Enrique Aranda: "A los pacientes con cáncer tenemos que darles las gracias porque nos hacen mejores"

Entrevista al jefe de Oncología Médica del Hospital Reina Sofía de Córdoba

Tras más de 40 años en la profesión, el especialista acaba de recibir el premio honorífico de la Sociedad Andaluza de Oncología Médica por su trayectoria, experiencia y humanidad

El doctor cordobés Enrique Aranda, premio honorífico de la Sociedad Andaluza de Oncología Médica por su lucha contra el cáncer

El jefe del Servicio de Oncología Médica del Reina Sofía, Enrique Aranda / Miguel Ángel Salas

Enrique Aranda (Córdoba, 1956) es todo un referente en la lucha contra el cáncer a través de tres vías: la asistencia al paciente, la investigación y la docencia. Tras más de 40 años dedicado a la medicina, acaba de recibir el premio honorífico de la Sociedad Andaluza de Oncología Médica (SAOM) por su trayectoria, experiencia y humanidad. No en vano, fue de los primeros facultativos en hacer esta especialidad en España y es el impulsor y jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Reina Sofía de Córdoba. "Hay que transmitir al enfermo de cáncer que hay camino, que puede ser más o menos duro, pero hace 40 años no lo había", señala Aranda.

-Le acaban de otorgar el premio honorífico de la SAOM. ¿Cómo ha recibido ese reconocimiento de sus colegas de profesión?

-Por un lado, es una sorpresa y, por otro, mi pensamiento fue que uno está llegando a una edad en la que por mayor te hacen estas cosas. Es una satisfacción, son muchos años los que llevo haciendo oncología cuando en Andalucía había muy poca oncología. Entonces, son muchas personas formadas en este tiempo. En definitiva, esto es un reconocimiento de mis compañeros que para mí tiene mucho valor y agradezco enormemente.

-¿Cuántos años lleva en esta especialidad?

-Soy especialista desde 1983, pero me tuve que ir a Italia en 1984 para completar mi formación porque en aquella época la Oncología Médica estaba muy dispersa. Los primeros oncólogos médicos con MIR aparecen en 1984 en España. Cuando volví de Italia en 1985 monté una unidad específica en el entonces Hospital Clínico (ahora Hospital Provincial).

-¿Entonces había algún referente?

-La Oncología Médica surge de la Medicina Interna y se desgaja de ella en un momento en el que la incidencia del cáncer estaba aumentando abrumadoramente y empezaba a haber posibilidades de tratamiento. Entonces, es necesario que haya una serie de médicos que se formen y se dediquen a Oncología Médica. Esta especialidad es muy joven. Había un foco en Sevilla y luego, en Granada había una unidad de radioterapia que hacía oncología médica. Los demás eran internistas que se dedicaban al paciente con cáncer. Eso es lo que me encuentro yo en 1983.

"Hemos sido afortunados por participar en el desarrollo científico de la lucha contra el cáncer"

-¿Por qué eligió esta especialidad?

-Yo no pensaba hacer Oncología, quería hacer Digestivo. ¿Qué pasó? Que hice la tesis doctoral y me encontré con que a los enfermos oncológicos, no es que no los quisiera ver nadie, pero no había un background ni una atención. Entonces, en una cena en la que estaba el entonces jefe de Oncología Médica del Virgen del Rocío, José Andrés Moreno Nogueira, mi jefe, que era Pedro Sánchez Guijo, me dijo que por qué no hacía Oncología. "¿Estás loco?" Le contesté yo. Y esa fue la realidad. Tuve que formarme, sobre todo en el Virgen del Rocío. Lo que ocurre es que en aquella época el cáncer lo trataban muchos especialistas, no se abordaba de manera global, entonces yo me formé, pero con algunas lagunas. Por eso, aún teniendo el título aprobado en 1983, me dijeron que para dármelo me tenía que ir fuera para completar la formación. Me fui al Instituto de Tumores de Milán y luego estuve en Bari. Cuando volví ya me dediqué de lleno a la Oncología Médica.

