El caballo pura raza española: el regalo cordobés de Felipe II para el mundo

Patrimonio animal

Otoño es la estación en la que año a año Córdoba se convierte en el epicentro del mundo ecuestre, una ciudad que eligió en el siglo XVI el monarca que dirigía un imperio en el que nunca se ponía el sol como cuna de un linaje equino único

Un pura raza española, en una actividad organizada en Caballerizas por Córdoba Ecuestre. / Juan Ayala

Córdoba en otoño se ha convertido en los últimos años en el epicentro del mundo del caballo. Septiembre es el mes en el que la asociación Córdoba Ecuestre organiza Cabalcor y octubre, el mes en el que el Ayuntamiento hace lo propio con Otoño del Caballo, dos citas equinas que ya son clásicas. Y es que, como ya defendiera, el catedrático emérito de la Universidad de Córdoba (UCO) Eduardo Agüera, "una de las mayores fortalezas que tiene Córdoba es su vinculación con el caballo".

Agüera detalló que "de Córdoba salieron los mejores caballos y mulas de la Bética y cuando fue la capital del mundo, el árabe con su sensibilidad consiguió un caballo hermoso, ágil y veloz. Además, durante los arriesgados tiempos de frontera, en la época cristiano-nazarí Córdoba se erigió en la principal ciudad desde donde se operaba la intendencia de caballos resistentes y valientes; y también fueron afamados sus caballos guzmanes y/o valenzuelas".

El catedrático defendió estas tesis en la presentación de su libro El caballo en la frontera. Origen del caballo andaluz (1236-1492), una obra en que se demuestra que “aquellos caballos originarios del actual caballo andaluz eran los herederos del Al-Andalus, rematados con caballos bereberes traídos por almorávides y almohades, que posteriormente fueron seleccionados como caballos moriscos”. Todo ello constituye al nacimiento del caballo andaluz por antonomasia, el pura raza español, episodio que Agüera aborda en su libro destacando que tuvo su origen en Córdoba entre 1567 y 1598 por iniciativa de Felipe II, para lo cual se encargó a Diego López de Haro una selección entre “caballos ágiles, veloces y resistentes que había en Andalucía en el siglo XVI”. Para ello, el monarca, gran amante de los caballos, mandó construir las Caballerizas Reales de Córdoba.

Retrato de Felipe II de los tiempos de construcción de Caballerizas Reales. / El Día

Córdoba, capital de un imperio

Pero, ¿por qué eligió Felipe II a Córdoba como cuna del pura raza español? En la exposición Córdoba, capital de un imperio se dio a conocer que "acontecimientos excepcionales llevaron en el otoño de 1959 al nieto de los Reyes Católicos e hijo de Carlos I de España y V de Alemania a anunciar el traslado a la ciudad andaluza de toda su corte para 1570. Menos de un año antes había estallado la Guerra de las Alpujarras, con la amenaza añadida de una invasión turca en la península "y la histórica posición de Córdoba como nodo privilegiado para la logística y las comunicaciones, su proximidad al frente bélico, hicieron que el rey se trasladara a vivir a ella, estableciera en ella su centro de operaciones y reuniera las Cortes de Castilla en la Mezquita, donde acudieron los procuradores, o sea, los diputados de la época, desde las diferentes ciudades convocadas". También consideró años antes que Córdoba era un lugar estratégico en el que reunir a esos caballos que procedentes de distintas zonas de Andalucía se caracterizaban por ser ágiles, veloces y resistentes. Agrupó para ello a los mejores sementales y yeguas de las provincias que bordean el Guadalquivir, que por aquel entonces eran las más prolíficas en la cría caballar.

Casi de un día para otro, príncipes y embajadores europeos, damas, consejeros, funcionarios, banqueros y hombres de negocios extranjeros, el nuncio papal, cardenales y otras dignidades eclesiásticas, soldados del frente granadino y conquistadores llegados de Indias, cientos de criados, los más afamados artesanos y músicos, literatos, historiadores, sastres, cocineros, taberneras, proveedores de lujos como sedas, vinos, tintes, nieve, especias, joyas o esclavos, pícaros y buscavidas de mil y un lugares pululaban por una ciudad que hacía mucho que no conocía semejante actividad. Todos ellos han dejado un rastro de tinta en los documentos con el que ahora recuperar su memoria y descubrir el día a día de esa breve y fascinante etapa.

