Feria Taurina de Córdoba 2024: Desde lo más profundo...

Balance

La Córdoba taurina está sumida en lo más profundo de un infierno en el que no dan la talla los toros, los toreros, los novilleros y la empresa gestora del Coso de los Califas

Manuel Román hace lo más torero en una insulsa segunda tarde de la Feria Taurina de Córdoba

El mal uso de los aceros lastra el festejo inaugural en Córdoba

El triunfador de la Feria, Roca Rey, sale a hombros por la Puerta de los Califas.
El triunfador de la Feria, Roca Rey, sale a hombros por la Puerta de los Califas. / Miguel Ángel Salas
Salvador Giménez

22 de mayo 2024 - 07:00

De profundis clamavi ad te, Domine (Desde lo más profundo te invoco, Señor). Muchos pensaban que Córdoba tenía solución. La verdad es que no la tiene. La Córdoba taurina está sumida en lo más profundo del infierno. Salir de él se antoja ya imposible. Hemos transitado por todos los círculos de lo más profundo del averno. No hay vuelta atrás después de surcar las aguas del río Aqueronte, navegando sobre la barca de Caronte. Estamos en lo más profundo, penando todo aquellos que no hemos sabido corregir en los años de bonanza.

Nos venció la soberbia sabedores de nuestra historia; nos pudo la avaricia por querer ser nosotros y solo nosotros; nos gano la lujuria de lo bello y lo estético; también la gula por no dejar a nadie compartir el magno pastel; asimismo fuimos envidiosos que lo que ocurría en otros lares y finalmente nos abdujo la pereza de no querer salir de nuestra mediocridad. Condenados sin remisión, solo la divinidad podrá sacarnos del pozo profundo donde solitos nos hemos metido. Nosotros solos no hemos sido capaces. El infierno es una condena eterna, a no ser que se obre un milagro que cada vez se antoja más difícil.

Primer círculo: el toro

El toro es el pilar sobre el que se sustenta la tauromaquia. Es el actor principal. El torero sin toro, no es más que una caricatura desprendida de su halo de heroicidad y divinidad. Córdoba perdió, si alguna vez lo tuvo, su prototipo de toro. El toro tipo de Córdoba nunca estuvo definido. Es más, nadie sabe cómo es un toro para Córdoba. De ahí que en los últimos tiempos se nos cuele lo más indignante de cada camada. Toros sin remate, sin trapío, sin apariencia, sin casta, sin bravura, sin fiereza. Ayunos de todo. Toros que hace no tanto, hubiesen sido desechados en los reconocimientos previos y que hoy, en lo que todo vale, son lidiados sin problema alguno.

En la pasada miniferia el toro estuvo ausente. Los dos de Román Sorando, que traería Morante bajo el brazo, huecos por dentro. Los salmantinos de Domingo Hernández jugados en la última del abono, más de lo mismo. Si a esto unimos una ignominiosa presentación, para una plaza de primera categoría, se conoce el infierno donde estamos desterrados. El toro es el sostén de la fiesta, y si este falla, la fiesta se derrumba. De los utreros jugados, más de los mismo. Muy pobres de presentación los de Jandilla, algunos con una presentación paupérrima, al igual que los dos del Parralejo del festejo mixto.

Segundo círculo: el torero

Solo Roca Rey cumplió las expectativas. El espada peruano podrá gustar más, o menos. La verdad es que siempre cumple con el guion esperado. Atraviesa un momento espectacular. Ve toro en cualquier sitio y es capaz de hacer embestir a los toros de Guisando. Lo que más llama la atención, es que Roca Rey, al que muchos tachan de ramplón y repetitivo, pone en liza su tauromaquia tarde tras tarde. El torero andino le hace a los toros siempre lo mismo, que es lo que le ha llevado a ser quien a día de hoy, lleve sobre sus hombros todo el peso de la purpura del toreo. He ahí su dimensión de figura máxima del toreo. Hoy por hoy, Roca Rey es un aval, a pesar de los pesares de sus muchos detractores, y de seguro, el torero que lleva más gente a la plaza, lo que le hace un seguro de vida para las empresas.

Juan Ortega pasó por Córdoba, con la que tantos vínculos le unen, prácticamente de puntillas. Ortega es un gran torero. Un torero que trae aromas de tiempos pasados. Fragancia pura, muy de verdad, nada impostada ni falsa. Pero un torero de su categoría no puede vivir de detalles ni ramalazos puntuales. Ni tampoco del recuerdo de faenas pasadas. El toreo debe de ser presente y a Juan Ortega ya es hora que fragüe en lo que lleva años apuntando. Pero ojo, tiene que apuntalarse con el toro. El medio toro no sirve para la grandeza que atesora. En Córdoba lo vivió en primera persona. Sin toro no hay enemigo y sin él no hay épica. La del hombre contra la fiera. La alharaca fácil, por mucho que se cante, no deja de ser algo banal y superficial. Ortega tiene la moneda, siempre la tuvo, tiene que cambiarla más pronto que tarde, ante el toro eso sí, si no todo será un espejismo.

