Desescalada Córdoba: La ciudad ya camina hacia la nueva normalidad
Agendas repletas en las peluquerías y colas en las ferreterías en el esperado día de su reapertura
El comercio minorista, salvo excepciones, se mantiene cerrado pese a que podía abrir con cita
Las fotografías de la entrada de Córdoba en la Fase 0 de la desescalada
Córdoba ha iniciado este lunes el camino hacia la nueva normalidad, en la que hay que salir a la calle con mascarilla y calzar guantes de látex pese a que la temperatura supere los 30 grados centígrados. La ciudad, que lleva varios días madrugando para hacer ejercicio y pasear, tenía una cita importante con el comercio minorista, que contaba con la posibilidad de reabrir sus puertas, siempre con cita previa y entre estrictas medidas de seguridad. Aunque lo cierto es que, en la práctica, las tiendas de toda la vida, las del barrio, han seguido mayoritariamente cerradas, salvo contadas excepciones como las mercerías o los negocios de reparación de calzado.
En este camino hacia la nueva normalidad, una cola en la calle significa que hay una farmacia, una tienda de telefonía, una frutería, una carnicería o un cajero automático, con largas esperas en los primeros días de mes. En Ciudad Jardín, cuyo centro comercial abierto es uno de los decanos de la ciudad, ha habido también ajetreo en torno a las ferreterías, como Comercial Medina, que desde 1989 atiende a una fiel clientela en la calle Antonio Maura. José Medina, segunda generación, ha reabierto este lunes tras 58 días de cierre y, en su caso, ha optado por atender desde la puerta. El goteo de pedidos ha sido continuo, casi la totalidad orientados a resolver pequeñas molestias domésticas, como el cambio de bombillas fundidas. "No ha sido como una mañana normal, todavía queda mucho para eso", ha explicado.
En la calle Alcalde Sanz Noguer, también en Ciudad Jardín, la ferretería La Estrella ha reabierto igualmente sus puertas con un cartel en el que informaba de la necesidad de pedir cita previa. Antonio Blanco, el propietario, ¡ha atendido citas telefónicas desde primera hora de la mañana, sobre todo para resolver pequeños asuntos domésticos: bombillas, filtros de cafeteras, tornillos para barras que se han descolgado, copias de llaves, algún capricho para casa... Asuntos domésticos, arreglos de andar por casa. "Será difícil resistir mucho tiempo en esta situación, pero lo intentaremos", ha confiado mientras, a las puertas del local, varios vecinos esperaban su turno parapetados tras guantes y mascarillas.
Según recoge la orden ministerial publicado el domingo en el Boletín Oficial del Estado (BOE), desde este lunes tenían permitida la apertura locales y establecimientos de hasta 400 metros cuadrados, con cita previa. En estos espacios se debe garantizar una adecuada atención individual y deberán establecerse un horario de atención preferente para personas mayores de 65 años, que deberá coincidir con las horas de paseo fijadas para este grupo de edad.
Lo confuso de los requisitos y la premura para adaptar los negocios ha llevado a la mayoría a mantener el cierre, también en el centro de la ciudad, corazón comercial de Córdoba. Así, las calles Gondomar o Cruz Conde han permanecido mayoritariamente con las persianas echadas, como en las últimas semanas. Entre las excepciones, la relojería Yaró, un clásico en Concepción desde 1988. "Hemos superado muchas crisis pero ninguna como esta. Todo es excepcional, hay incertidumbre...", ha relatado María Dolores Bérchez mientras cambiaba la pila a un reloj. Como en las ferreterías, los pequeños arreglos inaplazables, de poco coste, han sido mayoritarios en la reapertura del establecimiento. Porque la venta sigue paralizada, asume.
En San Felipe, varios minoristas han aprovechado para poner al día sus establecimientos, con labores de limpieza y cambio de escaparate. Es el caso de Mía Moda Íntima, cuya propietaria, Mercedes Alguacil, ha aprovechado la jornada para vestir la vitrina con la ropa de verano: "La temporada de primavera la hemos perdido. Sin bodas, sin comuniones, sin fiestas...". Su reflexión termina en puntos suspensivos, señal de la incertidumbre de lo que está por venir porque, en esta jornada de reencuentro con la clientela, la principal demanda no ha sido la lencería que es su especialidad, sino las gomillas para seguir confeccionando mascarillas. Cosas de esta nueva normalidad donde prima lo profiláctico.