Esa fue precisamente una de las novedades que marcaron la originalidad de esta exposición, que fue comisariada por profesores de la UCO y por personal técnico del Archivo Histórico Provincial: el hecho de que, por primera vez, se dio a conocer la realidad de los meses en que la antigua ciudad de los califas se transformó en la capital de un imperio global, partiendo de una investigación con base en los llamados protocolos notariales, unas fuentes manuscritas ausentes en estudios previos, entre otras causas por el exigente trabajo que requieren y el nivel de dificultad de su interpretación.

Un jinete monta a un pura raza española en Caballerizas Reales. / Juan Ayala

Nacimiento de Caballerizas Reales

En Córdoba, el monarca pudo comprobar cómo el sueño de la construcción de esa sede donde debía nacer el pura raza español se iba haciendo realidad. Las Caballerizas Reales fueron erigidas en un solar propiedad de la iglesia ubicado entre las murallas defensivas de la ciudad y el Alcázar de los Reyes Cristianos, siendo construidas a su vez sobre las antiguas caballerizas de la etapa califal, que alcanzaron su mayor esplendor durante el reinado de Alhakén I, en el cual se extendían hasta la orilla del Guadalquivir y albergaban a más de 2.000 caballos. Asimismo, los almohades desarrollaron posteriormente una albacara en la zona.

Cuentan los libros de Historia que, entre 1565 y 1567, Felipe II dedicó 8.000 ducados a la construcción de las Caballerizas y encomendó su puesta en marcha al cordobés Diego López de Haro y Guzmán. El encargo consistía en construir unas caballerizas donde alojar a los sementales, comprar o arrendar dehesas en el valle del Guadalquivir, donde pastarían y criarían las yeguadas, y -lo más importante- seleccionar y comprar a su criterio las mejores yeguas y sementales de aquellas tierras para llevar a cabo un proceso de selección y mejoramiento de la raza.

Esta Yeguada Real de Córdoba fue el origen de la raza del caballo andaluz. El monarca incluyó estas caballerizas en los presupuestos de la Junta de Obras, Jardines y Bosques, dotándolas con rentas de las salinas de Andalucía. El 20 de noviembre de 1567, al designar a López de Haro como primer caballerizo, el rey defendió que "[...] hemos acordado de sostener y criar un buen número de yeguas de vientre con sus potros y crías en la Ciudad de Córdoba".

Los libros de Historia cuentan asimismo que para la construcción de Caballerizas Reales se utilizaron sillares reutilizados del cercano yacimiento omeya de Medina Azahara, siendo las obras terminadas en 1578 y el agua sería provista por el anejo Alcázar de los Reyes Cristianos. Tal y como le encomendó el rey, Diego López de Haro dedicó su vida a una cuidadosa labor de selección y mejoramiento genético de los caballos bajo la directa supervisión del propio Felipe II. Y continuó al frente de las caballerizas de Córdoba hasta su muerte, ocurrida en 1598, mismo año del fallecimiento del monarca.

También cuentas que las cuadras del Palacio de Versalles fueron construidas por Luis XIV, el Rey Sol, bajo la inspiración de las Caballerizas Reales de Córdoba, desde donde partieron los primeros équidos con lo que se creó otro gran icono mundial del caballo como es la Escuela Española de Equitación de Viena. La tradición ecuestre en Córdoba hizo además que la reina Isabel II decidiese que esta ciudad acogiese una de las tres escuelas de veterinaria promovidas durante su reinado y fruto de aquello hoy la Facultad de Veterinaria de Córdoba es una de las más prestigiosas de Europa especialista en el caballo.