Caso aparte para Morante de la Puebla. Atrás quedó aquel torero que deslumbró. Hoy es un personaje ficticio, rodeado de un halo de genialidad artificioso y banal. Morante de la Puebla es una estrella creada por José Antonio Morante Camacho. Un astro al que todos cantan sus excelencias de forma exagerada. Ser morantista se ha convertido en una religión, y ojo, mucho cuidado con degenerar en una secta. El de la Puebla anduvo por Córdoba inhibido, sin ganas y no justificando, no ya su inclusión en el miniciclo, sino la inverosímil contratación para sustituir a un lesionado José María Manzanares. De cuatro toros estoqueados nada queda en el recuerdo, si acaso algún lance o un inicio de faena. Lo demás cantado en exceso por sus seguidores fue hueco. Muletazos sin contenido, colocado al hilo, en exceso ventajista, y cuatro detalles pintureros. Poco más que contar. Mucho ruido y pocas nueces. La estética cuando no hay épica, es solo una ridícula mascarada.

Diego Ventura aún sin toros propicios, ni los de rejones embistieron, demostró que es actualmente la máxima figura del rejoneo. Una cuadra monumental, una doma exquisita y una pulcritud en el toreo, fueron sus avales en la tierra de don Antonio Cañero. Pudo abrir la puerta grande si no llega a fallar con el rejón de muerte en su segundo, pero ahí quedo su labor una vez más. Completo como ha quedado escrito con el debe de ser demasiado exaltado en su conexión con los tendidos. Cumplió con creces.

El alcalde de Córdoba, José María Bellido, entrega el Trofeo Manolete a Roca Rey.
El alcalde de Córdoba, José María Bellido, entrega el Trofeo Manolete a Roca Rey. / Miguel Ángel Salas

Tercer círculo: los que empiezan

Curiosamente la feria estaba centrada en el nuevo valor local Manuel Román. Apuesta arriesgada para alguien con tanta bisoñez. Cierto es verdad que si la tizona hubiera funcionado, estaríamos diciendo otra cosa, pero Román mostró el que hoy es su talón de Aquiles, la suerte suprema. Con los chismes de torear en las manos su desparpajo y su cabeza privilegiada impresionan, pero debe de tener cuidado, porque esa clarividencia puede poner al descubierto las ventajas propias del alivio y las ventajas, cosas que se le censurará cuando haga uso de ellas. No debe de caer en el pecado.

Marco Pérez, otro de los llamados a ser gente en esto, se mostró bullidor, variado, con desparpajo y en novillero. También fue otro pinchauvas. Aún así tocó pelo y se hizo acreedor del trofeo Calerito al mejor novillero del ciclo.

Cuatro círculo: el público

El publico acudió a Los Califas. De hecho el domingo se vio una de las mejores entradas en muchos años. Parece que los toros, a pesar de su persecución por parte de la mediocre clase política que nos gobierna, vuelven a estar de moda. Pero hay que advertir que ese nuevo público, muchos jóvenes en los tendidos, es espectador sin educar en la liturgia. Voces a destiempo, olés forzados, aplausos a lo fácil, a lo banal, a lo cotidiano. Se aplaude todo. Hasta se hace saludar a un banderillero por el mero hecho de clavar los dos palos, aunque caigan bajos, desigualados o en el costillar. También a los picar por no hacer su cometido. Hace falta enseñar y educar a todos los que se sientan en los tendidos. Asistir al ritual importa, pero aún más conocer toda la liturgia del mismo.

Quinto círculo: la empresa

Qué decir de la empresa que rige los destinos de Los Califas. No termina de apostar por Córdoba. El ciclo no se incrementa, al contrario, disminuye cada vez más en calidad. Las combinaciones y los actuantes son excesivamente repetitivos. No se abren ventanas a que corra brisa fresca. Todo son excusas y un conformismo por cumplir lo acordado con la propiedad y poco más. No se busca un tipo de toro acorde para Córdoba y lo más grave, es que posiblemente no veamos un pitón más hasta el año próximo. Ahora es la hora de los cantantes de moda. El Barrio, Camela, Ana Mena, Luis Miguel, ellos partirán plaza, aunque no de la forma que los aficionados quieren, pero de esto no tiene culpa alguna la empresa, aquí hay que apuntar a otro lado, que no es otro que la propiedad.

Sexto círculo: el Ayuntamiento

El Ayuntamiento de la ciudad reconoce la importancia de la tauromaquia en Córdoba, y eso en estos tiempos es plausible. Pero no cayó en saco roto para los cordobeses, la improvisación de la entrega del Trofeo Manolete. Un galardón con ese prestigio no debe de entregarse como se hizo, en la plaza y en los previos de un festejo. El ayuntamiento tiene que poner en valor un premio que es un clásico. Buscar fechas apropiadas y dar al acto una solemnidad única. Lo de este año ha sido algo, por decirlo de alguna manera, chusco y chapucero.

Quedan más círculos del infierno por recorrer, pero haríamos este balance demasiado extenso. Pero hay tantas cosas que revisar. Puertas de acceso cerradas, largas colas, acomodadores desconocedores de la plaza, banda de música fuera de lugar por número de componentes, así como calidad. Mucha tela que cortar, aunque el mejor retal, ya esta cortado.

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