-¿Cómo eran los primeros pacientes que empezó a ver?

-La verdad es que había muy pocas posibilidades en cuanto a tratamiento. Los enfermos llegaban en un estado general malo porque la enfermedad estaba muy avanzada, de los que hoy serían para paliativos. Por otro lado, no había tratamiento para muchos tumores. Yo me he dedicado fundamentalmente a los digestivos, sobre todo de colon y recto, y cuando en 1991 cogí la dirección del servicio en el Reina Sofía vi que había que atomizar la patología porque iba a ser imposible que uno solo abordara todos los tumores. Desde esa época, los especialistas nos dedicamos a un tipo de tumor en concreto. Siempre digo que hemos sido muy afortunados porque hemos vivido una enfermedad terrible, pero hemos sido actores de primera fila porque hemos participado en el desarrollo científico de la lucha contra el cáncer y el aumento de las posibilidades de tratamiento, de la calidad de vida y las tasas de curación.

-¿Podríamos decir que en Córdoba usted fue pionero en la Oncología Médica?

-No exactamente. Cuando empezamos con la unidad, los hospitales de la Seguridad Social estaban separados de los Clínicos. Entonces, en el Reina Sofía había un oncólogo, Antonio Luis García García, que era mayor y está jubilado desde hace tiempo, mientras que yo estaba en el Clínico. Recuerdo que llegué a un acuerdo con Antonio para que se encargara de toda la gestión de la Seguridad Social y yo me dedicaría más a docencia e investigación porque empezamos a colaborar con grupos cooperativos.

El oncólogo cordobés Enrique Aranda. / Miguel Ángel Salas

-¿Ya desde el principio?

-Sí, porque cuando estuve en Italia no entendía porque allí había fármacos que nosotros no teníamos en España. Vi fármacos que han sido y son fundamentales para el cáncer de mama y yo participé en su desarrollo allí. Luego, tardaron años en llegar a España. Vi claro que la única manera de traer cuanto antes la innovación terapéutica para nuestros enfermos era hacer ensayos clínicos. Así traíamos lo que iba saliendo antes de que se comercializara y se hiciera universal. El primer grupo cooperativo lo fundamos en 1986 entre cuatro, Grupo Español de Tratamiento de Tumores Digestivos, del cual soy presidente ahora mismo. De ese núcleo surgieron todos los grupos cooperativos importantes que hay ahora mismo en España.

-La Sociedad Andaluza de Oncología Médica le ha dado este premio por ser un referente, ¿cómo se asume esto?

-Cuando me hablan de referentes me acuerdo de mi padre. Empezó a trabajar muy joven, tenía una tienda y luchó mucho porque yo llegara adonde he llegado. Entonces, ¿un referente de qué? Es verdad que he hecho muchas cosas en la vida. Todo ha pivotado sobre mi familia y la medicina. ¿Un referente? Bueno, he hecho cositas que han servido para cambiar de alguna manera el tratamiento de algunos tumores. Recuerdo un fármaco, el fluorouracilo, que se sintetizó en 1957 y se utilizó por primera vez en clínica humana en torno a 1964, pero se usaba poniendo un bolo. Entonces, se hizo un estudio para que se administrara con infusión continua durante 24 o 48 horas. En la fase 1, para la que hacen falta 14 pacientes, 11 eran de Córdoba. Y eso ha cambiado el tratamiento de los tumores digestivos. Luego, me ha preocupado mucho el estar muy pendiente de quien me rodea. Hay que enamorarse de la gente continuamente y el día que no lo hagas habrás perdido la capacidad de sorprenderte de quien te rodea. Evidentemente yo tengo mis limitaciones, pero sí me ha preocupado lo que pasaba en Cádiz, en Almería o en otros sitios.

