Diario de un autónomo

Son sus propios jefes e imponen la hora de entrada y salida. Estos empresarios, en ocasiones envidiados, desmienten algunos tópicos asociados a su condició laboral

Manuela Jiménez, en el interior de Confecciones Dalton, el comercio textil del que es propietaria.
Manuela Jiménez, en el interior de Confecciones Dalton, el comercio textil del que es propietaria.
Alba Moreno

08 de agosto 2010 - 01:00

Un trabajador autónomo es su propio jefe. Esta particularidad sólo presenta ventajas y ningún inconveniente. El empresario individual se caracteriza por tener un horario flexible, imponer las reglas y normas que rigen el negocio que él mismo ha creado y seleccionar a los trabajadores que forman parte de su plantilla, entre otros. Esta opción laboral parece presentar, de nuevo, únicamente beneficios, ni tan siquiera una sola contrariedad. Eso de ser el rey del mundo, aunque sea por unos instantes al día, podría trasladarse a este ámbito empresarial. Sin embargo, los entrevistados no comparten la percepción que el ciudadano de a pie pueda tener. Para ellos, "todo" o "casi todo" son problemas que han de solventar a medida que van surgiendo, sin contar prácticamente con ayuda externa.

"Lo bueno de ser autónomo es que tú marcas el ritmo de trabajo, las entradas y las salidas", afirma Rafael Vázquez Córdoba, gerente de Aluminios San Rafael, empresa en funcionamiento desde el año 2000. Este trabajador dice no encontrar "apenas" desventajas de ser autónomo, sólo que "para empezar hay que ser una especie de Juan Palomo, pues hay que buscarse la vida en solitario", explica el propietario de una empresa de carpintería metálica que comenzó trabajando como asalariado y que arriesgó para montar su propio negocio.

Manuel Fernández dice hacer "de tripas corazón" en relación a su plantilla de trabajadores. "Hay meses que me sobran 1 o 2, pero bueno, han crecido conmigo y hay que tirar para adelante equilibrando entre gastos y ventas", cuenta el gerente de Fonsagri S.L., una empresa que comenzó en el año 1992 dedicándose a la fontanería y que ahora se "ha adaptado" a las nuevas tecnologías ofreciendo, para ello, la instalación de circuitos de gas y calefacción. "Al poco de quebrar la empresa en la que trabajaba, me metí por cuenta propia, a pesar de no contar con ningún tipo de ayuda gubernamental", rememora Rafael. Este fontanero experimentado dice que ahora, "al menos", existe algún tipo de "ayudita", pero que antes, lo que hacían era "pagar y pagar". "Los autónomos trabajamos de sol a sol para sacar adelante el país y no hemos recibido ningún tipo de reconocimiento por parte de la sociedad", denuncia el empresario con cierta indignación. "Ser autónomo no tiene ninguna ventaja. Si tuviese que mencionar alguna sería la de trabajar en el oficio que aprendí de joven, así como la unión que ahora parece que tenemos", concluye Manuel.

Eso de que el oficio "se lleve en la sangre" podría ser denominador común de muchos trabajadores autónomos del país. Francisco Obregón Méndez, ebanista y gerente de una empresa que lleva su mismo nombre, confirma la norma. Tercera generación de una familia dedicada "en cuerpo y alma" a la fabricación de muebles, Francisco no es capaz de mencionar ni una sola ventaja aparte de la de dedicarse a una labor que le "satisface", aunque en muchas ocasiones tenga que "llevarse el trabajo a casa", aun siendo él su propio jefe y quien imponga los horarios. "La carpintería, que es una labor creativa, no es un trabajo al que le puedas exigir ni un horario ni una entrada de ingresos apremiantes, sino que, más bien, se trata de un oficio que requiere dedicación y gusto", explica Francisco.

La ausencia de subvenciones o prestaciones sociales que solucionen o ayuden a estos autónomos al principio de su carrera empresarial se confirma por parte de todos los entrevistados. Manuela Jiménez, propietaria de Confecciones Dalton, un comercio de textiles, así lo constata. "He solicitado subvenciones, como las del Plan ICO, pero me las han denegado siempre. Eso va dirigido a las grandes empresas", explica esta trabajadora autónoma. "Lo bueno de tener tu propio negocio es que tienes un sueldo más o menos seguro, algo que no me pasaba cuando era enfermera, pues sólo me llamaban para hacer suplencias", explica Manuela, que afirma los autónomos "carecen de derechos". "La ventaja que tengo es que abro y cierro cuando lo creo conveniente, aunque siempre dependo de los clientes, quienes son mis verdaderos jefes", concluye la empresaria.

Malestar e incertidumbre acecha el día a día de los trabajadores autónomos, que a pesar de no contar con la protección y ayuda que ellos desearían, continúan desempeñando unos oficios que le crean satisfacción y con los que ellos se sienten plenos.

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