Gladiador: un oficio muy popular en la Córdoba romana
Historia
La Colonia Patricia Corduba contó entre el siglo I y el IV con un importante gremio de luchadores que se batían a muerte en el anfiteatro e incluso con una escuela donde se entrenaban y formaban, la única conocida en la Península
¿Cómo se divertían los ciudadanos en la Córdoba romana?
La Córdoba romana: la Córdoba olvidada
El Ayuntamiento de Córdoba decidió construir hace ahora casi un siglo un nuevo barrio a las entonces afueras de la capital: Ciudad Jardín. Cuando los obreros comenzaron a remover el terreno, se toparon en el cruce de las calles Infanta Doña María y Antonio Maura con una espectacular tumba subterránea romana de piedra de 3,7 metros de longitud y cuatro de altura, que fue trasladada al museo provincial y que ahora se encuentra junto a la histórica Puerta de Sevilla.
Esos movimientos de tierra también descubrieron lápidas funerarias como la de Actius, en la que reza que este hombre murió a los 21 años en la arena del Anfiteatro Romano de Córdoba. En la inscripción de la lápida se deja constancia de que el gladiador había sido favorecido hasta en seis ocasiones con la gloria del vencedor. Quizá en su último combate, como él mismo había visto hacer a sus víctimas y como costumbre en esas luchas por la vida, extendió el cuello para morir decapitado, rápidamente, sin dolor y con honor.
Como esa lápida se encontraron una veintena, todas dedicadas a gladiadores muertos en combate y fechadas entre los siglos I y II. Todas ellas aparecieron en el entorno del antiguo Camino de Almodóvar, actual calle Antonio Maura, la mayoría, entre 1948-1954. Esas piedras -expuestas en el Museo Arqueológico de Córdoba- forman la muestra más representativa de epígrafes funerarios de gladiadores conservada en España.
Tal y como detalló la directora del museo, María Dolores Baena, estas estelas, de piedra caliza o mármol, contienen inscripciones que cuentan el historial de los fallecidos como gladiadores y proceden de la necrópolis de Colonia patricia Corduba, una de las áreas funerarias más extensas de la Córdoba romana, situada a lo largo de una de las salidas de la ciudad hacia Hispalis. En Corduba, capital de la Bética, se ha recuperado cerca del 80% de las tumbas de gladiadores conocidas en Hispania y es la ciudad romana con más elementos de este tipo después de la propia Roma.
Esta concentración de lápidas en un mismo lugar, unida a la similitud tipológica de las mismas hizo pensar a los especialistas que en esa zona de la necrópolis occidental cordobesa existiría un espacio reservado para este colectivo. Un espacio comprado por el collegium funeraticium de los gladiadores; es decir, una sociedad cooperativa en la que sus miembros pagaban una cuota fija que les permitía, al morir, contar con un espacio para ser enterrados y con una lápida digna.
En 2003, las catas arqueológicas llevadas a cabo en los terrenos de la antigua Facultad de Veterinaria para adaptarla a Rectorado de la Universidad de Córdoba, muy cerca de donde se encontraron las lápidas, descubrieron los restos del que fue el anfiteatro romano más grande de Hispania y probablemente el mayor de la Roma Imperial tras el Coliseo y el de Cartago, como señalaron entonces los especialistas. Tenía capacidad para entre con una capacidad para entre 30.000 y 50.000 espectadores. "Es un anfiteatro absolutamente monumental", destacaba tras su descubrimiento el catedrático de Arqueología de la Universidad de Córdoba, Desiderio Vaquerizo. De hecho, tras el descubrimiento de la necrópolis de los gladiadores en Ciudad Jardín, los historiadores siempre defendieron la existencia de un gran anfiteatro.
