Daniel Broncano: "Hay que seguir demostrando el valor de la Orquesta de Córdoba para pedir más financiación"
Entrevista al gerente de la formación musical
El músico y gestor cultural llega con experiencia, entusiasmo e ideas renovadas para acercar la Orquesta a más públicos y lograr más inversión de las administraciones
Daniel Broncano (Orcera, Jaén, 1986) tomó las riendas de la Gerencia de la Orquesta de Córdoba el pasado mes de junio tras una trayectoria de diez años como gestor cultural y toda su vida dedicado a la música, ya que desde niño empezó a tocar el clarinete en la banda de su pueblo para luego hacerlo de forma profesional en varias orquestas. Su imaginación, experiencia, soltura y entusiasmo suponen un soplo de aire fresco para la formación cordobesa, que esta temporada cumple 30 años y para la que tiene en mente varios proyectos con el fin de acercarla más a todos los ciudadanos.
-¿Cómo ha sido su llegada a Córdoba?
-Llevo desde el 1 de junio en la Gerencia de la Orquesta de Córdoba. Estoy emocionadísimo. Esto es un reto profesional y personal para mí. Llevo una relación con la música desde que tengo uso de razón: primero como entusiasta joven músico desde que tenía nueve años, hace diez años empecé en la gestión cultural casi de forma autodidacta con el festival Música en Segura y de ahí pasé a dirigir varios festivales. El mundo sinfónico es otro campo porque esto significa ser responsable de una orquesta en la que hay otras fortalezas y retos específicos. Es la primera vez que lo acometo con muchísima ilusión y ganas de hacer que la Orquesta de Córdoba sea lo que la ciudad de Córdoba merece, de conseguir que la música clásica sea central para muchas personas. Llegué al final de la temporada anterior y esta es especial porque es el 30 aniversario, así que estoy emocionadísimo.
-¿Cómo se ha encontrado a la Orquesta?
-Es una orquesta que ha progresado artísticamente un montón en los últimos años gracias al director titular y artístico, Carlos Domínguez-Nieto, que tiene ideas clarísimas sobre cuál debe ser el sonido de la Orquesta y es muy exigente con muchas cosas técnicas y artísticas. Una orquesta es un colectivo de 50 artistas a la que le hace falta estabilidad y que estén acostumbrados a moverse como un banco de peces: cuando uno gira, todos se acoplan rápidamente. Entonces, para eso hace falta estabilidad y confianza, pero a veces hay que combinarlo con que haya frescura y que cada concierto suene con energía. Esa combinación de antigüedad y estabilidad con frescura siempre es un reto para un director de orquesta. En esa parte arística, Carlos lleva cuatro años haciendo un trabajo maravilloso. ¿Cómo me he encontrado la Orquesta? Estamos en un periodo muy especial, saliendo de una pandemia que ha hecho que se pierda público en la cultura presencial. Hace falta recuperar algo parecido a lo que había antes, así que estamos en una encrucijada maravillosa. Así que celebramos el 30 aniversario, hay que mirar al pasado y hay que mirar al futuro, en un periodo súper especial en el que hay que volver a conectar con parte del público tras la pandemia.
-Lleva diez años en la gestión cultural, pero es su primera vez como gerente de orquesta.
-Yo había tocado muchas veces en orquestas cuando vivía en Londres y también en España. Una orquesta es un buque musical, es el núcleo de la música clásica. Me produce muchísima ilusión porque sé que puedo aportar mucho a la Orquesta por mi experiencia en la gestión cultural como director artístico de festivales, partiendo también de que como yo he sido músico, hay aspectos que conozco desde la perspectiva de los músicos: lo que es difícil, los retos, hacia dónde se puede ir... Así que estoy muy ilusionado por hacer esto por primera vez.
-¿Se puede compaginar la faceta de músico con la gestión cultural?
-Según cómo... Se puede compaginar como quien canta en la ducha. Justo para mí la pandemia fue un momento inflexión: hasta entonces, yo combinada la parte de intérprete con la parte de gestión cultural. En la pandemia asumí más trabajo como gestor cultural y en este momento la Gerencia de la Orquesta me requiere en cuerpo y alma porque estamos hablando de más de 50 trabajadores. Mi misión completa es tirar de este carro, así que de momento el clarinete queda relegado a la ducha (ríe).
