Manuel Román aprueba en su presentación en Córdoba con gran expectación

Feria de Córdoba | Primera de abono

El novillero de Santa Marina corta un total de cuatro orejas, alguna impropia en una plaza de primera categoría, manteniendo intacto su crédito y proyección de cara a su futuro

La presentación en Córdoba del novillero Manuel Román, en fotografías

Córdoba se prepara para una feria taurina de expectativas y alicientes

El novillero Manuel Román, con dos orejas. / Miguel Ángel Salas

Los dichos taurinos encierran una peculiar, pero sabia, filosofía. De hecho, muchos de ellos forman parte de nuestro particular modo de entender la vida, enriqueciendo nuestro léxico y utilizados cotidianamente por todos nosotros. Uno de ellos es el de “tarde de expectación, tarde de decepción”, hecho que se hizo presente en el primero de los festejos del abono de feria.

No es que la tarde fuese un esperpento. Viendo los fríos datos de la ficha, no lo fue, pero no lo que todos esperaban. Todo estaba preparado para un hecho singular. Presentación en su ciudad natal, como profesional, de un torero que ha levantado mucha expectación en Córdoba, caso de Manuel Román.

Para ello se preparó una tarde bonita. Se seleccionó un ganado, sobre el papel de garantías, con dos hierros de predicamento entre los profesionales del toreo, como son Jandilla y Fuente Ymbro. También se apostó para que el acontecimiento tuviese solo un nombre, el del novel espada de Santa Marina, estoqueando en solitario la totalidad de los animales de la suelta.

Para ello se congregó un público muy predispuesto al triunfo, dijéramos, muy deslumbrados por las cualidades que atesora Román. Tanto es así que al romper el paseíllo los aplausos de los asistentes hicieron que el jovencísimo novillero saludase montera en mano. Pero hete ahí que, cuando salió el toro, todo se fue torciendo. Todo se empezó a descomponer. Ya se sabe, “el hombre propone, Dios dispone, y el toro todo lo descompone”. Poco a poco, y a pesar de los esfuerzos de todos, todo se desvaneció, como un castillo de naipes.

¿Estuvo mal Manuel Román? La respuesta es clara y contundente. No. ¿Pudo estar mejor? La respuesta vuelve a ser cierta. Indudablemente. ¿Qué ocurrió para no cumplirse las expectativas buscadas? He ahí el análisis y la reflexión final. Ya ha quedado dicho.

Manuel Román cumplió y aprobó el reto. Se vio a un torero que apunta maneras, un estilo clásico y ortodoxo, y una personalidad única. Eso hay que anotar en su haber. Sin embargo, en el debe dio la impresión de frialdad y de no conectar como hasta ahora venía haciendo con los espectadores. Tal vez el viento pudiera ser excusa, cierto que molestó, pero para alguien que está comenzando no es excusa. Se tiene que tener más ganas de mostrar lo que se quiere ser. Lo realizado por Román sobre el albero califal no es censurable. Ya ha quedado dicho.

Cumplió y aprobó su compromiso, pero el toreo es pasión y arrebato, y ayer durante algunos pasajes, Román pecó de estar excesivamente frío. Su crédito se mantiene intacto. Con alguien que empieza tiene que tener cierta condescendencia. No engañarlo y ayudarlo a ver las cosas con claridad. Todo no son halagos, ni orejas, despojos finalmente, alguna de ayer excesivamente verbenera y benevolente, concedidas por un presidente que no estuvo a la altura de la categoría de la plaza.

Una plaza de primera no debe de premiar con una oreja, una faena rematada con una infame estocada en los bajos, ni premiar con un doble trofeo la faena más insustancial de la tarde, por muy buen final con los aceros que tuviere. Estas concesiones gratuitas restan credibilidad a la categoría, cada vez más ultrajada, de una plaza que por tradición es historia, debe ser referente.

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