Maestra y pionera de la poesía femenina del siglo XX

Cordobeses en la historia

Juana Castro Muñoz fue niña campesina, conoció las letras en una 'amiga' rural; su obra creó escuela, propició numerosos estudios, alguna tesis doctoral y oxigenó y cimbreó rancias plumas

Maestra y pionera de la poesía femenina del siglo XX

14 de diciembre 2008 - 01:00

ENTRE las encinas de Los Pedroches y los cerros de Obejo, La Tejonera y su olivar fueron la dote de María Cruz Muñoz; al casarse con Miguel Castro, la aparcería de éste, el campo y un almacén de piensos, serían el medio para cumplir el deseo de Mari Cruz: dar estudios a Tomás, a María y a la mayor de las hijas, Juana Castro, nacida en Villanueva de Córdoba un 20 de febrero de 1945. Entró en la amiga de la señorita María Josefa; la de sillas de anea, pizarrín y vainica, hasta donde la llevaba "un hombre,/sentado sobre el yugo/animando a las bestias", mientras ella sentía su "vergüenza/de viajar en el carro", como recordaría en Fisterra o el paseo por la infancia, la casa, la madre o el "pozo de chicharras marchitas".

En las Esclavas de Cristo Rey de su pueblo cursó el Bachiller Superior, con exámenes finales en el Instituto Góngora de la capital. En 1961 y con 16 años, recibió su primer premio literario, patrocinado por una emisora local y Famos. "Algún dinero, una muñeca y un juego de médicos ¿confundirían la edad?", se preguntaba en su diario. También por libre, en "la Normal" de San Felipe hizo Magisterio. Joven maestra sin plaza, anduvo en tránsito por Conquista, La Rambla, Alcaracejos y Villanueva de Córdoba antes de recalar en el barrio de Cañero, donde se implicaría en movimientos cristianos obreros. Había elegido la docencia con párvulos y la coeducación para la igualdad, anticipándose a ella, con la misma intuición que de muy niña, la hizo sentirse diferente a los muchachos. Así fue desarrollando una rebeldía y una lucha dulce y bondadosa, sin estridencias, espejo de su carácter y sus letras. Publicó sus primeros artículos en La Unión de Villanueva. Uno de ellos comparaba a los paseantes de la Fuente Vieja al Generalísimo, con los cangilones de una noria; la réplica del también escritor Pedro Tébar la hace interesarse por el muchacho, hoy compañero de vida y profesión. "Avanzas junto a mí/y tu gozo/tiene la misma altura que mi gozo./Tus manos/guardan la misma cera que mi molde".

Intuición, inteligencia e imaginación cristalizan en ideas y versos, pioneros de la nueva feminidad. La mujer, su universo, el barroco y el romanticismo andaluces irán conformando una obra de referencia, cargada de lirismo, sensualidad y erotismo, pero no "con intentos escandalosos o exhibicionismos, según una mala costumbre, más frecuente en el mundo de la poesía", diría después de su primer poemario, Cóncava mujer (1978), el de María Destino: "No estudies más muchacha./Ese inútil esfuerzo de diplomas/no podrá salvarte de las ninfas/…Ríndete ya,"; el de María Vencida: "Por el camino/avanzan las muchachas/… No sienten el dolor./Ellas son primavera/y traen en las manos/un ramo de caricias"; el de María Desposada : "…eran frías las faldas/por las calles de hombres./Las fotos de las bodas/ irradiaban panales de violines,/y era dulce ser cóncava/ para el brazo tajante y musculoso".Entre la admiración y la sorpresa de la crítica, entra oficialmente en la literatura, contacta con el grupo Zubia e inicia, hasta nuestros días, su labor como columnista en la prensa local y como crítica en numerosas revistas culturales y traductora del italiano. Ahí comienzan su veintena de títulos publicados, los más de cuarenta estudios críticos, en España y EEUU o la tesis doctoral (Encarna Garzón) de su obra.

Habían ido naciendo María, José Miguel, Mari Cruz y Ángel María. La enfermedad y muerte del primer niño inspiró Del dolor y las alas (1982), con ¡Señor! o una larga plegaria, escrita en 1979: "Mis seis años, Señor, sin un almendro./Ni una copa de luz para mañana,…/ Un niño sin sonrisa es un desierto"; con La última nana: "Que se calle el dolor./Que se apaguen los dardos del estío./Enterradme calientes las espinas./Que mi niño se duerma/ ". Con el descubrimiento del PC, en La bámbola se anticipa a los poemas al mundo virtual. "Es injusto el amor, nunca se adapta/ni a razones, ni a ritmo ni a su tiempo./Maleducado es. Como una mala hierba…"/ "Giraste la palanca sin aviso (y yo encendida)…Me pierdo en la pantalla si me apuras./Estoy aquí por ti./No tengo información". Era 1992, estaba en la frontera de Fisterra. Ya habían aparecido Paranoia de Otoño, Narcisia o Arte de Cetrería; se gestaban No temerás o El Extranjero, premiado en el 2000, como ya lo habían sido y lo serían todos sus poemarios, donde regresa a La Tejonera y a La Casa: "Quién entonces supiera/de esta vuelta mía por el alma/ azul de la intemperie./Quién me diera razón de lo que soy, esta hiel/con billete de luz para el regreso"; como en Fisterra (1992): "Es verano y es julio, y en su noche/por un pozo se adentra el frescor de la luna". Imágenes que volverán a aparecer en Del color de los ríos: "Hervía en la caldera de bronce sobre el fuego./La sosa devoraba el saín de la vida/y ella sola sabía la entraña del milagro/", y en Los Cuerpos Oscuros (2005): "Es hermosa la casa y está en pie". La casa en pie, dispuesta a seguir acogiendo, como esta escritora que regaló cuidados a la anciana Concha Lagos, y ahora a la madre enferma de Alzheimer; la casa hermosa y generosa igual que la Maestra que ofrece su tiempo y su talento a poetas y poetisas, hoy consagrados, y enfermos tal vez y también de años y olvidos.

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