-¿El resto de proyectos que tenía también han quedado relegados?
-Hasta este año trabajaba en la Semana de Música Religiosa de Cuenca, el cuarto festival más antiguo de España. Fue un placer liderar esto durante un año. También la Semana de Música Antigua de Álava, un pequeño bombón de músicas históricas en el Norte. Esos dos proyectos se han parado porque para mí la Orquesta de Córdoba es ocupación total. Con Música en Segura, que es mi bebé musical, un proyecto muy singular que inicié en mi pueblo, seguiré teniendo relación, pero ahora hay otras personas que se ocupan de un montón de cosas porque yo estoy dedicado a la Orquesta.
-¿Qué carencias ha visto en la Orquesta de Córdoba?
-Hay cuatro orquestas sinfónicas en Andalucía: Granada, Sevilla, Málaga y Córdoba. Todas nacieron entre el año 91 y 92. La de Córdoba es la orquesta que tiene un menor presupuesto. Por una parte, es un lujo tener una orquesta para la provincia, pero a la vez estamos en el nivel más bajo de financiación. En esto queremos dar los pasos necesarios para dejar patente cuál es la mejora social que supone tener una orquesta. Esto puede ser un poco ñoño, pero la música tiene la facultad de hacer sentir mejor a las personas, de articular muchas emociones, acompañar a muchas personas de diferentes maneras... No son solo los conciertos de pago, sino la labor social con conciertos educativos o en diferentes escenarios. Por ejemplo, este año vamos a hacer algo en el Hospital Reina Sofía en noviembre. Queremos seguir demostrando el valor de la Orquesta para pasar a un nivel de financiación más alto por parte de las administraciones. Por otro lado, muchos de los músicos de la plantilla orquestal están casi desde el principio, con lo que ahora viene un periodo en el que empiezan las jubilaciones. Esto supone una oportunidad para seguir fortaleciendo a la Orquesta con una versión 2.0. En 30 años, el panorama musical ha cambiado mucho en España gracias a una inversión en educación musical pública de primera con todos los conservatorios, y ahora es un momento clave para que ese talento, esa generación millennial que en muchos casos se ha seguido formando en el extranjero o trabaja en otras orquestas esté en Córdoba.
-Aquí tenemos una buena cantera con los conservatorios...
-Total. Esto es una clara muestra de la inversión que ha habido durante décadas en estos conservatorios de educación básica y superior, que además no existen en otros países. Hace falta que podamos captar ese talento.
-¿Qué planes tiene para la Orquesta?
-Ahora mismo hace falta que sigamos conectando con más público; no solo recuperar el que había antes de la pandemia, sino aumentarlo. Hace falta que conectemos con público más joven, y por eso este año hemos empezado a ofrecer un descuento del 50% para los menores de 30 años. También es necesario ampliar nuestra actividad en toda la provincia y para eso estamos trabajando posibles vías con la Diputación porque la Orquesta es un ente que tiene que significar música para muchas personas y no solo para los que viven en la ciudad de Córdoba y puedan pagar una entrada. Por eso, queremos ampliar esa base social. A partir de la temporada que viene, queremos innovar un poco en cuál es el formato de concierto y añadir más elementos a la temporada de abono. Eso llegará en 2023/2024.
-Dicen de usted que le gusta hacer cosas impactantes y romper con lo establecido.
-Pero esto viene en el ADN de la música clásica. Con el tiempo se ha encorsetado y se ha hecho más rígida, casi un rigor mortis. Si empezamos en Beethoven, era un revolucionario, idealista y un antisistema. Creo que si Beethoven levantara la cabeza y viera este sistema súper litúrgico de los conciertos o este posicionamiento tradicionalista de la música en el sistema mundial, le sorprendería porque él era bastante provocador. Una función del arte es agitar conciencias, hacer pensar, y eso está en la música clásica; por eso hay que volver al origen de cuál es esa fuerza que hay en la música, intentar no añadir más capas y presentarla con naturalidad. Como gestores, nuestro único rol es conseguir que ocurra ese milagro que es el impacto que tiene la música cuando la escuchas. Hay veces que organizar un concierto, por ejemplo en un festival, supone muchísimas frustraciones, muchísimo trabajo, y para enlazar una carambola bonita hay que probar antes 49 que no funcionan. Por eso, hay veces que todo esto se recompensa cuando se cumple la misión, que es ver en un concierto a 700 personas a las que se le saltan las lágrimas calladamente. Eso ya es misión cumplida. Hay conciertos que están muy bien, que no hay ese momento de epifanía colectiva.
