"Llevaba años sin sentir bombear mi corazón dentro del pecho"

Trasplante en el Hospital Reina Sofía

Valeriano Mínguez recibió un corazón el pasado mes de junio, un año después de que su hermano Raimundo también tuviera que ser trasplantado

Raimundo y Valeriano Mínguez forman un corazón con sus manos.
Raimundo y Valeriano Mínguez forman un corazón con sus manos. / Laura Martín

Las vidas de Raimundo y Valeriano Mínguez están unidas por algo más que sus lazos de sangre. Estos hermanos han pasado por un trasplante de corazón que los ha salvado de una muerte que tarde o temprano iba a llegarles debido a la cardiopatía de origen genético que padecían. Raimundo volvió a nacer en junio de 2018 y Valeriano un año después, en junio de 2019.

Valeriano era un joven sano, al que le gustaba practicar deporte y que nunca había tenido que ir al hospital. Hasta que un día, en 2003, mientras jugaba al fútbol con sus amigos, se le nubló la vista y cayó fulminado. Acudió al médico y le recomendaron no hacer deporte porque dudaban si era corazón de atleta o le había dado un golpe de calor.

Estuvo un par de meses sin practicar deporte y cuando volvió, otra vez perdió el conocimiento. A raíz de ese nuevo episodio lo ingresaron y le implantaron un desfibrilador. "Este dispositivo ha sido un salvavidas que he llevado siempre", ha explicado Valeriano este viernes durante el balance de la actividad trasplantadora del Hospital Reina Sofía, donde han hecho seguimiento todos estos años a él y a su hermano y donde los han intervenido.

Cuando se lo instalaron, este joven de Fuente Carreteros estaba estudiando mecánica, oficio al que se ha dedicado hasta 2015. "Nunca he tenido ningún problema con el desfibrilador, me hice estupendamente a él y casi hacía vida normal; he viajado, he trabajado, me he divertido... Aunque por desgracia no he hecho deporte, que era una de las cosas que más me gustaba", ha indicado.

Hasta que en 2015 tuvo una parada al llegar a su casa después del trabajo. "Desde entonces todo ha ido cuesta abajo hasta este año, cuando ya me propusieron el trasplante", ha señalado.

A pesar de su juventud, a Valeriano lo jubilaron porque "cada día iba a peor, no podía hacer vida normal y cuando me refiero a vida normal es andar 100 metros, subir unas escaleras o dar un simple paseo". Una de sus grandes aficiones es el Córdoba CF y cuando iba al estadio "me tenían que llevar hasta la puerta, subir las escaleras poco a poco e ir siempre acompañado", ha recordado. "Siempre tenía que depender de alguien".

Tras la intervención, fue "una maravilla poder llenar el pecho de aire", señala Valeriano

Cuando lo jubilaron, "la casa se me caía encima", así que se propuso estudiar administrativo, una tarea que ha realizado hasta marzo de 2019. El 9 de marzo se casó, el 17 del mismo mes entró en lista de espera - "no me fui ni de viaje de novios"- y desde esa fecha al 22 de junio "fui cuesta abajo sin frenos".

Estaba cansado todo el día y se ahogaba con el calor, hasta que una noche, mientras hablaba con su mujer (que estaba trabajando fuera) por teléfono, se sintió mal y quiso cortar la conversación. Acto seguido sufrió una parada y sus padres y hermanos dormían en ese momento. Sin embargo, no sabe si a causa de que pudo hacer un ruido, se despertaron y llamaron a Urgencias.

"Entré tal mal en el hospital que a los pocos días de ingresar me tuvieron que poner la ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea) y esperé nueve días el trasplante; nueve días que se me hicieron eternos, sabiendo lo que había si no llegaba el corazón", ha asegurado Valeriano.

El 22 de junio del pasado año llegó un corazón compatible con este joven de 34 años. "Me quedé en shock cuando me dijeron que había un corazón para mí, con las ganas que tenía de que llegara, y pensé ¿ahora qué?", ha recordado.

Entró en quirófano y cuando despertó se sintió vivo: "Llevaba años sin sentirme el corazón bombear en el pecho porque tenía unas pulsaciones muy bajitas". Y también fue una maravilla "poder llenar el pecho de aire".

Tuvo varios pequeños rechazos, pero con la medicación y las biopsias los médicos pudieron solventar los problemas. Cuatro meses después "he empezado a hacer casi vida normal", tanto que incluso monta en bicicleta, va a ver el fútbol, viaja... "Lo más bonito es poder disfrutar de mi familia, de los amigos y todas esas personas que siempre han estado ahí", ha indicado.

Pero, sobre todo, agradece "a esa familia que dijo 'sí' ese día, en el que por desgracia su ser querido los dejó, porque gracias a ellos hoy estoy aquí". Por eso, tanto Valeriano como Raimundo son dos claros ejemplos de que "donar regala vida".

Su agradecimiento también va a su madre, que ha sufrido la enfermedad de sus dos hijos; a su mujer, a toda su familia y a todos los profesionales del Reina Sofía por el bue trato que le han dado en este proceso.

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