Categorías de gladiadores
Allí, los gladiadores luchaban en función de unas categorías. Cada tipo de gladiador tenía un uniforme concreto y unas armas características. Así, en Córdoba, había mirmillones, tracios, esedarios y reciarios. El arqueólogo e historiador Antonio García y Bellido publicó un trabajo, basándose en los textos de esas lápidas funerarias. Ese trabajo destacaba que los mirmillones llevaban un casco decorado con un pez marino y luchaban con la típica espada romana –gladius– y escudo. Ese era el caso de Actius, quien murió a los 21 años, venció en seis combates y estaba casado, según la inscripción. También el de Ampliatus, de origen sirio, que perdió la vida a los 30 años y dejó tras de sí 33 enfrentamientos.
Bassus fue otro mirmillón que, al igual que Actius, estaba casado (lo que indica que era un hombre libre). Este gladiador solo luchó una vez y venció en el combate pero debió morir a causa de las heridas. Y es que no todos morían tras una larga carrera de éxitos. El griego Cerinthus, murmillo, solo había luchado dos veces cuando perdió la vida. Otra categoría de gladiadores, los tracios, también lucían casco, usaban una espada corta y curva de origen tracio conocida como sica y se defendían con un escudo de pequeño tamaño. Precisamente, por esto último contaban con protectores en sus brazos y piernas. Los combates más habituales eran los que enfrentaban a los tracios con los mirmillones.
Mientras, el essedarius iniciaba el combate montado sobre un carro de dos ruedas (esseda) y siempre terminaba acabando la lucha a pie. Lanzas y espada corta eran su principal armamento. Para su defensa llevaba casco, escudo ovalado grande y protecciones en brazos y piernas. En Córdoba no sólo se organizaban combates de gladiadores, también era el lugar en el que se formaban los luchadores de Hispania, siendo, pues, la sede del Ludus Hispanus, la escuela oficial de gladiadores. De hecho, una de las inscripciones estudiadas habla de un doctor retiariorum, es decir, de un maestro de reciarios (combatían con una red, un tridente y una daga y sólo se protegían uno de los brazos).
De estigma de infamia a oficio adorado
De acuerdo con la legislación romana, el oficio de gladiador acarreaba el estigma de infamia, pero, al mismo tiempo, fue adorado por la propia sociedad romana, considerando que los juegos gladiatorios eran un modelo para enseñar virtudes tan apreciadas como el valor, la disciplina o la aceptación de la muerte.
El Museo Arqueológico de Córdoba diseñó la exposición Muerte en la arena. Gladiadores de Córdoba, que contextualiza el nacimiento de esta profesión desde su origen, en el siglo antes de Cristo, cuando se celebraban los combates para honrar la memoria de un fallecido hasta que se convirtiera en el espectáculo público preferido en la época imperial. Los gladiadores eran, en muchos casos, personajes populares y famosos que despertaban pasiones en todas las capas de la población romana. Tal era su importancia, que personajes destacados dedicaban gran cantidad de dinero a financiar estas luchas en la arena, de tal forma que acabaron convirtiéndose en una plataforma de promoción política y en una poderosa arma de control social.
El origen de los gladiadores era muy variado: podían ser esclavos, prisioneros de guerra, criminales condenados ad ludum o incluso hombres libres que elegían la profesión voluntariamente. En el caso de Actius, debía ser un hombre libre, pues su esposa fue quien costeó parte del monumento funerario que presidía su tumba.
Los gladiadores normalmente vivían en el ludus, la escuela donde se entrenaban y formaban, dirigido por un lanista que, normalmente, era también propietario. Esos espacios proporcionaban seguridad, soporte social y atención médica; algunos combatientes vivían en estas instituciones con sus propias familias. Combatían en los anfiteatros, edificios exclusivamente romanos que fueron diseñados específicamente para acoger espectáculos violentos.
Los juegos los organizaba el editor, bien con dinero público, bien con su propio capital para promocionarse social y políticamente. Los combates estaban regulados por árbitros (Summa rudis y Secunda rudis) que vestían toga blanca y llevaban una vara para parar el combate cuando lo consideraban necesario.
