"La gran derrota del ecologismo en Córdoba son las parcelaciones ilegales"
Juan Escribano. Coordinador de Ecologistas en Acción Córdoba
La organización de la que forma parte cumple este año dos décadas en la provincia en las que se ha dedicado a la protección del medioambiente desde una perspectiva social
Juan Escribano (Córdoba, 1971) lleva ligado a Ecologistas en Acción desde que la organización nació en la provincia, hace ahora 20 años. Sus primeros pasos en la lucha medioambiental fueron en el instituto Blas Infante, cuando en 1988 creó un grupo junto a Sebastián Moreno y Diego Peinazo, que durante todo este tiempo también lo han acompañado en Ecologistas en Acción. Ya en la universidad, se incorporó a la Asociación Ecologista para la Defensa de la Naturaleza (Aedenat) porque conjugaba las dos vertientes de militancia que le atraían: la defensa del medioambiente desde una perspectiva social. Luego vendría la fundación de Ecologistas en Acción, un colectivo ecosocialista cuyo mensaje es que “la protección del medioambiente es la protección del ser humano”, explica este profesor de Derecho del Trabajo que ha sido capaz de conectar estas dos facetas de su vida.
–¿Dónde está la raíz de Ecologistas en Acción en Córdoba?
–Hay un origen inmediato y otro mediato. El inmediato es la reunión de todos los colectivos de ecología social que había en la provincia, que eran tres o cuatro. A nivel nacional hubo un acuerdo que partió de la Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental. Se trasladó a los diferentes territorios y en Córdoba lo recibió Aedenat y el Grupo Ornitológico de Defensa y Salvamento de las Aves (Godesa). Nos pusimos de acuerdo y creamos Ecologistas en Acción con esas organizaciones. El mediato comienza, como en casi todos los territorios, fruto de la lucha contra la energía nuclear a principios de la década de los 80. Aquí se constituyó la Coordinadora contra el Cabril. Ese es el origen del movimiento asociativo de defensa del medioambiente de la provincia de Córdoba.
–¿Cuántas personas forman parte de la organización?
–En la capital forman parte de la entidad unas 200 personas y en la provincia hay seis grupos locales. En total no llegamos a los mil. Para nosotros no es tan importante el número como que hayamos conseguido en estos 20 años estar en todos los territorios. Cuando hay una vulneración contra el medioambiente, casi siempre hay un grupo ecologista ahí o próximo. Ese era uno de los objetivos de Ecologistas en Acción cuando se creó.
–¿Qué batallas habéis ganado en estas dos décadas?
–Desgraciadamente se ganan pocas batallas. Posiblemente, el máximo logro ha sido la mayor concienciación de la gente sobre el problema medioambiental. A nivel local también se han conseguido cosas. Por ejemplo, el hecho de que existan los Sotos de la Albolafia y que sean monumento natural es un logro de Ecologistas en Acción. Muchas veces los logros consisten en que no hayan salido adelante ciertos proyectos. Por ejemplo, durante el mandato de Herminio Trigo se quiso hacer un macroproyecto urbanístico en la Sierra a través de una empresa japonesa que se consiguió paralizar. Recientemente, hemos conseguido que los políticos hayan sido sensibles y se haya aprobado una declaración para la defensa del aire limpio.
–¿Qué os ha sido imposible parar?
–La gran derrota del movimiento ecologista de Córdoba son las parcelaciones ilegales, sobre todo las que se encuentran en zona de especial sensibilidad medioambiental; es decir, las que están en la Sierra. Las denunciamos en momentos muy iniciales, hemos conseguido en algunas ocasiones paralizar algunas, que la administración haya sancionado... Pero no hay nada más que ver cómo está la Sierra para saber que es el primer gran problema medioambiental de Córdoba y, por otro lado, no hemos conseguido que la gente haya tenido la sensibilidad suficiente para que no hayan continuado por esa senda. El lado positivo es que, sobre todo en la Sierra, hace tiempo que no hay nuevas parcelaciones, y eso también es un logro.
–¿Llega tarde la figura de Parque Natural para Sierra Morena?
–Casi toda Sierra Morena está protegida y casi coincide con el término municipal de Córdoba la no protección. ¿A qué se debe esto? Fundamentalmente a la oposición de los parcelistas a que eso ocurra. La fuerte presencia humana tuvo su origen en una proliferación de parcelaciones ilegales contrarias al Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Actualmente tienen a la Federación de Asociaciones de Vecinos y, en concreto, a Juan Andrés de Gracia Cobos, que es una especie de lobby de presión contra todo lo que signifique protección del medioambiente en el término municipal de Córdoba para favorecer a los parcelistas, que no son sino infractores administrativos y en algunas ocasiones delincuentes en potencia porque construyeron en lugares de alto valor medioambiental o paisajístico como es el entorno de Medina Azahara. Es decir, la presión es mucha. No creo que sea tarde porque los valores medioambientales de la ciudad de Córdoba son espectaculares. Tenemos hasta diferentes tipos de paisajes dentro del bosque mediterráneo y microclimas en el término municipal, como son Trassierra y el Valle del Guadiato. Creo que estamos aún a tiempo para proteger mucho.
