertidos en cal", relata Jiménez Álvarez.

La Mezquita

El monumento por excelencia de la Qurtuba islámica es el que ahora se conoce como Mezquita-Catedral. Según la tradición, en el solar de la actual Mezquita-Catedral de Córdoba estuvo originalmente una iglesia cristiana dedicada a San Vicente Mártir que fue dividida y compartida entre cristianos y musulmanes tras la conquista islámica de la península ibérica. Con el aumento de la población islámica, el emir Abderramán I decidió en comprar la estructura al completo y demolerla para construir la nueva mezquita; a cambio, permitió a los cristianos reconstruir otras iglesias en ruinas, incluidas las de los mártires San Fausto, Januario y Marcial, que gozaban de gran devoción en la época.

La construcción de la Mezquita comenzó en 785 y terminó en menos de dos años. Este periodo de tiempo tan reducido puede deberse a la reutilización de piezas (material de acarreo) romanas y visigodas, sobre todo columnas y capiteles. Se desconoce el arquitecto, aunque se han observado influencias sirias (omeyas), visigodas y romanas en el diseño del edificio. Entre los albañiles probablemente se encontraban locales y sirios de origen. Según la tradición y algunas fuentes escritas, Abderramán se encargó personalmente del proyecto, aunque se ha debatido hasta qué punto influyó su persona en el diseño de la mezquita.

Restos de los baños árabes de La Pescadería / Juan Ayala

Los baños

El profesor explica asimismo que numerosos fueron también los edificios de función higiénico-sanitaria. "En época de Almanzor se contabilizaban más de seiscientos baños (o hammam), donde se atendían la higiene corporal y la purificación. Existían también los maristanes u hospitales, e incluso se creó uno específico dedicado a la lepra. Por último, debemos mencionar a los cementerios o raudas, situados extramuros de la ciudad. Además de la rauda real existieron otras para el resto de habitantes, a veces, como la judía de la Puerta de los Leones, destinadas a los que profesaban otro credo religioso", insiste Jiménez Álvarez.

La desintegración del Califato

La desintegración del califato se produjo entre los años 1010 y 1013. La ciudad a partir de ese momento vuelve a entrar en un periodo de decadencia, reduciéndose su población a la superficie de la Medina y a los arrabales de la Axerquía, que fueron amurallados en el siglo XI. Estas murallas cobran un gran valor estratégico en un entorno muy inestable.

La taifa cordobesa, la subordinación al reino de Sevilla, la dominación almorávide (1091-1147) y la almohade (1147-1236), son el reflejo del retroceso del Islam peninsular frente a los reinos cristianos del norte, que desembocará en la conquista de la ciudad en 1236 por Fernando III el Santo.

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