Isabel San Sebastián: "Córdoba volverá a estar en el centro de mi próxima novela"
Entrevista
La escritora y periodista publica 'La Temeraria', una novela sobre la reina Urraca de León, a la que devuelve "la piel y el corazón"
Adelanta que en su próximo libro abordará la reconquista de Córdoba y la vuelta a Santiago de Compostela de las campanas robadas por Almanzor
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La escritora Isabel San Sebastián recupera la figura de la reina Urraca en su nueva novela, La Temeraria, una aventura llena de intrigas, traiciones, amores, coraje y lealtad en la que devuelve "la piel y el corazón" a esta monarca que ha sido silenciada por los historiadores. La obra -que ha presentado en Córdoba recientemente- se enmarca dentro de la serie que la autora está dedicando a la Reconquista y narra la vida de Urraca desde los ojos de su doncella, Muniadona.
-En esta nueva novela se centra en Urraca, la reina de León. ¿Qué importancia tiene esta monarca en la historia de España?
-Pues, para empezar, fue la primera reina que hubo en España y en Europa, la primera mujer reina. Eso ya es una importancia grande desde mi punto de vista. Fue una pionera en lo que después sería relativamente común. Fue la predecesora y precursora de la gran reina Isabel, la Católica. Por lo demás, no hizo nada trascendente a largo plazo en la historia de España. Su papel fue el de defender su trono de las aspiraciones de su marido y conservarlo y ejercerlo durante 20 años siendo mujer. Lo cual fue algo muy difícil, que le costó muchísimo trabajo. Y luego contribuyó decisivamente, aunque la historia no ha dejado mucha constancia de eso, a la construcción de la Catedral de Santiago con donaciones y con apoyo al obispo Gelmírez, que fue el gran artífice de ese trabajo. Pero, por ejemplo, si no hubiera sido por el dinero que le dio Urraca y por los bienes que le dio Urraca, no tendríamos ese maravilloso Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. A eso ha ayudado mucho Urraca.
-¿Qué ha llegado hasta nosotros de ella? ¿Cómo era Urraca?
-Era una mujer fuerte, resiliente, cruel también. Era una mujer tiránica, como lo eran los reyes de la época. Era una mujer alto medieval, pero al mismo tiempo muy moderna. Por ejemplo, ella dictó algún fuero en el que se especificaba que los derechos y prerrogativas concedidos lo eran a hombres y mujeres por igual. Eso nunca se había hecho, nunca se había especificado antes de ella. Ella tenía conciencia de su condición de mujer. Era una mujer adelantada a su tiempo en muchas cosas. Por ejemplo, ella fue una mujer maltratada que denunció ese maltrato. Lo hizo en una carta, lo reconoció públicamente, cosa que no se hacía porque era algo muy humillante. Y esgrimió ese maltrato como una de las razones para anular su matrimonio con Alfonso. Nadie lo hacía, el maltrato era una cosa muy común, pero nadie lo denunciaba, pues ella lo hizo. Tuvo rasgos de modernidad muy importantes, muy destacados.
-Era una adelantada a su tiempo, ¿podría haber vivido en nuestra sociedad?
-No, era una mujer medieval. Ella tenía un concepto de la condición de reina absolutamente totalitaria, absolutamente medieval. Vivía en una sociedad estamental, de estamentos cerrados: el pueblo estaba abajo, luego la nobleza y luego ella era reina. No era una mujer democrática. Podría haber vivido, pero le había sorprendido mucho de este tiempo nuestro. Era una mujer medieval, pero tenía algunos aspectos de este tiempo. Por otra parte, tampoco es muy diferente esa sociedad o ese mundo al nuestro. Lo es en el sentido de que ahora hay democracia y libertad y entonces no la había. En la novela se presenta a esta reina con sus luces y también con sus sombras. Y sus sombras son sobre todo la utilización que hace de la dama que nos cuenta su vida, Muniadona, poco menos que como una sierva, la utiliza a su antojo. La ayuda cuando le conviene, le impide moverse... Ella tiene una relación con esta mujer de autoridad absoluta. Es una reina autoritaria, como eran los reyes medievales.
-¿Qué visión da la doncella de la reina?
