Deberes escolares Un factor para la desigualdad
Los ejercicios en casa siguen sin regularse en el desarrollo andaluz de la Lomce, pese a las advertencias de la OCDE
El último informe de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (OCDE) ha reabierto una vieja polémica que lleva años asentada en la comunidad educativa: ¿deberes sí o no? Los ejercicios que los docentes encargan a los menores fuera del horario escolar han vuelto a ocupar titulares tras el citado estudio, que indica que dichas actividades pueden suponer un factor de desigualdad entre los alumnos, pues son muchos padres los que no cuentan con conocimientos suficientes para ayudar a sus hijos en dichos trabajos. Existen países europeos cuyas leyes educativas regulan estos deberes, algo que ocurre en algunas comunidades españolas, aunque no en Andalucía, donde los mencionados ejercicios quedan al arbitrio de los centros docentes y los propios maestros.
Algunos padres se manifiestan en contra de los deberes con los que llegan sus hijos después del colegio y consideran que son demasiados después de toda la jornada escolar y, en muchos casos, las consabidas actividades extraescolares, que van desde inglés hasta clases de música o deportes. Por ejemplo, Sergio Sánchez tiene dos hijos -una niña y un niño-, el mayor tiene siete años y llega a casa con tareas después del colegio. De momento, reconoce que "no son complicadas y las hace solo, por lo que sólo voy al final para corregirlas". Aun así, señala que "no deberían tener tantas tareas porque son muy pequeños y muchas tardes no les da tiempo ni siquiera a aburrirse".
En algunas ocasiones las tareas llegan hasta los cursos de Infantil, como "hacer frases pequeñas", asegura José Catalino, padre de un niño que recibe clases en este ciclo en un colegio público de la capital cordobesa. No obstante, dice que estas pequeñas tareas sirven para que el menor "coja autonomía, no se olvide lo que ha aprendido en clase y se haga responsable".
El problema se complica cuando se traslada al aula, pues este espacio de enseñanza se convierte también en el lugar donde el niño observa en numerosas ocasiones cómo sus padres tienen un nivel de conocimiento inferior al de los progenitores o tutores de otros compañeros, lo que conlleva generar una sensación de inferioridad que los expertos consideran la raíz de una desigualdad escolar.
Éste es el punto en el que incide un reciente estudio de la OCDE a partir de los datos obtenidos del último informe PISA. En concreto, los resultados del referido análisis subrayan que los deberes contribuyen a aumentar la brecha entre los estudiantes que proceden de familias con nivel socieconómico alto (que, por lo general, poseen un mayor nivel cultural) y las de estatus inferior. El motivo de esta desigualdad obedece, según el estudio de la OCDE, a que los escolares que reciben ayuda en su casa (ya sea a través de clases particulares o directamente de sus padres) parten con ventaja respecto a aquellos que no cuentan con dicho apoyo, debido a que sus familias no pueden sufragarles esas horas extras o no poseen el nivel educativo necesario para asesorarles.
Por todo ello, la OCDE concluye que "los deberes son una carga para los alumnos con desventajas socieconómicas, pues la disparidad se refuerza en los logros de los estudiantes". Esta desigualdad se constata en España, donde el analista de Políticas Educativas del citado organismo, Daniel Salinas, refiere que "al igual que en la mayoría de los países, en España los alumnos de un entorno socieconómico más aventajado destinan un promedio de 7,4 horas a la semana a los deberes, mientras que los de un contexto menos favorecido sólo emplean 5,6 horas". Esas 1,8 horas de diferencia acaban marcando unos resultados académicos bien distintos al final del ciclo formativo. Salinas propone mayores apoyos a los estudiantes vulnerables y a sus familias después del horario escolar.
La Junta de Andalucía, que tiene transferidas las competencias educativas, desarrolla desde hace años el programa de acompañamiento familiar, que tiene como fin precisamente ése: mejorar el rendimiento y la integración social de alumnos con problemas en el aprendizaje. El presente curso escolar se benefician de este plan 1.576 centros educativos de la comunidad.