"Siempre me ha preocupado mucho el estar pendiente de quien me rodea"

-¿Qué lugar ocupa ahora mismo Córdoba en la Oncología Médica?

-Córdoba es importante, no solo por lo que yo haya podido hacer, sino porque aquí hay gente muy buena. Hay médicos que son referencia no solo a nivel nacional, sino fuera. Lo más importante es que nos sigue preocupando mucho el paciente. Jamás en mi vida he utilizado al paciente para conseguir nada. El paciente es a lo que nos debemos. Juan Barbudo, que era el jefe del servicio de Medicina Interna cuando yo estudiaba aquí, que fue discípulo de Marañón, me decía: Enriquito, procura buscar un clavo para la capa y haz las cosas bien, el resto vendrá por añadidura. Y llevaba razón; hay que hacer las cosas bien.

-¿Cómo está la especialidad a nivel andaluz?

-La Oncología es puntera en Andalucía, no solo en asistencia, sino también en investigación y obviamente en docencia. Lo que ocurre es que hay mucho desequilibrio. Ahora mismo el buque insignia sigue siendo el Virgen del Rocío porque así lo han querido siempre los gobiernos, pero nosotros no tenemos nada que envidiarle y hay cuatro provincias poderosas que son Córdoba, Granada, Málaga y Sevilla. Ojalá consiguiéramos que hubiera una red clara dentro de Andalucía, que no se ha conseguido del todo. Somos la comunidad más poblada de España y deberíamos tener el poderío que no tenemos. La pelea está siempre con Cataluña y con Madrid.

-¿Qué avances se están haciendo desde el Reina Sofía?

-El número de ensayos clínicos es muy importante y proyectos de investigación hay bastantes. Por ejemplo, en biopsia líquida, después del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, el Reina Sofía fue el segundo en utilizarla. Luego, en mama se están haciendo cosas muy bonitas e interesantes, sobre todo en el cáncer de mama de la mujer embarazada o después del embarazo. También tenemos ya aquí la inmunoterapia. Luego, soy responsable de un grupo de investigación del Imibic en el que hay diez o doce personas y está desarrollando tres proyectos del Instituto de Salud Carlos III, otro del Mineco y otro de excelencia en biopsia líquida en cáncer de páncreas. Es decir, en investigación estamos muy bien. Por otra parte, formamos una alianza con Roche en la que también está Málaga y Sevilla.

Enrique Aranda, durante la entrevista. / Miguel Ángel Salas

-¿Qué relación se establece con los pacientes en esta especialidad?

-A los pacientes nosotros tenemos que darles las gracias porque nos hacen mejores. Esto lo intento explicar, pero si uno no lo percibe es difícil de entender. Cuando un enfermo sufre, y sufrir no es necesariamente tener dolor, habitualmente va buscando a otra persona. Entonces, ¿qué es lo que yo intento transmitir, con mis limitaciones, sobre todo a los residentes más jóvenes? Que no dejen de mirar a los ojos a los pacientes, que no dejen de cogerle la mano. Ahora se empeñan en cogerle la mano con guantes, ¡bendito sea dios!, habiendo agua y jabón para lavarte las manos después. ¿Por qué? Porque una de las cosas que he visto en estos años es cómo la tecnología se ha puesto entre el enfermo y del médico. Si vas al médico, cuenta el tiempo que está mirándote y el que está mirando al ordenador. Claro, eso rompe de alguna manera la relación médico-paciente, porque además uno tiene el tiempo que tiene para ver a los pacientes. Muchas veces es tan importante la actitud que tú tengas con el paciente, cómo lo recibes y cómo lo escuchas que lo que le prescribas. Esto también me viene porque yo aprendí medicina de unas personas que habían recibido directamente el humanismo de don Gregorio Marañón y esa escuela.

-¿Cómo es acompañar a un paciente en una enfermedad como el cáncer?

