El 'Horizonte' de María Iglesias, una ventana a construir un puente entre Europa y África en igualdad
Entrevista | 49º Feria del Libro de Córdoba
La periodista aborda en su última ficción una realidad que ya está en marcha: el despertar panafricano de una nueva generación que pretende emanciparse de los títeres europeos que mandan en África
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Sáhara a mediodía. Sol sobre las dunas. Quema el aire, la arena abrasa. Desierto infinito. Parece mar. Parece eterno. "El Sáhara, aunque no se diga, se traga más vidas que el Mediterráneo", subraya en un momento Ketu Simo mientras cuenta su epopeya de cruzar de África hasta Europa.
Ketu Simo es en la vida real Sani Ladan, un joven camerunés al que la periodista María Iglesias (Sevilla) entrevistó en 2018 y desde entonces sirvió como fuente de inspiración para escribir Horizonte (Edhasa), su última novela, que presenta este sábado a las 12:30 en la Feria del Libro de Córdoba, la ciudad que precisamente acogió a Sani Ladan y le dio la oportunidad de estudiar el grado de Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola.
Pero lo que más impactó a María Iglesias en aquella entrevista "no fue el periplo personal" de Sani, aunque arranque por ahí la novela. "Todos tienen su epopeya", resuelve la autora. El destello que despertó la pulsión de escribir esta ficción se produjo "al hablarme de una nueva generación de jóvenes africanos y africanas, del continente y en la diáspora, con estudios y conectados con las redes, que estaban dando los pasos para cambiar la relación de inequidad entre el Norte y el Sur". (Entre Europa y África).
En Horizonte, María Iglesias plantea "qué pasaría si nos embarcamos en un proyecto de construir una nueva relación entre África y Europa, desde la igualdad entre ambos continentes". Para ello, retoma en su novela el proyecto real, aunque bastante desconocido, de construir un puente en el Estrecho de Gibraltar que conecte España y Marruecos, y para el que se creó una agencia estatal para llevar a cabo el estudio y se destinan "dinerales desde hace más de 30 años".
Ese "esperanzador horizonte" euroafricano, que da título al libro, lo extrapola Iglesias a la realidad como una posible alternativa constructora frente al "pánico y la parálisis de Europa" ante "el despertar panafricano". “Hay un pulso que ya está en marcha entre la juventud africana para sustituir a los mandatarios autócratas africanos que son títeres de Europa y emanciparse del abuso y la explotación de recursos que Europa hace en su continente”, señala. “En Senegal ha habido unas elecciones que se han podido celebrar en libertad y en democracia, y ha ganado la oposición de gente joven que va en esta línea”, añade.
En este sentido, Iglesias considera que su libro "es una ficción que puede abrir ventanas para ver lo que está pasando. Porque esto está pasando ya", reafirma. Y acto seguido se pregunta, "¿qué posición vamos a tener desde esta orilla, negarnos a ver el cambio y limitarnos a verlos con la mantita de la Cruz Roja hasta que nos encontremos que el continente ha cambiado totalmente, que los nuevos mandatarios se han reapropiado con plena legitimidad de sus recursos naturales y que están planteando otras negociaciones?".
El sueño europeo, neoexclavismo, la frontera...
A lo largo de la novela, Iglesias consigue ir conjugando diversos temas subyacentes como el "sueño europeo" que se vende a los africanos versus el choque con la realidad, identificado como el término "neoexclavismo" (Occidente inocula la idea de que la vida digna solo existe fuera de África. Así no necesita venir a cazar braceros como en los siglos del esclavismo, sino que nuestros jóvenes corren por propia voluntad para ser explotados, se dice en la novela).
También refleja los intereses nacionales diversos y discrepancias entre los 55 países del continente africano (en el libro, "los subsaharianos se topan con la violencia y el racismo del Magreb"); la expansión de potencias como Rusia o China dentro del continente, o el rechazo de Europa a la migración.
"La ultraderecha lleva desde 2014 con el miedo a los migrantes, creciendo y entrando en las instituciones. Es el mismo camino que en los años 40 con el estigmatizar a los judíos", subraya Iglesias. "En vez de horrorizarnos y colapsar, vamos a trabajar y construir alternativas honestas", sostiene, más allá de abrirles las puertas por nuestra “conveniencia” de revertir las tasas demográficas y que los necesitemos para determinados empleos.
También se describe la realidad, tan cruda y a veces tan "perversa" como la viven los migrantes delante de la valla, en las lanchas o en los centros de internamiento de Tarifa tras haber cruzado el Estrecho. ¿Cómo es posible que, pese a la magnitud y sofisticación de las barreras, pese al ingente personal dedicado a frenarnos, siga habiendo tantos naufragios y ahogados? Se deja que la gente muera para asustar a quienes barajan la opción de migrar. Y para que los que logremos entrar a esta Europa fortaleza nos sintamos tan aliviados de haber sobrevivido que soportemos cualquier maltrato. Si la gente que muere en el Mediterráneo fuera blanca en vez de negra, europea en vez de africana, ¡el mundo entero se echaría a temblar!, reflexiona Ketu en la novela. "La frontera es una hipocresía", concluye Iglesias.
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