Coronavirus en Córdoba: El obispo de Bangassou envía un mensaje de esperanza y ánimo

El cordobés Juan José Aguirre anima a "bucear en la espiritualidad" durante el aislamiento provocado por la pandemia

El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre. / Juan Ayala

El obispo de Bangassou, el cordobés Juan José Aguirre, ha mandado un mensaje "de esperanza y ánimo para todos" a través de un vídeo grabado en un balcón, "símbolo de la crisis que estamos viviendo", como lo son también "las campanas", reflejo de "la fuerza que recibimos del Señor desde lo alto".

Aguirre señala que ahora, en este momento de aislamiento provocado por la pandemia del coronavirus, los españoles "tienen la posibilidad de bucear en la espiritualidad y rezar". "Decir un ave maría de vez en cuando es estupendo, y hablar con Dios, que también está llorando por esta crisis", añade.

El religioso cordobés ha escrito también una carta titulada con motivo de la Cuaresma titulada El rostro velado del Cristo de Bangassou y en la que presenta al Crucificado de la catedral de su diócesis: "Es una máscara africana que deja ver sin mostrar el rostro. Un mirar oculto típico de la filosofía africana, pero aún con los ojos cerrados, Cristo está bien cerca de su pueblo y lo compadece con su mirada", asegura.

Es "imagen muy sencilla, un tronco de madera pintada" que lleva inscrito en lo alto de la cruz "Jesús Nazareno Rey de los judíos". Aguirre profundiza en que no se trata de una talla artística, "ni con pedigrí" porque no tiene firma "ni colores humanos que lo idealicen". Es un Cristo "gris como todos los seres humanos, no busca el éxito, es hierático y estilizado, no tiene joyas ni deslumbra; cierra los ojos para no ver las miserias ajenas con las que Él fue escarnecido, se cubre con una máscara, que es símbolo africano de ocultación y anonimato".

Según describe monseñor Aguirre, el Crucificado de la Catedral de San Pedro Claver de Bangassou "mira a su pueblo flagelado por 14 señores de la guerra que pisotean Centroáfrica y la ley a su antojo y capricho". Fija su mirada en "su rebaño crucificado; no a una cruz de basta madera, sino a una larga fila de agresiones en masa, de hambre reprimida, de violencias y abusos depravados, de gritos callados por la angustia y de lágrimas preñadas de esperanza".

Pero desde su pedestal, también mira a "todos los enfermos de coronavirus del mundo y los compadece", a la vez que "les dice que pongan su confianza en Él, que Él lo puede todo, lo cura todo".

En este sentido, el religioso comboniano asegura que "Él no se puede comparar con el de Medinaceli, el Gran Poder o el Cachorro, pero se compadece igual de los más de 10.000 niños que siguen muriendo cada día de hambre en el mundo porque les falta no una vacuna, sino comida para vivir", al igual que lo hace de las personas puestas en cuarentena, de barrios y ciudades en aislamiento.

Tampoco se olvida de "los campos de desplazados, de 100.000 personas expulsados de sus ciudades a causa de la guerra, de la violencia de mercenarios armados de sus kaláshnikov que crean el terror en el Este de Centroáfrica, justo donde empieza la Diócesis de Bangassou y desde donde los puede ver y conmoverse". "Porque Dios se conmueve con todos los dolores de la humanidad; Dios no es indiferente", asevera el obispo.

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