El grito de auxilio de Las Moreras, un barrio "abandonado" en Córdoba
Vecinos
Los vecinos reclaman un plan de desarrollo donde se impliquen todas las administraciones
Un recorrido fotográficos por Las Moreras
La desatención del barrio Las Moreras de Córdoba se ve y se siente apenas pisarlo. Las cerca de 10.000 personas que viven en la zona denuncian el estado deplorable de sus calles, parques, edificios, plazas y espacios de uso público. Los problemas son de fondo, llevan años y la solución a muchos de ellos pasa por un trabajo en conjunto entre todas las administraciones públicas.
Las dificultades son muchas y los vecinos las resumen con una palabra: abandono. Así se sienten y lo manifiestan al caminar por las aceras rotas, repletas de latas, hierba sin cortar y desperdicios. En su día a día tampoco parece que esperan nada de nadie, aunque muchas asociaciones insisten en denunciar la realidad que viven. Es la esperanza que los mueve.
Uno de los mayores problemas que enfrentan los vecinos es totalmente visible. El ladrillo rojo característico de los bloques ha intensificado su color gracias a humedad en las paredes ocasionada por el agua estancada que hay debajo de los edificios y que deterioran las viviendas. El concreto que mantiene los característicos pilares que aguantan los bloques ya está desgastado por la humedad.
La situación es un caldo de cultivo para la aparición de mosquitos (incluso en invierno) y ratas sin que haya un plan de mejora a la vista. Aunque desde la asociación La Palabra aseguran que la solución definitiva “no es complicada ni costosa” y llevan años reivindicándola sin éxito.
El proyecto de construcción de estas viviendas sociales nació en la década de los 70, cuando los vecinos que vivían en más de 2.000 albergues provisionales, instalados tras las inundaciones de febrero de 1963, reclamaron a las administraciones una solución definitiva a su problema habitacional. Así, y según la memoria de la Junta de Andalucía, un total de 1.785 viviendas fueron construidas con equipamiento escolar, social y zonas verdes.
Para la presidenta de la asociación vecinal La Palabra, Ana Sánchez, desde la década de los 90 y hasta hoy, no se han hecho proyectos concretos para el mantenimiento ni la mejora del barrio, “todo han sido parches”. El deterioro de las edificaciones se ve también en las aceras con huecos y en las zonas de aparcamiento con escombros de hierro que impiden a los coches ocupar esos puestos.
El ocio del barrio es poco o nulo, más allá de los bares y las plazas o zonas comunes de los edificios donde los jóvenes suelen reunirse a pasar el rato. Las pistas deportivas, una de fútbol y otra de baloncesto situadas junto a la calle Músico Francisco Salinas, llevan más de diez años abandonadas. Están repletas de basura y los salones han sufrido intentos de ocupación que los vecinos han impedido, el último en febrero del año pasado. Desde la asociación La Palabra proponen distintos usos, como habilitar las salas para la comunidad o los espacios de las pistas para un aparcamiento público.
En el barrio hay solo una farmacia, un par de tiendas de alimentación, dos colegios y la Escuela Oficial de Idiomas. La asociación de mujeres está cerrada, la de ancianos se ha convertido en un lugar de ocio, la asociación de adultos tiene sus puertas abajo, la biblioteca y el centro cívico están abandonados. Lo que mantiene a flote el barrio es su ubicación y la conexión con la avenida de Trassierra, que ha crecido mucho en los últimos años.
Las puertas de la mayoría de los locales, en los bajos, están soldadas y selladas con concreto. En su mayoría, están ocupados. Como no tienen las comodidades de una vivienda, es común ver algunos muebles y ropa colgada en los pasillos. Para las asociaciones de vecinos urge un plan de construcción de viviendas públicas para “ayudar a quienes no pueden pagar por un piso”.
Y es que la seguridad de la zona no parece ser un interés para las administraciones, según denuncian los vecinos. La Policía apenas pasa por las calles y “nunca se detienen”. El orden cívico del barrio es una prioridad para ellos, reclama Ana Sánchez, vecina del barrio desde hace más de 40 años. La pandemia, admite, ha profundizado el problema y se puede ver a mucha gente que no respeta el uso de mascarilla o las medidas sanitarias.
“No hay control ninguno de lo que se hace en la calle o locales y eso afecta a que además haya menos responsabilidad en general y haya más suciedad e inseguridad”, ha agregado también otro vecino de la zona, Rafael González. “En pandemia creo que pasó más veces el ejército en los primeros meses que la Policía en dos años”, remata.
La educación y la inclusión laboral de estas personas es prioridad para mejorar la convivencia vecinal y la economía de muchas de las familias de la zona que, en su mayoría, viven de las rentas de los mayores, que no alcanzan los 400 euros, o de sectores como la limpieza, la venta ambulante o las rifas.
“No es economía sumergida, es economía de supervivencia”, critica Sánchez, quien recuerda que estas familias se quedaron sin ingresos durante el confinamiento y volver a la vida laboral ha sido especialmente difícil. “Cuando no hay empleo no pueden decirnos que vayamos a trabajar, a dónde, si no hay industrias ni empresas, a dónde vamos a trabajar”, se ha preguntado Sánchez.
La basura suele acumularse y denuncian que Sadeco no entra a las zonas comunes “por ser privadas”. Son los vecinos de algunos bloques los que mantienen esos patios internos medianamente limpios, mientras que otros permanecen desatendidos. A ello hay que sumarle un gran número de coches abandonados que no han sido retirados.
Los Jardines de Federica Montseny son el idilio en medio del barrio. Desde el año pasado han tenido problemas de luz en ese espacio, que quedaba a oscuras en mitad de la noche y fue resuelto finalmente hace apenas dos semanas, aunque la céntrica plaza presenta otros problemas de mantenimiento.
La situación llevará a los vecinos a cortar el tráfico de la carretera de Trassierra el próximo 2 de febrero, de 10:00 a 12:00.
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