–¿Habéis notado alguna vez el poder que tiene el dinero a la hora de que las administraciones tomen ciertas decisiones?
–Sí, claro. Ha habido fases especialmente sensibles. Aunque aquí ha habido un desarrollo urbanístico más ordenado que en otros sitios, es verdad que el que se aprobó en los últimos PGOU ha estado motivado única y exclusivamente por el interés de las constructoras. No hay nada más que recordar esa alianza entre Rafael Gómez y Rosa Aguilar, por poner un ejemplo; o la construcción del Parque Joyero. Aquello se hizo sin ningún tipo de garantía en los terrenos más contaminados de Europa porque allí era donde tradicionalmente se echaban los residuos y escombros de las empresas de la Electromecánica. Ni siquiera hubo un tratamiento adecuado del terreno. Detrás estaban los que en esa época eran el poder fáctico en Córdoba. Por otra parte, el tema de Cosmos es bastante sangrante. Teniendo en cuenta el poco empleo que da, la presencia mediática que tiene es única y exclusivamente por el poder de la multinacional que está detrás. Además, la conversión en incineradora posiblemente ni siquiera incremente el empleo sino que podría ocurrir lo contrario.
–¿Ha sido El Cabril el mayor mazazo que os habéis dado?
–Pues claro, ha sido la imposibilidad absoluta de luchar contra un modelo energético que genera residuos que no somos capaces de controlar. Duran miles de años y, al contrario de lo que sabe la opinión pública, El Cabril ha ido aumentando la intensidad de los residuos que allí se almacenaban. No hemos conseguido atraer a la población de los municipios que se encuentran en sus alrededores, sino al contrario, Enresa ha hecho una campaña muy efectiva tanto a nivel económico como mediático. Ahí hemos tenido una derrota. Pero por ser un poco generoso, ya que estamos en el aniversario de Ecologistas, cuando Sebastián Cuevas descubre el cementerio nuclear de El Cabril estaba totalmente descontrolado. Era una antigua mina en la que se tiraban los residuos nucleares sin ningún tipo de control. Eso ya no es así. No hemos conseguido acabar con El Cabril pero sí que haya un mayor control.
–¿Qué le parece la política de movilidad del Ayuntamiento de Córdoba? Se han llevado a cabo peatonalizaciones pero solo se ha conseguido derivar ese tráfico a otras zonas.
–La experiencia de las últimas décadas es que toda peatonalización es conflictiva. Cuando se hizo en Cruz Conde, los comerciantes decían que iban a ir a la ruina y se demostró que la presencia humana ha sido mucho mayor en esta calle. Eso se puede trasladar a otras como Gondomar. Todo el proceso encaminado a la reducción del uso del coche tiene una fuerte oposición. En primer lugar por los comerciantes, pero también por lo que simboliza montarse en un coche. Conducir un vehículo de 30.000 euros te hace poderoso, es decir, implica algo más que comodidad. Pero una peatonalización también conlleva inversiones importantes, porque significa aumentar el transporte público y las infraestructuras de otro tipo de transporte, por ejemplo el carril bici. Son todo problemas, pero es tan necesario que hay que hacerlo.
–Siguiendo en la capital, ¿en qué situación se encuentra ahora la zona natural de El Patriarca?
–El haber conseguido que El Patriarca se haya terminado integrando en una especie de parque periurbano, aunque todavía está en la innovación del PGOU, es otro triunfo del movimiento ecologista y en general de la ciudadanía. Ha sido casi de carambola porque cuando se produce la innovación del PGOU en relación con El Patriarca se decide su expropiación a precio de suelo rústico. La propiedad pedía que se le reconociera como suelo urbano, lo que suponía una diferencia muy importante en la indemnización. Después de un procedimiento administrativo muy largo, la Gerencia de Urbanismo ha ganado el pleito. Es muy difícil encontrar en cualquier otra ciudad un espacio con ese valor medioambiental en el mismo casco urbano, sobre todo teniendo en cuenta las nuevas urbanizaciones que hay al sur de El Patriarca. El problema que tiene es la fuerte presión humana. Al no haber una educación medioambiental adecuada, vamos a tener que regular los usos para poder mantener los valores que tiene, que son muchos.
–La zona ha estado abandonada durante mucho tiempo; hay basura de los perolistas, coches por mitad del parque...
–Es imprescindible comenzar a regular los usos y eso significa restringirlos. Además de lo que has dicho, allí hay una especie de circuito de motocross y un uso abusivo de la bicicleta, que también tiene un impacto para las personas que van a pie. Hay algunos usos que pueden hacerse compatibles como la bicicleta, la realización de actividades lúdicas como los peroles, el senderismo o la escalada. Pero hay que hacerlo de una manera racional y poniendo limitaciones, y eso conlleva un coste. El espacio es muy amplio, por lo que hay que tener la voluntad política para enfrentarse a determinados usos y querer afrontar un coste económico. El espacio lo merece.
