"El Festival de la Guitarra ha sido clave para muchos cordobeses que nos hemos formado como guitarristas"

Javier Riba. Guitarrista clásico

El músico cordobés será uno de los protagonistas del concierto inaugural del festival, el que considera el mejor del mundo en su género y al que lleva vinculado desde los años 80

Javier Riba, en la puerta del Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco.
Javier Riba, en la puerta del Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco. / Miguel Ángel Salas

El guitarrista clásico cordobés Javier Riba será uno de los protagonistas del concierto inaugural de la 40 edición del Festival de la Guitarra, una cita en la que ha participado como alumno, como intérprete y como coordinador de jornadas. Desde finales de los años 80 ha vivido de cerca la evolución del que considera el mejor festival del mundo en su género. En esta ocasión, actuará junto al Cuarteto de Guitarras de Andalucía en un programa que abrirá Juan Manuel Cañizares con la Orquesta de Córdoba. Además de concertista, Riba es profesor en la cátedra de guitarra del Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco, el mismo centro en el que comenzó a estudiar su instrumento cuando tenía solo ocho años.

–Ya había participado en conciertos inaugurales del festival, ¿qué significa que cuenten de nuevo con usted, en esta ocasión como parte del Cuarteto de Guitarras de Andalucía?

–La verdad es que me siento muy honrado de participar una vez más en el festival. Dicen que nadie es profeta en su tierra, pero en mi caso no se puede aplicar. He tenido una relación muy activa con el festival casi desde sus inicios porque asistí como alumno a finales de los años 80 a los cursos que hizo Paco Peña en la Posada del Potro, que fueron el germen del festival. Luego he participado de muy diversas maneras y con distintas responsabilidades. Por ejemplo, he coordinado varias veces las Jornadas de Estudio, he ofrecido recitales de distinta índole y creo que el punto culmen fue en 2013, cuando participé como solista en el estreno de Senda sur, un concierto para guitarra y orquesta que encargó el festival al compositor español David del Puerto. Este año vuelve a ser otro hito en mi historia personal.

–Lleva muchos años muy unido a esta cita cultural, empezó a tocar en ella muy joven. ¿Le ha marcado de alguna forma especial?

–Por supuesto. El festival forma parte de mi desarrollo como músico y como guitarrista. Gracias al festival pude entrar en contacto con guitarristas maravillosos como David Russell, Manuel Barrueco o Leo Brouwer, que luego se quedó muchos años en Córdoba como director de la Orquesta. En el festival, año tras año, he podido escuchar a los más importantes guitarristas clásicos y también flamencos, y eso ha sido una referencia constante en mi formación. Hoy vivimos en un mundo en el que con solo un click, viendo los vídeos de Youtube u otra plataformas, tenemos un acceso rápido a todas las manifestaciones artísticas que se hacen, pero en la época en la que yo era estudiante era complicado: había que comprar discos, estar a la caza de los conciertos que emitían en Radio Clásica de RNE… Es decir, el acceso a las grandes figuras era muy limitado y yo aquí las veía año tras año. Por eso, el festival ha sido un elemento clave en la cultura de Córdoba y más para muchos cordobeses que nos hemos formado como guitarristas.

"Leo Brouwer siempre estaba pendiente de dar una oportunidad a los jóvenes músicos"

–Además, teníais aquí a Leo Brouwer. ¿Qué ha supuesto para una generación de músicos cordobeses?

–Es una figura capital no solo de la guitarra. Siempre he pensado que es un intelectual con una clarividencia, con una creatividad e inteligencia fuera de lo común. El tiempo que estuvo aquí generó en torno suya una fuerza centrípeta muy importante. Por ejemplo, colocó a la Orquesta de Córdoba como una referencia internacional de la música contemporánea. También dio un nuevo impulso al Festival de la Guitarra porque su presencia favorecía que viniesen figuras muy importantes, muchas veces por amistad. Por otra parte, siempre fue muy atento con todos los jóvenes. Creo que una de las primeras veces que toqué con la Orquesta, si no la primera, fue una iniciativa suya. Y también una de las primeras veces que actué en el festival. Siempre estaba pendiente de dar una oportunidad y ayudar a los jóvenes músicos cordobeses. Luego, en el plano personal he tenido una muy buena relación con él y la mantengo, aunque nos vemos de forma muy esporádica por las obligaciones personales y profesionales de cada uno. Como primicia, te diré que Leo Brouwer me ha dedicado una de sus últimas composiciones para guitarra. Estoy muy contento por ello y posiblemente estrenaré esta pieza después del verano.

El guitarrista clásico y catedrático del Conservatorio Rafael Orozco Javier Riba.
El guitarrista clásico y catedrático del Conservatorio Rafael Orozco Javier Riba. / Miguel Ángel Salas

–Para los guitarristas clásicos, ¿qué supone el Festival de la Guitarra? ¿Es un escenario importante en el que presentarse?