-¿Cómo se podrían actualizar los conciertos de abono?
-Una de las ideas es hacer un ciclo nocturno, fuera del horario convencional. Además, a partir de este año hacemos encuentros previos a los conciertos en la sala de usos múltiples del Gran Teatro como una forma de conocer más sobre la obra, el director y los solistas en un ambiente más distendido. No se trata de cambiar el abono, sino de añadir. Estamos trabajando también en un ciclo nuevo con la Fundación Cajasur. Espero, dentro de un año, poder demostrar hacia dónde vamos.
-¿Conoce el panorama musical cordobés?
-Totalmente, y además la Orquesta de Córdoba es como un nodo central. Esto significa, por ejemplo, que interactúa con los conservatorios y los coros, que son una parte fundamental de la vida musical cordobesa. Esto supone también interactuar con muchos de los festivales, como el Orozco, el de la Guitarra... Todo este tejido musical nos enriquece y también está relacionado con nuestra vocación de servicio público.
-¿Cómo atraer a la gente joven? Todos los años se dice lo mismo, pero el público no se renueva.
-Tenemos que seguir ahondando en nuestro programa educativo, en que haya cada vez más jóvenes y niños que tengan contacto con la música. Y como digo, poner en marcha formatos especiales en los que se rompa un poco la liturgia de la música clásica. Hay que hacer todo lo posible para que más gente se encuentre con la Orquesta y que, una vez que la conozcan, decidan ponerla más en el centro de sus vidas, o no, pero por lo menos sembrarlo. Esto no se hace en un segundo, es algo a medio plazo y espero que en este periodo podamos aportar. En este sentido, vamos a recuperar los conciertos en las calles, como el de la plaza de la Corredera, que lleva años sin hacerse, para que sean momentos espontáneos del público con la Orquesta.
-¿Cómo empezó en la música? ¿Había alguien vinculado a ella en su entorno?
-Esto guía un poco lo que tiene que ocurrir para que alguien se interese por la música: que esté presente y que sea posible el encuentro. No había músicos en mi familia. Había discos de música clásica, pero no me interesaban de pequeño, hasta que una vez, de casualidad, mi familia y yo entramos en un concierto de la Sinfónica de Galicia y aquello me impactó muchísimo. Tenía ocho años y a partir de ahí empecé a preguntar por los instrumentos y a escuchar esos CD que rondaban por la casa. Eso guio toda mi vida. Eso le pasa a muchos músicos jóvenes, que tienen prácticamente que llegar a obsesionarse para conseguir ese dominio del instrumento y tener una carrera profesional en un sector que es muy duro porque hace falta mucho perfeccionamiento desde muy joven.
-¿Y por qué el clarinete?
-Porque era lo que había en la banda. Yo soy de un pueblo de Jaén, de Orcera, y en ese momento empezaba una banda. Los clarinetes son como los violines de la orquesta, hacen falta muchos porque hacen la melodía principal. A mí me había llamado la atención el oboe, que tiene un timbre muy llamativo, sin embargo, hacía falta gente para el clarinete. Me alegro mucho de aquello porque es un instrumento muy simpático.
-Si le gusta la música clásica desde tan pequeño, ha debido conocer a muchas orquestas. ¿Qué nivel tiene la de Córdoba?
-Ahora mismo está en un momento buenísimo y esto es trabajazo de Carlos y de la plantilla que tenemos. En esto, hay una parte que tiene que ver con el refinamiento técnico, la higiene en el sonido, la afinación... El último concierto de la pasada temporada era para estar orgulloso. Fue un concierto con el trompetista Pacho Flores y era de nivelazo.
-A sus padres le han salido los dos hijos artistas, ¿cómo lo lleva la familia?
-Con escepticismo teniendo dos padres funcionarios. Yo creo que esto ha sido una oposición al régimen (ríe).
-¿Le confunden mucho el nombre?
-Todo el rato. Hemos reclamado mi hermano y yo que cómo es posible que habiendo tantos nombres los dos empiecen por "Da". Se confunde hasta mi madre. Con esto no hay nada que reprochar a otras personas.
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