–¿Tendremos algún día un Plan de la Sierra?
–Yo llevo 30 años en el movimiento ecologista y creo que el Plan de la Sierra lleva más tiempo. Y nunca se aprueba. Es lo más parecido al tema de las parcelaciones. Hay un lobby, el de los que tienen viviendas en la Sierra, que no quieren que se regule. Eso implica una permanente demora del plan, lo cual es muy peligroso. A nosotros no solo nos motiva la defensa del medioambiente en este tema sino de la vida humana. Estamos soportando las consecuencias de una desidia. Recuerdo aquella frase famosa de Julio Anguita de “también los pobres tienen derecho a vivir en el campo”. Es decir, que no solo no se hacía nada sino que en cierto sentido se incentivaba. Y lo han hecho todos los colores políticos, porque por la Gerencia han pasado todos, salvo los nuevos partidos.
–¿Existe realmente una política medioambiental o los mensajes se dan de cara a la galería?
–El medioambiente sigue sin dar votos. De hecho, hay partidos políticos que tienen un mensaje abiertamente antimedioambiental. ¿Por qué? Porque la protección del medioambiente es una cuestión a medio-largo plazo y en el corto plazo vivimos en la satisfacción de las necesidades más inmediatas, que muchas veces están relacionadas con el consumismo. Entonces, la protección del medioambiente significa un sacrifio y una reducción de los niveles de consumo.
–¿Qué relación tienen los ecologistas con los cazadores?
–Depende de con qué cazadores. No es lo mismo los que están detrás de Intercaza que el pequeño cazador que en muchas ocasiones tiene una especial sensibilidad medioambiental porque ha llegado a esta actividad como consecuencia de un contacto directo con el campo desde pequeño. Nosotros no optamos por la abolición total de la caza, sino de determinado modelo.
–En el último año muchos ayuntamientos de la provincia han iniciado una campaña contra el lobo y el Proyecto Life. ¿No resulta inverosímil que ocurra esto en el siglo XXI?
–Mi abuelo en la guerra estuvo en el Lagar de la Cruz, donde está la piscina de Assuan. Trabajaba de pastor y por la noche oía a los lobos. Actualmente no hay lobos en Sierra Morena, se puede decir que aquí se ha extinguido porque no ha habido avistamientos desde hace tiempo. El lobo tiene mala prensa con el ganado introducido artificialmente en el entorno pero es una especie que consigue el equilibrio medioambiental, por ejemplo cuando hay exceso de jabalíes, de ciervos... Esa mala fama viene por el desconocimiento. El coste que suponen los ataques de lobos en los lugares en los que hay, sobre todo en León, Asturias y Cantabria, son ínfimos en relación con el coste de otras cuestiones que tenemos asumidas. Además, habría que ver si son todo lobos los responsables o son perros asalvajados como consecuencia del abandono del medio rural. Aparte, en España hay un mecanismo histórico y tradicional en el campo para combatir al lobo, que se llama mastín, un perro seleccionado genéticamente por el hombre para proteger al ganado del lobo. Lo que ocurre es que ha cambiado el tipo de ganadería y agricultura y ahora es extensiva, de grandes latifundios donde apenas existe control por parte del propietario.
–En el extremo contrario está el lince, un animal muy protegido y en el que las administraciones invierten mucho. ¿Se está haciendo bien con el programa del lince o quizás se esté dedicando mucho dinero?
–El lince es un símbolo de la fauna ibérica. Ahora que está tan de moda darse golpes de pecho por el nacionalismo, posiblemente no haya nada más ibérico que el lince, el águila imperial y el lobo. El proyecto Life ha sido todo un éxito. Hace 20 años esta especie estaba al borde de la extinción, actualmente la situación es crítica pero no tiene nada que ver. Para saber si se está invirtiendo bien, habría que establecer otros parámetros más allá del análisis cuantitativo. ¿Compensa esa inversión para los beneficios que aporta un lince? Este animal es como lo que decía del lobo, es una especie que ayuda al equilibrio entre las especies. Lo contrario sería haber permitido su extinción. No sé si eso es lo que queremos.
–¿Ha hecho lo suficiente la administración por las lagunas del sur de la provincia?
–El movimiento ecologista surgió por la lucha antinuclear y por otra parte también estaba la defensa de las lagunas, sobre todo la de Zóñar y el pato malvasía, que hubo un momento en el que solo estaba en dos puntos del planeta y uno de ellos era Aguilar. El problema de este lugar se encuentra en que en su entorno hay un modelo de agricultura fuertemente impactante. Los vertidos a las lagunas como consecuencia del abono químico son difíciles de evitar si no se cambia este modelo de agricultura, que es perjudicial para el medioambiente y para la salud. Y lo mismo ocurre con la sobreexplotación de los acuíferos.
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