–Por supuesto. El Festival de la Guitarra de Córdoba es, en mi opinión, el más importante del mundo en su género. Lo es por muchas razones; primero por su solera, son ya 40 ediciones; y segundo porque es muy ecléctico, se ha abierto a todo tipo de manifestaciones artísticas que tengan la guitarra como núcleo, y no se ha centrado en la parte de los espectáculos, sino que ha cuidado la formación a través de los cursos. Pero no queda ahí, ha cuidado durante muchos años unas Jornadas de Estudio, ha propiciado publicaciones sobre grandes nombres de la guitarra, ha encargado obras para estrenar… Esta edición el festival va a estar desprovista de todo esto por el covid, pero confío en que haya sido una merma circunstancial y el año que viene recupere su dimensión.

–Usted que ha vivido de cerca la evolución del festival, ¿en qué momento cree que se encuentra? ¿Hay algo que se podría mejorar?

–Está en unas dimensiones muy grandes; creció mucho en los últimos años. Ahora, por la pandemia, no podemos valorarlo en su justa medida porque ha mermado. Si acaso, algo a mejorar sería conectarlo más con la ciudad y los cordobeses. Con esto quiero decir que, aunque sea difícil logísticamente, quizás habría que retomar esos conciertos que se hacían en la calle. Es decir, que no sea solo cuestión de teatro, entradas y butacas. Recuerdo con mucho cariño un concierto en el que actué con el Coro Ziryab y que se celebró en la plaza de Capuchinos titulado Las voces de Lorca. También he asistido a alguno en el Patio de los Naranjos.

"Los conciertos de guitarra interesan sobre todo a guitarristas; ese es un mal que hace tiempo arrastramos"

–Dentro de las variedades de la guitarra, ¿por qué la clásica tiene más dificultades que otras para encontrar foros donde tocar?

–La guitarra clásica es más minoritaria, pero tiene un público fiel, aunque a veces muy endogámico. Es decir, los conciertos de guitarra interesan sobre todo a guitarristas y ese es un mal que arrastramos desde hace tiempo. Pero están surgiendo nuevas figuras que están buscando otras manera de comunicar su arte, no solo por las redes sociales u otras plataformas, sino con la manera de interpretar. Hay figuras emergentes muy importantes. Un hito reciente es que Pablo Sáinz Villegas, un guitarrista español relativamente joven, ha tocado como solista con la Filarmónica de Berlín, que es el culmen de cualquier carrera de solista. El mundo de la guitarra clásica es menos popular, pero es necesario porque es el corazón de la guitarra. La que llamamos guitarra clásica recoge toda la herencia de la guitarra desde los tiempos de la vihuela, en el Renacimiento. Es un crisol en el que encontramos toda la gran tradición de la música española y europea. Hay que mantenerla, cuidarla y mimarla como parte de nuestro patrimonio.

–¿Por qué cuesta más acercarse a ella? ¿Echa para atrás lo de "clásica"?

–Puede ser, es una etiqueta. No obstante, la guitarra clásica es muchas cosas, desde Romance Anónimo, Juegos prohibidos, Asturias de Albéniz, Capicho árabe u obras como el Nocturnal de Britten o las Sonatas de Leo Brouwer. El repertorio es muy amplio y hay para todos los gustos. Lo que sí es verdad es que a veces los guitarristas clásicos hacemos programas que exigen una actitud activa por parte del oyente, un cierto compromiso. Un poquito de pedagogía puede ayudar, por ejemplo, en mis conciertos suelo explicar las piezas que toco para intentar situar al oyente en el contexto y dar algunas claves. Los intérpretes tenemos que poner de nuestra parte, pero también los oyentes.

Javier Riba, tocando una guitarra.
Javier Riba, tocando una guitarra. / Miguel Ángel Salas

–En Córdoba, más allá del festival y el conservatorio, ¿en qué ámbito os movéis?

–No hay muchas más posibilidades. Somos una especie de músicos muy solitarios, como los pianistas. La salida que tiene la gente joven es moverse por concursos de guitarra. Luego, cuesta trabajo encontrar sitios en los que tocar, no hay muchos circuitos y casi no hay ciclos de música de cámara. Ahora en Córdoba ha nacido el Gala Fest, donde tuve la suerte de tocar. Hay una asociación llamada Miguel Barberá que también organiza algunos conciertos y luego está el conservatorio, por supuesto, aunque este último año por el covid las actividades han estado restringidas solo para la comunidad educativa, pero el conservatorio ha sido históricamente un foro donde los alumnos pueden mostrar su trabajo.

–En los últimos tiempos están surgiendo nuevas formaciones que resaltan el valor de este instrumento. ¿Esto es muestra de que la guitarra clásica vive un buen momento?