Muchos tenían el día 4 señalado en su agenda como la jornada en la que reabrían peluquerías y barberías. La calle Alonso de Burgos y la plaza de Aladreros concentran una decena de pequeños centros de estética, por lo que el ajetreo de cabezas con canas asomando y melenas despeinadas ha sido continuo, en una especie de antes y después o de encuentra las siete diferencias a la entrada y la salida del salón de belleza. A broma se lo ha tomado Yolanda López, dueña de una de estas peluquerías: "Hay mucho drama en la cabeza. ¡Las melenas están echadas a perder!", reía mientras preparaba un "completo" para una clienta.
Mechas, corte y peinado, un servicio de dos horas para la puesta a punto total de Carmen Medina, una profesional de la sanidad que ha vivido la crisis del coronavirus en primera línea de batalla desde el servicio de Radiología del Hospital Reina Sofía. Y su cabello, claro está, también ha sufrido este estrés, este "drama", como se ha permitido bromear después de jornadas desgarradoras y durísimas. Aunque la cita en la peluquería no es lo que era, ha advertido, efecto de esta nueva normalidad aséptica y que todo lo impregna de ambiente de laboratorio, con geles hidroalcohólicos y guantes de látex: "Antes venías a echar la mañana o la tarde, con tu café o tu Coca-Cola, charlabas". Ahora, tras la mascarilla y pese a todas las medidas de seguridad, queda un poso de miedo cuando la mano de la profesional palpa la frente, coge las tijeras, pone las horquillas...
Hay quien ha vivido la cuarentena como una "tragedia para sus uñas". Y hacerse la manicura, aunque suene frívolo, ha sido su momento de desconexión total de los problemas. En el taller de Giuseppe Pisani, en Aladreros, el teléfono no ha dejado de sonar, aunque nada comparado con antes de la crisis sanitaria, advierte. Protegido por una pantalla y una mascarilla, se esforzaba en poner a punto las manos de Isabel, cliente fija durante una década y habitual en su taller cada dos semanas. "A raíz de la Rosalía, hemos vivido un culto a las uñas increíble y espero que se recupere un poco", confía este gaditano a quien lo de Giuseppe le viene por vía paterna.
A pocos metros, María Jesús Morales atiende en un claroscuro de Zoa Floristería entre macetas y ramos que parecen arrancados de un bodegón barroco. "El mes de abril ha sido horrible, con todo anulado, bodas, celebraciones, bautizos...", lamenta. Su opción ha sido la digitalización de su comercio, y en los próximos días reabrirá al público de manera más amplia. "Ahora toca limpiar, ponerlo a punto", se prepara.
La nueva normalidad, que será normalidad a secas, sin apostillas, o no será, también necesitará de un reseteo en las cabezas, más allá de las mejoras estéticas, que también son necesarias. "Todavía hay miedo a hacer actividades cotidianas, como coger el autobús", reconoce Antonia Gálvez, una vecina del Sector Sur, mientras cuenta los minutos para que pase el 6 por República Argentina. La voz le sale acolchada tras la mascarilla mientras juguetea nerviosa con otra, aún en su funda, que le acaban de entregar unos voluntarios.
Porque para alcanzar esta nueva normalidad, en la que todos somos armas biológicas en potencia y es aconsejable dejar un espacio de dos metros para no infectar al de al lado, la mascarilla es un accesorio imprescindible, más que las gafas de sol o un pañuelo para protegerse del sol. Tanto que, sin ella, ya no está permitido utilizar el transporte público, como desde primera hora se han esforzado en informar una y otra vez los conductores de Aucorsa. La Subdelegación tiene previsto distribuir más de 241.000 unidades en esta segunda fase de reparto.
Bares y restaurantes, de manera tímida, han iniciado también el camino a la nueva normalidad. Ya está permitida la apertura de establecimientos para reparto a domicilio, y algunos lo han intentado. Es el caso del Azteca, que desde hace una década prepara alambres -la palabra mexicana "auténtica" para referirse a los burritos o a las fajitas- a una clientela fiel en la plaza de la palmera, en Felipe II. "Será difícil que todo vuelva a ser como antes, aunque lo intentaremos", dice con entusiasmo y dudas su propietario, Luis Gutiérrez. El fin de semana anunció a los clientes habituales que podían pedir comida para llevar, y los fogones están encendidos, el local preparado, el teléfono encendido. "Es la única manera de pagar el alquiler, la Seguridad Social, las dudas que se acumulan...", enumera en voz baja. Y deja en el aire unos puntos suspensivos hacia un futuro complicado que también deben ser cosa habitual en esta nueva normalidad.
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