Dejadnos Llorar prologa el inicio de las exhumaciones de las fosas en Córdoba: el triunfo de la esperanza

Memoria Histórica

La asociación memorialista celebra un emotivo acto de homenaje a las miles de víctimas del franquismo que yacen en la Salud y San Rafael y cuyos restos empezarán a ser buscados este lunes 23 de octubre

El acto de homenaje previo a las exhumaciones de las fosas en la Salud de Córdoba, en imágenes

Las exhumaciones de las fosas del cementerio de San Rafael de Córdoba comenzarán tras los Santos

Un familiar de las víctimas cava en el cuadro de la Virgen de los Dolores de la Salud.
Un familiar de las víctimas cava en el cuadro de la Virgen de los Dolores de la Salud. / Miguel Ángel Salas

Paqui Mancheño no puede dejar se secarse las lágrimas una y otra vez durante todo el acto de homenaje a las víctimas del franquismo que yacen en las fosas de Córdoba organizado por la asociación memorialista cordobesa Dejadnos Llorar, en la previa del inicio de las exhumaciones en el cementerio de la Salud. Un acto que ha puesto el colofón con un golpe de azada de manos de descendientes de las víctimas en el cuadro de la Virgen de los Dolores del camposanto, donde van a comenzar este lunes 23 de octubre los trabajos -en el cementerio de San Rafael comenzarán tras los Santos-. En total, se calcula que entre los dos cementerios hay más de 4.000 víctimas del franquismo enterradas en fosas, que buscará la empresa adjudicataria de las actuaciones, .

"Estoy aquí por mi tío, hermano de mi madre, a quien después de la Guerra lo metieron en la cárcel, y en abril de 1943 lo mataron; está en la fosa del cementerio de San Rafael", cuenta. Paqui, que llega desde Adamuz, insiste en que esas lágrimas son el fruto de pensar que "después de tantísimos años me voy a poder llevar a mi tío con mis abuelos, para poder enterrarlo junto a ellos, que es lo que más querían". Y es que en las fosas de la capital yacen víctimas tanto de Córdoba, como de otras provincias e incluso de otros países.

José López Tejero, de naranja, durante el acto de Dejadnos Llorar.
José López Tejero, de naranja, durante el acto de Dejadnos Llorar. / Miguel Ángel Salas

En el acto llama la atención un cartel dedicado a Juan López Guisado, quien acabó asesinado por ser "padre de hijo republicano y comunista". Lo porta colgado al cuello su nieto José López Tejero, que pertenece a una familia de componentes nacidos en Posadas y Fuente Palmera. "Desde que me jubilé investigué dónde podrían estar enterrados y cómo murieron mi abuelo y mi tío, me lo pidió mi padre, porque él no lo sabía. Esa investigación me ha llevado a descubrir que mi abuelo está en la Salud y mi tío en el de San Rafael", detalla. Para José, el inicio de las exhumaciones significa hacer realidad un sueño que han perseguido desde hace muchos años los familiares. "No significa que a las víctimas se les vaya a resucitar, pero sí se les va a dignificar, porque no puede ser ni es justo que quienes lucharon por un gobierno democrático están desaparecidos en fosas", defiende.

En la cita de Dejadnos llorar, como colofón, algunos de los últimos familiares directos de las víctimas, los niños de entonces, cavan esa tierra de la fosa común situada en el cuadro de la Virgen de los Dolores, en la que comenzarán los trabajos, en un acto simbólico de exhumación -87 años después de que allí fueran sepultadas las primeras víctimas del franquismo- para dejar patente su voluntad, expresada a lo largo de estas décadas, de recuperar los restos de sus seres queridos. Un acto que finaliza con los presentes depositando 800 claveles y rosas rojas sobre la tierra de la fosa común en recuerdo de sus familiares y de la sangre de las víctimas derramada desde el golpe militar.

