"Gracias al trasplante puedo vivir otra vez"

Semana del Donante

Joaquina Sánchez recibió un trasplante hepático en el Hospital Reina Sofía hace casi seis años gracias al que pasó de ser una persona dependiente a hacer una vida normal

"Pido todos los días a Dios que cuide de la persona que me salvó la vida donando su médula"

"Estoy muy agradecido al personal del hospital, pero quien de verdad te salva la vida es el donante"

Joaquina Sánchez, recuperada después de su trasplante hepático.
Joaquina Sánchez, recuperada después de su trasplante hepático.

Joaquina Sánchez se sentía mal y estaba muy cansada aunque no hubiera un motivo aparente, así que acudió al médico y en una analítica le salieron las encimas del hígado con niveles anormales. Entonces, el especialista de Aparato Digestivo le hizo una biopsia en la que le detectaron cirrosis biliar primaria, una patología de origen autoinmune. Era 2002 y "ahí empezó un no parar" de médicos y sufrimiento que acabó con el trasplante que recibió en el Hospital Reina Sofía el 24 de octubre de 2014, cuando esta vecina de La Línea de la Concepción tenía 54 años.

Al descubrirle la cirrosis biliar primaria comenzó con un tratamiento, pero poco a poco fue empeorando hasta el punto de que el tribunal médico le dio la incapacidad absoluta para todo tipo de trabajo porque le dolía "todo el cuerpo, tenía picores y me daban encefalopatías (pérdida de la función cerebral que ocurre cuando el hígado ya no es capaz de eliminar las toxinas de la sangre)", explica Joaquina.

Por lo tanto, tuvo que dejar de trabajar y su hermana, su cuñado y su sobrino se mudaron a su casa porque "no podía hacer nada sola". A pesar de los medicamentos que tomaba, los picores no cesaban ya que tenía la bilirrubina muy alta y su color de cara era amarillo pajizo.

Estuvo "aguantando, aguantando y aguantando", como ella dice, más de diez años hasta que en 2013 la derivaron al Reina Sofía y en mayo la metieron en la lista de espera para un trasplante después de sufrir una encefalopatía bastante grave. En todo este tiempo se había convertido en una persona dependiente; se pasaba todo el día acostada y durmiendo porque su cuerpo no aguantaba.

"Si no fuera por mi donante y su familia, yo no estaría viva", manifiesta Joaquina

Recibió una única llamada por un órgano compatible; eran alrededor de las 19:00 del 23 de octubre de 2014 y al otro lado del teléfono sonó la voz del doctor Mata, que le dijo que había un posible donante para ella. Vino para Córdoba todo lo rápido que pudo y luego, mientras esperaba para entrar en quirófano, se apoderó de ella una mezcla de sensaciones, "tanto buenas como malas", que iban del miedo a "y si sale mal" hasta la esperanza de "si salgo de esta voy a vivir otra vez, porque no tenía vida".

Nada más entrar a la sala de operaciones recuerda que un cirujano le dijo "tienes suerte porque ya es el día de San Rafael, el arcángel de Córdoba, y te va a cuidar". "Y así ha sido", señala Joaquina, porque en estos casi seis años no ha tenido ningún problema de salud, "ni un mal resfriado".

Cuando salió de la intervención estuvo tres días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y en torno al 21 de noviembre le iban a dar el alta hospitalaria, pero se puso "bastante mal" y entró en quirófano una segunda vez por una sepsis generalizada. Estuvo un mes en la UCI, la mitad del tiempo sedada. El 26 de diciembre la pasaron a planta y por fin salió con el alta el 16 de enero de 2015. Perdió mucha masa muscular y pasó de pesar 70 kilos a 50.

Después de estar un mes en la UCI por una sepsis generalizada perdió 20 kilos

Todavía no se podía valer por sí misma, pero los médicos tomaron esa decisión porque llevaba mucho tiempo hospitalizada y en largas estancias hay mayor riesgo de infectarse con alguna bacteria. Una vez en su casa, su hermana y su cuñado siguieron ayudándola hasta que fue cogiendo fuerza en las piernas. "Ya empecé a moverme y hasta el día de hoy no he parado", dice orgullosa.

Como población de riesgo que es, durante la pandemia de coronavirus se ha protegido al máximo y no ha salido de su casa "para nada" por miedo al contagio. Incluso tenía que venir al Reina Sofía a su cita semestral de revisión, pero su especialista la llamó para darle los resultados de la analítica que previamente se había hecho y en la que todo estaba correcto. "La próxima vez que tendré que ir a Córdoba de mis amores es el 20 de noviembre", cuando cumplirá seis años del trasplante, indica.

Su vida ha cambiado totalmente: llevaba años sin poder salir, pasear, ir al cine o a comer, y tampoco estaba pendiente de su familia porque las encefalopatías se lo impedían. Una vez que recibió el trasplante, poco a poco fue recuperando su actividad. "Ya puedo llevar una vida normal, puedo cocinar, limpiar la casa, salir con mis amigas a tomar algo o con mi familia a comer; es decir, gracias al trasplante puedo vivir otra vez", explica.

Por eso puede decir que "donar es regalar vida" y anima a los ciudadanos a "que no lo piensen porque los órganos no valen para nada si te vas, pero si tú o tus familiares los donan estás dando la oportunidad de vivir a otra persona, como a mí, que si no hubiera sido por esta donación, por mi donante y su familia, no estaría viva".

Por último, solo tiene palabras de agradecimiento a todo el Hospital Reina Sofía, al doctor Montero, a las enfermeras de trasplante hepático Encarna y Maribel, al doctor Robles y a todo el equipo de la UCI, sin olvidar a su familia y a sus amigos, que este tiempo han estado apoyándola.

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