-Da una visión humana. La doncella Muniadona son mis ojos; lo especifico en la nota de autora. He querido presentar a esta reina con ojos de comprensión, con ojos de indulgencia, con ojos de cariño incluso, sin por ello ocultar sus defectos, que los tenía y muchos, y sus rasgos de personalidad tiránicos, arbitrarios y crueles en muchos casos. Esa es la visión que da Muniadona, que es mi visión, es mi percepción. Por otro lado, he querido devolverle a Urraca la piel y el corazón. Porque de Urraca lo poco que sabemos se refiere a su faceta como reina, como gobernanta, pero se dice que tuvo amantes, por lo cual sufrió una descalificación brutal en su tiempo. Sin embargo, se da por hecho que tuvo amantes por razones políticas. No se le concede la posibilidad de que realmente amara a esos hombres, y yo se la doy. O de que realmente necesitara el contacto con esos hombres, considerando que la habían casado con un rey homosexual, a quien no le gustaban nada las mujeres. Y yo le devuelvo esa piel de mujer, esos sentimientos, ese corazón, esa lucha interior cuando tiene que enfrentarse con su hijo por el poder, por el trono; esa lucha interior entre la madre y la reina. Todo eso es lo que he querido también ver a través de los ojos de Muniadona, del personaje que nos cuenta en primera persona a Urraca.
-Antes me ha hablado de Isabel la Católica. Sabemos mucho de ella, pero muy poco de Urraca. ¿Por qué es tan desconocida esta reina?
-Pues es una magnífica pregunta. No lo sé. En León sí es verdad que la conocen, pero fuera prácticamente no se sabe quién fue. No lo sé, porque la historiografía fue muy cruel con ella. Sus contemporáneos hablaron muy mal de ella y los historiadores que vinieron después la fueron relegando ahí al desván de la historia y no le dieron crédito. Hablaron mucho de su marido, de Alfonso el Batallador, de su hijo, Alfonso VII, y de su padre, pero ella se quedó como empotrada entre un gran padre y un gran hijo. Silenciada. Pero es que tanto su padre como su hijo se encontraron con una situación, con un reino, mucho más fácil de gobernar. A ella le tocó bailar con el más feo, en muchos sentidos, y nunca mejor dicho. Y entonces sufrió esta especie de damnatio memoriae de la historia. La relegaron a un desván, ahí empotrada entre su padre y su hijo, y prácticamente olvidada. Por eso yo tenía ganas de sacarla a la luz, de devolverle ese protagonismo que la historia le robó, la historiografía.
-¿En qué contexto está esta reina? Es decir, fuera de los reinos cristianos, ¿qué está sucediendo?
-Es un contexto muy difícil. Su padre heredó una situación en la que los reinos cristianos eran muy fuertes, y en cambio Al-Ándalus estaba dividido en taifas surgidas del desmoronamiento del califato, que le pagaban parias a él para no ser invadidas. Sin embargo, esta reina se encuentra con un Al-Ándalus dominado por los almorávides, que están en plena expansión. Tiene que defender las fronteras de su reino y no solo de los almorávides, también de las pretensiones de su marido, de Alfonso. Encadena algunas cosechas muy malas y tiene que hacer frente también al hambre de su pueblo. Se encuentra en una situación terrible, tanto en la lucha secular que se viene produciendo desde Covadonga contra los musulmanes, en la lucha contra Aragón... Tiene una situación muy difícil que lidiar. Encima se enfrenta a muchas traiciones de su propio marido, de su hijo, de su medio hermana, Teresa, que quiere convertir el condado portugués en un reino independiente, y con muchas traiciones personales. Tiene una vida novelesca en el sentido trágico de la palabra.
-Esta es una novela que se enmarca dentro de la serie que está escribiendo sobre la Reconquista. Le queda pendiente Córdoba, que además fue un lugar muy importante en la España musulmana.
-De Córdoba hablé mucho en mi primera novela, La Visigoda, cuando cuento la peripecia de una doncella que es entregada como parte del tributo de las cien doncellas al harem de Abderramán, aquí en Córdoba. Hablo mucho de Córdoba en Las Campanas de Santiago, que se sitúa en la época de Almanzor y cuento cómo en una de las aceifas Almanzor roba las campanas de Santiago el Apóstol y las trae a hombros de cautivos cristianos hasta Córdoba, y cuento la vida de ese pobre cautivo que carga con una de las campanas aquí en Córdoba. Describo el esplendor de la Córdoba de Almanzor, una ciudad con más de medio millón de habitantes, deslumbrante en toda Europa, etc. Y en mi próxima novela volveré a hablar de Córdoba porque esas campanas tendrán que volver a Santiago y Fernando el Santo tendrá que reconquistar Córdoba. Así que Córdoba volverá a estar en el centro. Va a ser la protagonista de esa próxima novela, por supuesto.
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