Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Entrevista
La bailaora Mercedes de Córdoba es una de las figuras más destacadas de su generación y en los últimos años su carrera ha despegado hasta convertirse en una de las imprescindibles de los principales festivales flamencos. Desde muy joven, destacó en el baile, consiguiendo entrar en la Compañía Andaluza de Danza con 17 años. En 2013 logró el primer premio de baile en el XX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba,lo ques supuso un punto de inflexión en su trayectoria, ya que la presión que sintió fue tal que se apartó un tiempo de los escenarios para luego formar su propia compañía y volver pisando más fuerte sobre las tablas, como sigue haciendo.
-Se ha convertido en una de las figuras del baile más solicitadas. ¿Qué proyectos tiene actualmente?
-Ahora mismo estamos girando con los tres espectáculos que hay en cartelera en según qué tipo de espacio; con el recital Sin más, seguimos con Ser. Ni conmigo ni sin mí, que es medio formato, y Sí, quiero, que es un gran formato que estrenamos en Jerez y que ha tenido muy buena acogida. Hemos estado en Granada con Ser, ahora nos vamos a Mont-de-Marsan (Francia) y estoy muy contenta porque también estaremos en el Teatro de Sadler's Wells de Londres con Sí, quiero. Por otra parte, nos han pedido a mi pareja personal como artística, Juan Campallo, y a mí que hagamos un dúo y estamos trabajando en eso para estrenarlo en un festival de guitarra. Vamos a Madrid, Alicante, Murcia... Y por supuesto empezando a trabajar en el nuevo espectáculo. Como siempre, sin parar. Cuando terminas uno dices "ya no hago ni uno más", y al mes te estás metiendo en otro berenjenal. Todavía no puedo revelarlo, pero pronto contaremos cosillas.
-¿Resulta difícil compaginar las tres obras con las que está girando?
-Cada proyecto está muy pensado, son tres obras muy personales. No me he tenido que meter en el papel de nadie, cuento historias mías. Hacía tiempo que no retomábamos SerSer, pero llegamos al ensayo el primer día y salió de corrido. Creo que son espectáculos muy bien armados, hilados con una coherencia musical muy grande como una pequeña historia, como cuando ves una película. Cuando se trabaja con tanta conciencia en un proyecto, eso queda ahí guardado en el cajón. Los vas apartando, pero solo hay que sacarlos y quitarles un poco el polvo. Además, Sí, quiero está estrenado muy reciente y normalmente solemos ensayar un día o dos antes de cada gira o gala. El nuevo espectáculo sí va a tratar sobre algo no personal, es más histórico, y hay una vía de investigación que está empezando. No sé si me costará meterme más en el papel. Lo más difícil es llevar todo el barco para delante y coincidir en los ensayos todo el mundo.
-¿Qué supone abrirse así al público plasmando sus sentimientos en estos espectáculos?
-La danza es la mejor forma que he encontrado para expresarme y, sobre todo, el flamenco. Es una liberación, es algo que tienes que contar y no lo haces con palabras, sino con el cuerpo. Desde mi perspectiva como artista, es más liberador que contarlo con palabras, te vacías mucho más. Supone una verdad muy grande. Sí, quiero es como una segunda parte de Ser porque en Ser cuento mis miedos, la exposición a la que estamos sometidos siempre los artistas, esa presión, la lucha interna entre la persona y el artista... Sí, quiero surgió después de la pandemia, cuando parece que te das cuenta de cuánto amas algo cuando te lo quitan. En la pandemia nos arrebataron de un día para otro el expresarnos a nivel artístico y fue un batacazo fortísimo. Volver costó mucho trabajo y por eso salió Sí, quiero. Decidí hacer compañía y luchar en lo bueno y en lo malo. Ser es muy duro, pero me libera, y Sí, quiero lo disfruto muchísimo porque supone la superación o, por lo menos, el llevar mejor toda esa presión. Yo soy muy de decir la verdad, no creo que los artistas tengamos que esconder: siempre se ve el lado bonito en las redes, en los periódicos y en el escenario, pero detrás de eso hay una vida muy dura, de mucho trabajo, mucha presión psicológica y estrés. Esa exposición a veces pasa factura. Quien diga que no le afecta que hablen de él, aunque sea bien, creo que está mintiendo. Exponerlo y tratarlo con naturalidad para mí es liberador y necesario. No tengo por qué esconder cuando estoy mal o bien. No hay forma más bonita de contar la verdad y no tener miedo. Siempre que hacemos Ser la gente viene y me dice: "qué valor has tenido de contar que has estado mal, peleada contigo misma y con la danza". Siempre mostramos que estamos súper bien y todo es súper guay, y no es así. Soy una persona que no tiene miedo a mostrar ni lo bueno ni lo malo.
-¿Cómo ha aprendido a canalizar esa presión?
