Firmas por Medina Azahara
Campo de la verdad
Iniciativa. Es verdad, a la Junta le corresponde dar un paso por el yacimiento pero hay un discurso ridículo sobre lo que es ortodoxo y lo que no entre los muros de la ciudad palatina
LA comisión técnica de Medina Azahara, un foro cuya proyección pública estaba prácticamente inédita, ha divulgado una recogida de 1.500 firmas expresando su preocupación sobre el futuro del yacimiento de Medina Azahara, un elemento patrimonial e histórico de primer orden, sobre el que la Junta de Andalucía acaba de tomar la decisión de relevar a su director, Antonio Vallejo, probablemente la persona que más sabe sobre la historia de esa ciudad palatina y un experto de renombre en su campo científico. El documento hecho público expresa su desasosiego sobre qué va a pasar con Medina como si se abatiese una suerte de orfandad sobre los programas públicos de investigación y rehabilitación que se desarrollan entre sus muros.
Bienvenido sea el interés de personas tan relevantes como aparecen en la nómina de firmantes que se han dado cita en torno a una iniciativa que, lamentablemente, sólo ha visto la luz a raíz de la decisión concreta del actual consejero de Cultura, Luciano Alonso, de destituir de su cargo del que ha sido algo más que un funcionario con cargo de director. El profesor Vallejo ha sido durante muchos años responsable último de muchas de las decisiones en torno a lo que se hacía o se dejaba de hacer en la institución como bien saben todos aquellos políticos que han intentado, en algún momento, meterse en su parcela de gestión.
Efectivamente, como asegura el escrito que ha concitado ese consenso de rúbricas, el problema de Medina Azahara no se encuentra en la labor de alguien que ha demostrado con creces su amor al yacimiento sino en la gestión pública que de ese sitio de indudable interés se tiene. Incluso con el gravísimo error de elevar a categoría lo que no es sino una destitución como las muchas que se producen a diario en entidades culturales y científicas de toda España, es evidente que es a la Consejería de Cultura la que toca tomar decisiones relativas a inversión presupuestaria, interés e impulso.
No voy a entrar en cuestiones científicas y arqueológicas. No tengo formación para ello aunque haya expertos en eso que, al parecer, saben de todo. En la presentación del manifiesto, sin embargo, sí se realizaron alusiones un tanto crípticas sobre las que conviene detenerse. Las amenazas que convergen sobre Medina Azahara, se dijo, son la especulación urbanística (en realidad, la indisciplina), que se convierta "en un lugar de festejos y actividades para los que no está preparado" y "la trivialización y la falta de rigor" en la investigación.
Desconozco, insisto, los resultados científicos sobre Medina Azahara pero estoy seguro que son lo mejor de lo mejor y no hay razones para sospechar que ese trabajo vaya a decaer. De ahí a plantear que sobre el yacimiento caerán las siete plagas de Egipto por un interés lógico por fomentar más visitas y la generación de actividad cultural propia no parece de recibo. Y no se acaba de entender a qué "festejos y actividades" se hace referencia teniendo en cuenta que el centro de visitantes del yacimiento está preparado para casi todo. Hagan memoria y comparen la posición del Cabildo sobre la visita nocturna de la Mezquita-Catedral. Pues eso.
Medina Azahara dispone de la mejor sala de exposiciones de la ciudad (de forma inexplicable, sin sitio para muestras temporales) y el centro de visitantes es el equipamiento construido y en marcha en tiempos recientes que reúne mejores condiciones materiales para activar el yacimiento arqueológico mucho más allá de la investigación científica. Volvemos a la ladrillitis. Cultura realizó en tiempos de Carmen Calvo un fenomenal esfuerzo que, una vez entregada la obra, no se ha visto acompañado con la necesaria actividad y las decisiones que se tiene que desarrollar en un elemento tan singular. Efectivamente, lo de las goteras y los problemas constructivos del carísimo edificio es de juzgado de guardia.
Medina Azahara daría para mucho más de lo que ha dado. Basta con ponerle dinero, gente e imaginación, que es la parte que corresponde a la Junta. También es un problema de filosofía. A más actividades se realicen, más será el impacto del yacimiento, sus posibilidades de encontrar patrocinios, los ingresos por turismo. Pero para eso no hay que ver la novedad como una amenaza ni "los festejos" -como se ha dicho de forma ridícula- o la promoción para el gran público como un elemento de riesgo o una amenaza a las relaciones de poder. Que es precisamente lo que está ocurriendo aquí.
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