Maestra de la revelación trascendental
Nunah Fátima bint ibn al-Muthanna. Considerada una de las grandes mujeres del sufismo, inició a Ibn Arabi, creador de un gran legado intelectual, en la adoración a Allah
Fátima bint ibn al-Muthanna nació en Córdoba, eligió embarcarse en el camino espiritual del sufismo, dimensión mística e iniciática del Islam, cuando aún era una niña que vivía con su familia. Más tarde se mudó a Sevilla, vivía libre de apegos materiales, ligera de adornos, donde se especializó en el Din (camino del Islam), del que consigue crear una teoría acerca de la revelación trascendental. Había asumido la doctrina de la Unidad del Ser y, para ella cualquier cosa era objeto de contemplación divina.
Se casó con un hombre justo que padecía lepra, a quien sirvió feliz y diligentemente durante 24 años hasta que falleció. Fátima consiguió por voluntad propia ser autosuficiente. Y es que había decidido forjar su independencia económica hilando, hasta que un día se le atrofió un dedo. Quedando expuesta a los infortunios más agotadores, decidió contemplar como un regalo de Allah todas las inclemencias, sintiéndolas como verdaderas pruebas a las que sólo se someten los predilectos. Frecuentaba la Mezquita Mayor de Sevilla (hoy, convertida en la iglesia del Salvador), donde recitaba el Corán y rezaba cinco veces al día.
Cuando tenía hambre y carecía de comida, caminaba por las calles observando los restos de alimentos que la gente dejaba en la puerta de su casa; ése era su alimento. Su rostro era rosado y fresco, de sonrisa discreta y profunda. Así se mantenía alegre y le agradecía a Dios su favor, ya que la estaba sometiendo a las mismas circunstancias a las que sometió a sus profetas y santos. Se preguntaba: "Señor, ¿cómo puedo merecer esta gran posición, porque me tratas a mí como trataste a tus seres queridos?".
Como una verdadera alquimista, albergaba en sí toda la potencia de la Al-Fatiha, primer sura del Corán, que empleaba para hacer el bien a las gentes que se le acercaban a pedirle consuelo. Tenía 96 años cuando la conoció Ibn Arabi, místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí. Sus importantes aportaciones en muchos de los campos de las diferentes ciencias religiosas islámicas le han valido el sobrenombre de Vivificador de la Religión y el Más Grande de los Maestros. Una de las figuras más profundas y notables en la historia de la espiritualidad mundial será su biógrafo, que la recuerda con cierto rubor, más que como una joven anciana, como toda una mujer hermosa y vitalista, ya que dice que su belleza era la de una mujer joven, reabastecida por el amor de Dios. Conocido por su gran obra, Las iluminaciones de La Meca, en el capítulo 178, titulado Tratado sobre el amor, menciona su encuentro con Fátima.
Por ella, siente admiración ante u nivel de elevación espiritual y se siente su hijo protector. La protección que despliega hacia su maestra le empuja, junto a dos compañeros, a construirle una cabaña donde realizar las obras de adoración y prácticas espirituales, y donde viviría hasta su muerte. Pronto Fátima convierte el pequeño habitáculo construido por su alumno en un espacio sagrado donde recibir a otras mujeres que llegan desconsoladas, cargadas de problemas esperando el alivio de la vieja y hermosa Fátima.
Su influencia aparece en algunos pasajes, relatados por él en los Futuhat, que incluyen las contemplaciones, milagros y los dones de santidad que le fueron concedidos a esta mujer. También menciona haberse beneficiado del conocimiento de esta mujer gnóstica en el campo de la ciencia de las letras, que es una ciencia de santos. Ibn Arabí presentó una nueva visión sobre la mujer en la historia de la cultura islámica. Este colosal erudito islámico, que vivió hace más de ocho siglos, declaró que la mujer y el hombre son absolutamente iguales en términos de potencialidad humana. Y en lo relativo a su competencia en el conocimiento, mantuvo la opinión de que una mujer podría ser imán, liderando tanto a hombres como a mujeres en la oración, algo revolucionario. Al final no hay hombre o mujer, sólo el ser interior cuenta. Ésta es verdaderamente una cuestión sumamente actual con la que ningún experto islámico del siglo XXI se atrevería a mostrarse de acuerdo.
Desde los primeros siglos del Islam se encuentran ejemplos de mujeres ascetas, místicas y maestras que adquirieron una relevancia que las situaba al mismo nivel que sus homólogos varones. En la obra de Abu Abd alRahman al-Sulami, traducida al inglés como Early Sufi Women (Las primeras mujeres sufíes), se retrata a 82 personas de esta rama que vivieron entre los siglos VIII y XI.
Sin duda, una mujer venerable, considerada pensadora, jurista y mística andaluza. A Fátima de Córdoba se la reconoce como una santa sufí andalusí del siglo XII y shaykha (guía espiritual) del famoso Hazrat Muhyiddin Ibn Arabi.
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