-Creo que no nos queda otra. Esa presión se va medio normalizando cuando te puede más el amor por lo importante que es la danza y el flamenco. Cuando te puede más subirte a un escenario, pasa a un segundo plano. Suelo hacer más caso a las críticas malas que a las buenas y siempre desde un respeto. Últimamente están siendo todas muy buenas y no es que no le eche cuentas, lo agradezco, pero intento no alimentarme mucho de esas. Cuando escucho algo menos positivo, intento centrarme en eso y analizar si es desde el respeto para crecer. Lo de Ser fue una época en la que decidí incluso dejar de bailar y me di cuenta de que estaba peor, entonces había que arreglarlo de alguna manera. Contarlo en Ser fue lo que me liberó muchísimo. Es como cuando vas a terapia al psicólogo; lo primero es que hay que saberlo, asumirlo, reconocerlo y contarlo es lo que te libera.
-Parece que resurgió más fuerte porque a partir de entonces se ha convertido en una de las figuras más solicitadas del baile.
-Sí. Gané el Concurso Nacional de Córdoba y sentí una presión muy grande. Me sentía obligada a hacer espectáculos. En general, es reflejo de la rapidez con la que va todo en la sociedad en la que vivimos. Hay ciertas obligaciones de estrenar cada cierto tiempo y cosas con las que no estoy muy de acuerdo. Lo artístico no es dos más dos. Se debería tratar de forma más natural. Antiguamente se hacía un espectáculo y se rodaba muchísimo. Cuando ya lo tenías totalmente analizado, retocado y te hartabas de hacerlo lo guardabas en el cajón y tenías alimento para crear otra cosa. Ahora se crean espectáculos como churros, con estrenos cada equis meses. Creo que son cosas vacías, pero es el tiempo que nos ha tocado vivir, hay que adaptarse y yo intento hacerlo. Es verdad que estoy en un momento muy bueno y con muchas ganas de todo. Sí, quiero me ha dado mucha vida y también hemos creado la compañía con un humilde cuerpo de baile. Son cuatro personas porque ahora mismo es muy difícil vender formatos con cuerpo de baile, pero estoy contenta porque hago lo que necesito y lo que quiero, aunque me cueste más trabajo. Como estoy tranquila conmigo misma, no me importa estar un poco menos tranquila con el sistema.
-Entonces, la prisa y el estrés de la sociedad actual también influye en las artes...
-Contamos cómo nos sentimos, así que es un reflejo de la sociedad. Va todo con esa prisa, pero creo que lo artístico se debería tratar de otra manera porque siempre no tienes cosas que contar. Cuando acabas un espectáculo, te vacías y ya tienes otra vez que crear algo. Se puede hacer, por supuesto, pero la creatividad necesita alimento. Es imposible que si has cocinado y has dado de comer hace dos meses con un estreno y una creación, al mes siguiente tengas ganas y cabeza para ello.
-También se embarcó en el trabajo como coreógrafa y directora artística. ¿Cómo conjuga todo?
-Claro, hablo de ese agobio de crear muchísimo porque no solo creo para mí, sino que cuando viene un Festival de Jerez o una Bienal de Sevilla, suelo hacer al año mínimo dos creaciones, la mía y a lo mejor una o dos más. Es algo que me apasiona y me libera mucho. Me gusta muchísimo ponerme en la piel de la otra persona, analizarla y poder ayudar a alguien a que se exprese. Ayudar a alguien a que brille es maravilloso y muy enriquecedor para mí. No hay que tener miedo de entregar tus armas a otra persona porque eso te hace más grande como artista. Me lo paso bomba tanto coreografiando para mí como para otras personas y para mi compañía todavía más aún. Te toca más porque lo tienes en casa, pero yo me entrego totalmente a todo el mundo que me llama y estoy súper contenta de que esas nuevas generaciones hayan visto mi trabajo y confíen en mí. Si me meto en un proyecto, me meto de lleno porque creo que todo debe ir de la mano: el vestuario, la dirección musical, coreografía, iluminación... Es un puzle que hay que encajar y que me encanta.
-Lleva el nombre de Córdoba por todo el mundo, pero ¿qué relación tiene con Córdoba?
-Nací allí y de pequeña vivía allí. Ahora la relación que tengo es la más grande de mi vida, que es mi familia: mis padres y mi hermano. Mi hermano vive en Madrid, pero mi padre y mi madre siguen viviendo allí. A Córdoba no me puede unir algo mejor. Es verdad que por tiempo y por ese estrés del que hemos hablado voy poco. Ojalá hubiese más oportunidades en Córdoba y no hubiésemos tenido que salir de allí para realizarnos. Por cosas de la vida, el centro siempre ha sido Madrid y también Sevilla, y hemos tenido que irnos. Y no solo de Córdoba, entre todos mis compañeros que viven en Sevilla o en Madrid hay mucha gente de las provincias andaluzas y de otras ciudades de España. Es mucho más fácil para el trabajo del día a día, son un punto de encuentro. De mis músicos, dos personas son de Sevilla, las demás somos de fuera pero vivimos todos aquí. Pero a Córdoba me une la sangre, mi raíz, mis inicios... y hasta el nombre. ¿Te parece poco?
-¿Cuándo se fue de Córdoba?
-Empecé a viajar con 12 años y terminé la carrera con 17. Ya había hecho la audición de la Compañía Andaluza de Danza, a la que entré con 17. Fue terminar el conservatorio en junio y venirme para Sevilla para incorporarme. Volví a Córdoba un par de años por temas personales, pero luego regresé a Sevilla.
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