Sin embargo, ni la legislación estatal -con la polémica Lomce- ni la autonómica -con el decreto que desarrolla la ley aprobada por el Gobierno central- establecen nada sobre los deberes fuera del aula. El artículo 8 del decreto andaluz que se aplicará a partir de septiembre en los colegios hace referencia a la autonomía pedagógica de los centros para llevar a cabo modelos de funcionamiento propios. En ningún momento se habla de las tareas extraescolares, que quedan otra vez sin regulación. Por tanto, de nuevo se deja a la voluntad de los centros establecer unas líneas generales sobre los deberes, aspecto que en algunos colegios está regulado y que en otros queda al arbitrio de los departamentos de conocimiento o, incluso, de los maestros.
Esta ambigüedad, sin embargo, no es óbice para que España se sitúe entre los primeros países de la OCDE en el número de tareas que los alumnos de los colegios realizan en casa. En términos generales, un estudiante español se pasa 6,5 horas semanales con deberes que los maestros les encargan, cifra que supera en 1,6 a la media de los países que integran la OCDE. Sólo Rusia, con 9,7 horas a la semana, Italia (8,7 horas), Irlanda (7,3) y Polonia (6,6) superan a España en este ranking.
Esta alta posición en poco contribuye -como constatan los informes del PISA- a que los resultados académicos del alumnado español se encuentren entre los primeros. Sirva de ejemplo el caso de Finlandia, que siempre ha servido de país modelo en cuanto a logros educativos. En sus centros la carga horaria de los deberes ha pasado en nueve años de las cuatro horas semanales a poco más de dos, lo que no le ha restado ni un ápice a la hora de posicionarse en lo alto de la tabla en cuanto a éxito educativo.
En un marco más concreto como es el de Andalucía, la diversidad a la hora de establecer un horario para estas tareas resulta muy dispar, debido a la libertad que las leyes educativas permiten. Así, en líneas generales, los colegios públicos no suelen disponer de una norma específica para estas tareas, sólo de un límite horario.
El director de uno de estos centros de la capital cordobesa, que prefiere no desvelar su identidad, explica a el Día que "la normativa actual permite que el maestro mande tareas, que los niños tengan la obligación de realizarlas y que las familias deban controlar el trabajo de sus hijos y ayudar a su rendimiento". No obstante, este docente señala que esta situación "podría empezar a generar una problemática a partir del segundo ciclo de Primaria, donde las asignaturas comienzan a especializarse en poco". "Hay diferentes profesores que las imparten y estos suelen mandar tareas para complementar el aprendizaje de los niños", añade.
Este profesor también se detiene en cómo afrontan los alumnos las tareas. Así, describe que "dependiendo de su capacidad, algunos suelen acabarlas pronto y realizarlas bien", mientras que otros no tanto y tardan más tiempo del previsto por el docente. En este punto, destaca que "el profesor puede penalizar a alumnos que no las realicen". No obstante, alerta de que aquí "sí podría generarse desigualdad, ya que no todos los padres tienen tiempo, formación o recursos económicos para poder apuntar a sus hijos a clases particulares". No obstante, continúa, "la normativa también posibilita que el equipo docente se reúna periódicamente para tratar el tema de las tareas en el aula y no sobrecargar en exceso el número de tareas por cada asignatura". Este profesor y director de un centro educativo público cordobés hace un inciso y recuerda que "esto antes no era así". Hace años, anota, "las tareas no eran estrictamente obligatorias y si un padre se negaba a que su hijo realizara deberes por falta de tiempo, el profesor no podía penalizar al alumno". A pesar de ello, reconoce, "siempre se solía llegar a un consenso entre los padres y los profesores".
"El trabajo a realizar en casa es para que se asienten los conocimientos que se han recibido en clase", anota Antonio Guerra, profesor y presidente de la federación de la patronal de centros concertados Escuelas Católicas, quien hace hincapié en las nuevas metodologías en enseñanza y los deberes que se mandan al alumnado. "El aprendizaje ha cambiado y los deberes de manera clásica tienden a desaparecer", subraya, y destaca que este "cambio de paradigma hace que, por ejemplo, el alumno desarrolle ahora en su casa una búsqueda más activa de la información".
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