-Creo que hay que acompañarlo primero con la verdad, pero siempre con una puerta abierta a la esperanza. Hoy mismo he estado despidiéndome de uno porque me voy a Madrid y no sé si cuando vuelva va a estar. Dependiendo del tiempo que conozcas al paciente varía mucho la confianza que llegas a tener. También influyen las creencias que tenga esa persona para orientar esa puerta a la esperanza de una manera u otra. Por último, debe tener la certeza de que pase lo que pase tú le vas a tener la mano cogida hasta el último momento. No es fácil porque hoy en día la muerte parece que nos estorba. Es una palabra tabú. Antes nos llevaban de la mano a despedirnos del abuelito cuando se estaba muriendo y ahora no quieren que los niños vean a los enfermos. Hemos sacado los tanatorios fuera de la ciudad, mientras que antes se hacían los velatorios en las casas. Ha cambiado radicalmente la concepción de la muerte y una de las verdades más claras es que nos vamos a morir todos. Hay una cosa muy clara: los pacientes en ningún momento deben percibir que estorban, que no hay nada que hacer con ellos ni van a ser abandonados. Y esto no es solo cosa del personal sanitario, sino de la sociedad en general.

-¿Hay historias que no se olvidan?

-Claro, ahí tengo un niño de una de ellas, que no puedo olvidar (mira una foto colocada en una estantería de su despacho). Son muchos pacientes los que no se olvidan, te los llevas contigo.

"Son muchos pacientes los que no se olvidan, te los llevas contigo"

-¿Logra desconectar en algún momento?

-Uno no desconecta nunca. Hay que tener herramientas y, sobre todo, tener muy claro por qué estás haciendo las cosas. Yo comprendo que un cirujano esté satisfecho consigo mismo diciendo "lo he curado", aunque en cáncer la curación es relativa. Me acuerdo de un enfermo que mi objetivo y el suyo era casar a su hija. Y pudo casar a su hija y estar bailando hasta las 7 de la mañana, y al mes y pico se murió. Esa es la clave: ¿por qué estás haciendo tú las cosas? ¿Cuáles son los objetivos de los pacientes? ¿Es que lo cures? Ojalá, mi objetivo también es ese, pero si no puedes curarlo, acompáñalo. ¿Quiere ver a su nieto hacer la comunión? Pues vamos a intentar que lo haga. ¿Cómo puede vivir uno con eso? Yo vivo la mar de a gusto porque sé que hay muchos pacientes que se mueren haciendo lo último que querían. Otros no he podido. En el fondo, en este camino que todos tenemos que recorrer antes o después, lo importante es que uno se dé cuenta de dónde está llegando y no perder la paz interior, algo que es relativamente fácil con la sociedad tan convulsa que tenemos.

-¿Le ha quitado mucho tiempo de su vida personal este trabajo?

-Claro, pero yo creo en Dios, que me ha dado una mujer maravillosa. He podido hacer muchas de las cosas porque tengo a mi mujer. Y tengo siete hijos y siete nietos. Aparte de todo esto, he peleado mucho por la familia, no solo por la mía, y estoy trabajando ahora por la educación afectivo-sexual de los jóvenes, que es urgente. Y además hago oncología. En la época en la que nos casamos no teníamos absolutamente nada, mi mujer estaba estudiando Química y no llegábamos a final de mes. Luego ha sido trabajar, trabajar y trabajar. Hubo un momento en el que ya tuve que decir que no. He procurado tener tiempo de calidad en casa y con mis hijos. Precisamente fui durante 13 años el presidente del ampa del colegio de mis hijos para estar pendiente de lo que hacían. Y me leí Harry Potter antes que ellos para ver de lo que iba. La verdad es que mi mujer y yo hemos llegado a muchos sitios. Ha habido que dejar cosas, ella tuvo que dejar su carrera, pero siempre uno medita y ve que hay un bien mayor y si tú no te entregas, las cosas no se consiguen. Y lo mismo no las consigues para ti, sino para otro, pero eso a lo mejor no te vas a enterar.

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