Havergal Brian: la sinfonía más larga
Loco por la música
Historia. Hoy en día su música no tiene mucho recorrido ni es muy programada en los circuitos musicales, pero nadie hasta ahora le ha quitado el récord que ostenta desde hace años
En otros artículos he hablado de algunas curiosidades y anécdotas acaecidas en la llamada “música clásica”. Pues bien, hoy les acercaré a un caso raro y cuando menos curioso. Me refiero al compositor inglés que da título a este texto y que tiene el récord de haber compuesto la sinfonía más larga de la que se tiene constancia, con más de dos horas de duración y que necesita varios centenares de músicos –y han leído bien– para ser interpretada. Esta es la Sinfonía Nº 1 en Re Menor aunque es más conocida por el nombre de The Gotic (Gótica).
Havergal Brian nació en 1876 en Dresde, que en este caso no es la conocida ciudad alemana, sino un distrito de Stoke-on-Trent, una conurbación situada en Staffordshire (Inglaterra) donde han nacido, entre otros reconocidos músicos, el cantante Robbie Williams y el bajista del grupo de rock Motörhead, Lemmy Kilmister.
Su nombre real era William Brian, pero tomó el nombre de Havergal que pertenecía a una familia de músicos locales que hacían himnos religiosos, ya que él provenía de la clase obrera, por lo que, al terminar la escuela primaria tuvo que ponerse a trabajar y su formación musical fue autodidacta. Él mismo, siguiendo su vocación, aprendió por su cuenta y consiguió ejercer de organista en una iglesia.
Hacia finales del siglo XIX, al escuchar la obra El rey Olaf, del a la sazón muy célebre Edward Elgar, comenzó su interés por la novedosa música clásica de entre otros compositores como Richard Strauss y Grancille Bantock, de quien fue muy amigo. Estas célebres amistades le indujeron a componer, siendo la Suite Inglesa su primer éxito al ser elegida para ser ejecutada en los célebres Proms del Queen’s Hall, hoy conocido como Royal Albert Hall.
La celebridad de Havergal Brian como un valioso compositor joven iba en aumento con encargos y solicitudes que a veces no podía cumplir, según cuentan, por su ya evidente y confusa individualidad, algo introvertida.
Aun así, tuvo la oportunidad de recibir una propuesta muy suculenta en los inicios del siglo XX, para tener dedicación exclusiva a la composición por parte de un mecenas de la época, Herbert Minton, pero su inconstancia, el verse rodeado de lujos y su entrega a los llamados placeres de la vida le hicieron incumplir sus encargos.
Esta situación, unida a su affaire con una dama que no era su esposa, provocó una lógica ruptura de su matrimonio, con lo cual una cantidad considerable de sus ingresos hubo de dedicarlos a la pensión que debió pasarle a su exmujer e hijos. Esta nueva situación fue muy ventajosa para la música que compuso, pues su catálogo compositivo aumentó de forma exponencial al necesitar ingresos que cubrieran sus pérdidas por la pensión y la nueva familia que creo junto a la dama en cuestión, con la que tuvo cinco hijos más.
En la primera Guerra Mundial
Su efervescencia creadora se vio interrumpida por su deseo patrio de participar en la primera Guerra Mundial, en la que por motivos médicos estuvo como auditor de las fuerzas expedicionarias canadienses. A la vuelta de la guerra reorientó su quehacer hacia la crítica musical desempeñando esas labores en publicaciones como The Bristish Bandsman o Musical Opinion, llegando a ser editor de esta última hacia 1927.
Según cuentan, su sentido mordaz de escribir y el sarcasmo con que realizaba sus críticas lo asemejaban a un celebre de las letras británicas como George Bernard Shaw. Este maremágnum de actividad crítica no le hizo desfallecer en la composición y tras retirarse hacia los años 40 del siglo pasado, retomó su ímpetu creador, viendo la luz todo tipo de piezas.
Su prolijo archivo incluye obras de música de cámara, conciertos para solista (violín y violoncello), cinco operas y 32 sinfonías, lo cual lo sitúa, en el aspecto compositivo de las sinfonías, en uno de los creadores más prolíficos, llegando algunos a compararlo con la afamada escuela de Manhein o con el mismísimo Joseph Haydn.
La mayoría de sus sinfonías, 22 exactamente, fueron firmadas a partir de 1955 luego del reconocimiento y redescubrimiento de su Sinfonía nº 8 en Si bemol y es precisamente con una pieza de este tipo por la que Havergal es reconocido. Su primera sinfonía, considerada coral y conocida con el sobrenombre de Gótica, que consta de dos partes bien definidas y seis movimientos.
Cerca de dos horas de sinfonía
Esta pieza se considera la más larga de la historia por su duración excesivamente extensa de cerca dos horas y entre las características que hacen tan larga y casi nunca tocable a esta pieza están la duración de casi 45 minutos ininterrumpidos de sus tres primeros movimientos, el carácter únicamente instrumental de estos, el grandioso Te Deum para coro, orquesta y órgano además de otros instrumentos que ya no se usaban, como el fabordón y por último, y no menos importante, la cantidad de músicos necesarios para llevarla a escena. Nada más y nada menos que 800 ejecutantes entre músicos y voces.
Sus críticos y/o biógrafos hablan de su ambiciosa orquestación y la supuesta influencia que recibió de la Sinfonía nº 8 de G. Mahler, estrenada en 1910 y apodada De los Mil por la cantidad de instrumentistas que necesitaba. También se habla de que esta magna obra coral tiene semejanzas, en cuanto a su tema, con un modo estético semejante al de los tres últimos siglos de la Edad Media y su efecto en el avance cultural de la sociedad.
En algunos escritos se hace referencia a la intrahistoria de la creación de esta obra con anécdotas como que trabajó en esta sinfonía entre 1919 y 1927, o que le fue propuesta su realización por parte del por el entonces director de los antes mencionados Proms, Henry Wood, con la intención de recuperar a algunos instrumentos musicales que ya estaban en desuso o que utilizó pentagramas de un tamaño anormalmente grandes para su escritura o que, como curiosidad, Havergal presentó los movimientos por separado y, curiosamente, los tres primeros resultaron premiados en un concurso.
Quizá por todo esto, su estreno se hizo de rogar mucho tiempo. Su primera ejecución, de forma aficionada, tuvo lugar en 1961 en el Westminster Central Hall y de forma llamemos profesional, en 1966 en el ya conocido como Royal Albert Hall y trasmitido por radio por la BBC.
Esto hizo resurgir el nombre y obras del compositor, pues se grabaron discos con sus obras, se programaron varios conciertos con ellas y se publicaron biografías de él. Esta, llamemos segunda oportunidad de oro, contó con incondicionales como el conocido director Leopold Stokowski.
Para algunos de sus coterráneos artísticos y compositivos, Havergal era un creador considerado sin más, tal vez demasiado recargado de estilos compositivos como los de R. Wagner, J. S. Bach y A. Bruckner, y para otros un compositor más de piezas militares y populares de estilo victoriano, aunque siempre considerado por detrás de su estimado E. Elgar.
De cualquier manera, este redescubierto cuando ya era nonagenario y su éxito postrero, tal vez se debieran a la simpatía que suelen despertar las personas en su senectud. Hoy en día, su música no tiene mucho recorrido ni es muy programada en los circuitos musicales, pero nadie hasta ahora le ha quitado el récord, y francamente creo que nadie lo hará, de haber creado la sinfonía más larga.
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