Todo tiene un final y la Yeguada Real de Córdoba fue desvalijada por los franceses en 1809 durante la Guerra de Independencia. Aunque en 1828 se intentó restablecer la Yeguada, no fue hasta 1841 cuando se instaló un depósito de sementales, después de que las Caballerizas pasaran de propiedad de la Corona a propiedad estatal durante la regencia de Espartero. Desde 1864 las Caballerizas pasaron a depender del Ministerio de la Guerra (más tarde Ministerio del Ejército y actualmente Ministerio de Defensa), quien fue el encargado de continuar la tradición de la cría equina, sirviendo como criadero de caballos. A finales del siglo XIX se construyó un picadero con claras reminiscencias a Gustave Eiffel. Finalmente, en 1995 una reestructuración de cría caballar en Defensa trasladó este depósito de sementales, el séptimo, hasta la localidad sevillana de Écija.

Un militar prepara a un semental de pura raza española para el apareamiento. / Juan Ayala

El pura raza española (PRE)

En Caballerizas Reales, consideradas las cuadras más antiguas de occidente, Felipe II consiguió, tal y como detallan desde Córdoba Ecuestre, asociación que gestiona este monumento ahora municipal en el que nació el pura raza española (PRE), "un caballo puro y singular con una energía pasional y una musculatura prominente". Desde la UCO lo definen como "de gran belleza y nobleza, robusto y de gran armonía, pesa entre los 400 y los 500 kilos, con cabeza y tronco proporcionados, cuello y pecho musculados, ojos expresivos y extremidades potentes y largas". E insisten en que la belleza del caballo español es tal que "inspiró y aparece en pinturas de Velázquez, Rubens, El Greco, Tizziano y Van Dick, entre otros pintores de la época".

Desde Córdoba Ecuestre recuerdan que el PRE es tan único que Miguel de Cervantes, que conocía bien la ciudad, destaca en El Quijote que “Córdoba es la madre madre de los mejores caballos del mundo”. Y que Federico García Lorca defendió que "en Córdoba hasta los caballos tienen su catedral". Desde Caballerizas Reales se enviaron entonces multitud de caballos al continente americano, que influyeron decisivamente en su exploración, y que fueron el origen y la base de la mayoría de las razas que posteriormente se criaron en América. Razas como el lipizzano, lusitano, paso fino o los caballos de sangre caliente centroeuropeos se crearon también a partir del caballo de pura raza española.

En la actualidad, la población mundial de caballos de pura raza española registrada por el Libro Genealógico del PRE3 asciende a unos 180.000 ejemplares, criados ya en más de medio centenar de países. La Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española (ANCCE) señala que algunas denominaciones como caballo andaluz o ibérico no representan al PRE, sino que habitualmente se trata de caballos cruzados que carecen de los controles de calidad y pureza y de la documentación oficial del Libro Genealógico del PRE. En cambio, los llamados caballos cartujanos son una familia dentro del pura raza española. La crianza del PRE supone un 10% de la ganadería española, y los ejemplares se venden en gran parte del mundo.

En lo que respecta a su reproducción para el mantenimiento de la raza, al alcanzar los tres años de edad, los propietarios de los ejemplares pueden solicitar al Libro Genealógico la valoración de la Aptitud Básica para la reproducción de los mismos. Una vez solicitada la valoración, los veterinarios delegados del Libro Genealógico del PRE examinan a estos ejemplares y emiten un certificado de Aptitud Básica para la reproducción.

Para alcanzar dicha aptitud básica es necesario que los machos midan más de 1,5 metros a la cruz y las hembras 1,52, que no tengan cuello de gato vencido, ni invertido (o de ciervo), que no sean monórquidos ni criptórquidos y que se observe fidelidad al patrón racial. A partir de ese momento, sus descendientes podrán ser inscritos en el Libro Genealógico. En caso contrario, conservan su certificado de origen racial, siguen inscritos en el Registro de Nacimientos y siguen siendo considerados como Pura Raza Española, pero carecen del derecho de registrar su descendencia. El ejemplar que no supera esta valoración puede volver a presentarse una segunda vez cuando el propietario estime conveniente.

Desde el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación destacan que "el caballo de pura raza española es la raza más extendida en España, se distribuye por todas sus Comunidades Autónomas y, asimismo, está presente en más de 65 países, tanto en la Unión Europea como en países terceros".

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