Juan Antonio Gómez Velasco sostiene un cartel de su bisabuelo.
Juan Antonio Gómez Velasco sostiene un cartel de su bisabuelo. / Miguel Ángel Salas

Familias como la de José Velasco Velasco, de Benamejí. "Era mi bisabuelo, era sindicalista, se lo llevaron a la cárcel en agosto de 1936 y lo mataron en agosto de ese año; además, le quitaron su medio de subsistencia, que eran unas pequeñas tierras que dedicada a la viña", detalla Juan Antonio Gómez Velasco, quien porta un cartel en el que se explica que su apodo era Gurriñaña. Juan Antonio destaca el sufrimiento de muchos años de su abuelo, "que se murió sin saber dónde estaba enterrado su padre. Por suerte, un hermano de mi abuelo se pudo hacer la prueba de ADN para si se encontraban sus restos poderlos trasladar junto con los de su esposa", explica.

Durante el acto, el presidente de Dejadnos Llorar, Antonio Deza, quien lleva décadas en la lucha para recuperar a su rectos de su padre y su tío, pidió un minuto de silencio para honrar a aquellos familiares de las víctimas que se han quedado en el camino "esperando que llegase este día" el del inicio de las exhumaciones. Familiares como el padre de Juan José Escudero Martos . "Mi padre murió -cuenta- sin tener la suerte de ver este día llegar, de rescatar de su padre, José Escudero Herrera", cuenta.

Juan José detalla que su historia fue "como otras muchas, algo increíble, a alguien que no tenía nada que ver con la política lo parar un día en el Centro de Córdoba cuando llevaba un hijo al médico de beneficiencia, porque era una familia pobre de agricultores, lo encarcelan y estaban tan abarrotadas las cárceles que lo metieron en las mazmorras de la Calahorra, lo sacan de allí, lo fusilan y dejan a una mujer con cinco hijos en la calle y le prenden fuego a su casa", explica. "A partir de ahí, la lucha en nuestra familia por la libertad hasta el día de hoy se hace necesaria; el día de hoy para nosotros representa una alegría y una esperanza, es el triunfo de la esperanza en que la sociedad tiene capacidad de recapacitar y de reconocer que aquello que ocurrió no se puede repetir y que a las víctimas hay que dejarles su hueco en la Historia, también", añade.

María del Pilar Ruiz Pérez sostiene una rosa por su abuelo.
María del Pilar Ruiz Pérez sostiene una rosa por su abuelo. / Miguel Ángel Salas

María del Pilar Ruiz Pérez asiste a todo el acto de Dejadnos Llorar con una rosa blanca en la mano. "Estoy aquí por mi abuelo, Manuel Pérez Ramírez, a quien fusilaron en la madrugada del 1 de octubre de 1936 solo por pertenecer al sindicato de los plateros y porque alguien lo denunciaría como republicano", explica. María del Pilar conserva la última carta que su abuelo le escribió a su abuela desde la cárcel. "De esa carta se desprende que mi abuelo no sabía que lo iban a fusilar", detalla, para insistir en que "nuestros padres de esto no hablaban e incluso mi abuela conservaba la esperanza antes de morir de que mi abuelo estaba vivo". María del Pilar defiende que su abuela actuaba de esa manera para proteger a sus tres hijas. "De hecho, mi madre se acabó suicidando", insiste. "Cuando ocurrió lo de mi abuelo mi tía mayor tenía nueve años y mi madre, que era la menor, seis, y fueron a parar a los preventorios, en donde sufrieron todo tipo de humillaciones", detalla. "Tengo 68 años y pido no morirme sin conseguir darle un entierro digno a mi abuelo y conseguir enterrarlo con su mujer y su hija, mi madre", concluye.

"Ay madre mía, madre día". A Antonio Deza se le agolpan las emociones cuando en el acto se dirige a los presentes. Es ya casi una década la que Dejadnos Llorar lleva en lucha para conseguir, con las exhumaciones en Córdoba, "cerrar las heridas que los liberticidas abrieron a partir de 1936", tal y como antes ha destacado el profesor de Historia Manuel García Parody. "Me surge un recuerdo imborrable, me llega al corazón, me sale del alma, el de las muchas personas, familiares que se han quedado en el camino sin ver este día", sentencia antes de pedir un minuto de silencio para todos ellos. "Este proceso de justicia y reparación no lo va a parar ya nadie, de ninguna de las maneras", insiste.

Antonio Deza lanza una rosa al lugar donde empezarán las exhumaciones.
Antonio Deza lanza una rosa al lugar donde empezarán las exhumaciones. / Miguel Ángel Salas
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