–No lo sé, me falta perspectiva. No hay figuras con el relieve de los grandes intérpretes del pasado, y estoy pensando por ejemplo en Andrés Segovia, Narciso Yepes o Julian Bream, que falleció recientemente. Eran figuras rutilantes, con una gran influencia, que mantenían la guitarra en el primer nivel. Hoy día no sé qué decir. Es verdad que nunca ha habido tantos guitarristas jóvenes tan buenos. Eso es resultado de los centros de enseñanza y la información, que fluye mucho más por las redes sociales e internet. Hay una nueva generación de guitarristas maravillosos; creo que nunca ha habido tantos guitarristas y tan poca oferta para tocar, entonces no sé qué nos deparará el futuro. Veo con cierta preocupación el que este sea un mundo muy endogámico porque los guitarristas tocan en festivales específicamente para esa música y el público suele ser estudiantes. Eso es lo que me preocupa, que a veces cuesta mucho salir de esa especie de reserva natural.

"A veces, cuando voy por los pasillos del conservatorio, me encuentro con mi propio fantasma de niño"

–¿Ese buen nivel de los jóvenes lo aprecia en sus clases en el conservatorio?

–Por supuesto. Este año una alumna nuestra, Cecilia Moreno Úbeda, ha ganado el primer premio del Concurso Internacional de Guitarra de Madrid, que es bastante importante. Por aquí han pasado alumnos que están haciendo carreras importantes como Álvaro Toscano, o mi alumna italiana Inés Testa. Yo he visto pasar por mis aulas a alumnos muy brillantes que empiezan a tener una carrera emergente, lo que habla muy bien del nivel de los propios chavales y luego del trabajo que estamos haciendo en el conservatorio.

–¿Tiene ventaja Córdoba respecto a otras ciudades en el aspecto de la guitarra clásica por tener el conservatorio? ¿Hay más nivel?

–En Andalucía hay cinco conservatorios superiores: Granada, Málaga, Sevilla, Jaén y Córdoba. En todos ellos hay profesores de guitarra clásica, pero quizás sean los de Sevilla y Córdoba ahora mismo la punta de lanza de la enseñanza de este instrumento en Andalucía. Y Córdoba tiene quizá un elemento distintivo, que es la presencia del Festival de la Guitarra, lo que le da mucho atractivo. Yo tengo alumnos que vienen incluso de fuera de España. El año pasado terminó uno de Australia que había estudiado los cuatro años con nosotros.

Javier Riba, tras su guitarra.
Javier Riba, tras su guitarra. / Miguel Ángel Salas

–¿Por qué eligió usted la guitarra clásica?

–Fue más una decisión de mis padres. Mi padre es aficionado a la guitarra flamenca y cuando yo tenía ocho años me propuso matricularme en el Conservatorio Superior, donde ahora trabajo. Lo normal era comenzar en guitarra clásica porque aunque había flamenca era algo muy minoritario, no es como ahora. Empecé a mostrar desde muy pequeño cierta habilidad, me fui encariñando del instrumento y de esta forma de vida. Una de las cosas que notaba con respecto a mis compañeros, más allá de que tuviera más o menos facilidad, es que me quedaba embobado escuchando al profesor, José Rodríguez, que era el maestro que tenía. Y miraba la cara de los que estaban a mi alrededor y veía que no les cambiaba el gesto. Sin embargo, yo me quedaba emocionado. Había algo que me tocaba en mi fibra sensible y creo que esa vivencia de emocionarse, viajar a un lugar desconocido, sentir esa música y notar que eso tiene un eco dentro de uno mismo ha permanecido como una constante en mi vida como guitarrista. Por eso, cuando alumnos míos se emocionan con la música pienso que tienen una gran cualidad para ello y que lo que resta es trabajar con la parte mecánica y técnica. Sin embargo, me encuentro con otros que son al contrario; tienen mucha facilidad técnica, pero noto que la música no vibra dentro de ellos, que no se emocionan para luego emocionar al que te está escuchando.

–Empezó con ocho años y ha acabado como catedrático en el mismo centro, ¿lo siente como su casa?

–Sí, claro, es mi casa. Además, ahora enseño en un aula que está muy cerca del aula en la que yo empecé mis clases de guitarra y, a veces, cuando voy por esos pasillos me encuentro con mi propio fantasma, con ese niño de ocho años que a duras penas sube las escaleras de caracol con su guitarra a las espaldas impaciente por mostrarle la lección a su profesor.

–¿Qué lugar ocupa la investigación dentro de su carrera?

–Uno muy importante. Hice estudios de Musicología, en concreto el máster de Música española e hispanoamericana en la Universidad Complutense, y pude dar forma a uno de mis intereses, que es la investigación en el repertorio y en la historia de la guitarra. En estos últimos años me he preocupado mucho de investigar repertorios u obras olvidadas, que se han quedado en los pliegues de las historia, y eso me ha permitido, por ejemplo, grabar por primera vez obras de compositores como Jaume Pahissa, Ernesto Halffter y otros autores que compusieron para guitarra pero por diversas vicisitudes no vieron su música estrenada. También me he interesado por interpretar música con guitarras históricas que tienen un sonido muy particular y gracias a eso se pueden entender de una manera diferente. He tocado con guitarras de Antonio de Torres y Vicente Arias, y es una de mis pasiones.

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