Enterrados con ajuar funerario
La exposición del Museo Arqueológico Muerte en la arena. Gladiadores de Córdoba ha visitado ciudades españolas como Burgos, mostrando además de las lápidas, ajuares funerarios de los gladiadores, piezas que se solían enterrar junto a los difuntos u otras que proceden de los ritos funerarios, como es el caso de varias lucernas del siglo I después de Cristo. Las lucernas eran pequeños utensilios utilizados masivamente por los romanos para sus actividades rituales. El ritual funerario era más o menos complejo en función del grupo social al que se perteneciera.
Junto a ellas se han expuesto ungüentarios de cerámica, una urna funeraria de cerámica, una varilla de bronce, un amuleto fálico, un fragmento de una máscara de arcilla, un biberón de cerámica, además de cuentas esféricas, vasos, cuencos y tazas. Todas estas piezas fueron cedidas por el Museo Arqueológico de Córdoba y pertenecen al Alto Imperio (siglo I y II).
El Anfiteatro Romano de Córdoba
El Anfiteatro Romano de Córdoba, el lugar en el que luchaban a muerte los gladiadores, data del siglo I; además, en este recinto se llevaban a cabo enfrentamientos con fieras salvajes, ajusticiamientos y la representación de batallas navales o naumaquias. Se trata del anfiteatro más grande conocido de Hispania y el tercero más grande de todo el imperio tras el Coliseo y el anfiteatro de Cartago, aunque en el momento de su construcción fue el más grande nunca construido. El anfiteatro estuvo en activo hasta principios del siglo IV. En los últimos años se ha planteado la construcción de un centro de interpretación del anfiteatro en la parte trasera de los terrenos del Rectorado de la Universidad de Córdoba, antigua Facultad de Veterinaria, lugar en el cual se halla el yacimiento donde se ha encontrado una porción del mismo.
Concretamente, en el que fue suburbio occidental, apenas a 200 metros de distancia del recinto amurallado, y junto a la vía Hispalis-Corduba, fosilizada en la actual Avenida Medina Azahara. El edificio tenía planta elíptica, con cimientos de sillería estructurada en grandes casetones que sirvieron de apoyo al graderío. Su construcción parece fecharse en época julio-claudia (mediados del siglo I) y debió estar en uso hasta finales del siglo III o principios del siglo IV, momento en que fue abandonado y sus materiales comenzaron a ser expoliados.
El grupo Sísifo detalla que en las distintas campañas de excavación efectuadas se ha registrado una sección completa de la base del graderío: desde el podium o muro que delimitaba la arena hasta la línea de fachada, así como un ambulacrum o corredor perimetral y otro transversal o vomitorium. Varias estructuras del mismo excavadas en un solar cercano han permitido calcular provisionalmente su eje mayor en unos 178 metros.
Sísifo expone que el coliseo cordubense acogió los llamados juegos de la sangre: luchas de gladiadores (munera), venationes (cacerías de animales salvajes) y ejecuciones públicas. En algunos anfiteatros se ha constatado también la realización de naumachiae o batallas navales, lo que exigía inundar la arena.
La 'Córduba' Altoimperial
¿Pero cómo era la Córdoba de la época de los gladiadores, la llamada Córduba Altoimperial, capital de la Bética? Con la llegada al poder del primer emperador, Augusto, se produjo la reorganización administrativa de la península en el año 27 antes de Cristo, subdividiéndose en tres provincias: Ulterior Baetica, Citerior Tarraconensis y Ulterior Lusitania, manteniendo Córduba la capitalidad de la Hispania Ulterior Baetica.
Este nuevo e importante papel dentro del mundo romano conllevó la ampliación de la ciudad, extendiéndose hasta la ribera del río, alcanzando el recinto amurallado una longitud de 3.600 metros e incrementando su extensión 31 hectáreas (la superficie total ascendía a 78 hectáreas). La ciudad adquirió el rango de colonia patricia, lo que implicaba que la provincia Baetica y su capital, Corduba, dependían directamente del Senado romano. Este periodo se caracterizó por la construcción de nuevos equipamientos y monumentos (acueductos, cloacas, foro, templos…) y del puente romano.
Durante la etapa altoimperial se produjo la consolidación y transformación de los principales espacios públicos de la ciudad, planificados y concebidos ya en época augustea como el foro colonial y el foro provincial.
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